(Des)encanto: lo mejor y lo peor de la nueva serie de Matt Groening
Luego de una prolongada espera, Matt Groening eligió Netflix para el estreno de su tercera serie animada . El guionista y dibujante Los Simpsons y Futurama volvió a la televisión con una sátira medieval que marca un evidente cambio en su estilo. Con una temporada inicial de diez episodios, (Des)encanto se convierte en uno de los estrenos más interesantes de 2018, excusa ideal para repasar lo mejor y lo peor de esta nueva ficción de Groening.
Lo mejor
Beanie, la antiprincesa
Para su nueva serie, Matt Groening pensó en un trío central cuyos integrantes no tuvieran absolutamente nada que ver entre sí, pero quienes por cuestiones del destino terminaran unidos bajo una misma misión. De ese grupo, la gran protagonista es Beanie, la rebelde princesa del reino en el que transcurre la historia. Junto a ella se encuentra Elfo, un elfo (obviamente) que aburrido de su empalagoso hogar, se escapa de esa Pitufilandia perfecta para probar las amarguras de la vida afuera de la zona de confort. El último de los protagonistas es Luci, un demonio que llega a la vida de Beanie para ejercer una pésima influencia que, en la mayoría de los casos, ni quiera es necesaria. A partir de la unión de estos personajes, la trama comienza a desarrollarse.
Rápidamente se puede decir que Groening creó a una antiprincesa hija de este tiempo, pero basta con ver en detalle a muchas de las protagonistas previas del guionista para entender que Beanie es el eslabón más pulido en una cadena de heroínas decididas a romper las reglas. Mujeres como la madre de Homero, Lisa, Marge (que detrás de esa cáscara de ama de casa tradicional en más de una oportunidad luchó por sus derechos), o incluso Leela de Futurama son ejemplos de mujeres libres que siempre existieron en sus historias.
Beanie disfruta de emborracharse, vive el sexo con plenitud y no respeta ni los mandatos paternos ni las imposiciones de la sociedad. Ella pretende ser libre y moverse sin rendir cuentas a nadie, pero lejos de solo querer divertirse (un retrato que estaría más cerca de la frivolidad que de la independencia que la heroína reclama), ella va en busca de su vocación. Y fiel a su espíritu rebelde, la princesa atravesará varios empleos tradicionales en los que no encajará, para luego descubrir que es una mujer mucho más apta para la batalla, que para la diplomacia palaciega.
La evolución de Matt Groening
De Matt Groening siempre se espera demasiado. Como dice el personaje de Jonah Hill en Superbad, el problema de Orson Welles fue hacer su obra maestra demasiado pronto, y eso es lo que le sucedió a este creador norteamericano, que también tuvo la relativa suerte de alcanzar un pico de creatividad demasiado alto cuando apenas comenzaba su carrera. Debido a esto, Groening debe competir contra sí mismo demostrándole al público que la familia de Springfield no fue producto de un feliz error. Cuando se estrenó Futurama en 1999, la serie tuvo una (inmerecida) tibia recepción y con el tiempo se convirtió más en un título de culto que en un éxito de masas. Y (Des)encanto demuestra nuevamente que Groening no solo procura cambiar el registro de sus series, sino que incluso no teme alejarse de las fórmulas que tanto éxito le dieron en el pasado.
Los primeros diez episodios de (Des)encanto son un pequeño relato de fantasía que no fija un status quo inamovible. A diferencia de la familia amarilla (que desde hace casi treinta años no varió demasiado), la nueva ficción de Groening no es una sitcom, sino que presenta protagonistas que evolucionan y cuyos cambios son permanentes. A medida que la historia avanza, los personajes se encuentran en movimiento y los desafíos a los cuales se enfrentan dejan consecuencias concretas. Aunque parezca un ingrediente menor, (Des)encanto es en realidad el primer drama cómico del autor, y en ese cambio de registro Groening creció como productor, coordinando una historia que muta hacia un lugar concreto y con personajes que crecen a lo largo de ese camino transitado.
Las posibilidades de Dreamland
El mundo de la fantasía heroica es casi infinito. Desde textos clave como El señor de los anillos o Conan hasta perlas como las de autores en la línea de Michael Moorcock, Jack Vance o la recientemente fallecida Ursula K. Le Guin, los mundos de brujería y magia tiene como principal virtud poder licuar géneros variados. Además, la amplia variedad de criaturas y reinos de estos relatos muestra un sinfín de lugares que permiten que las historias cambien de registro constantemente. Por este motivo Groening eligió este género, porque le permite jugar con un nuevo tipo de relato mezclando con eficacia una trama que combina política, romance, la lucha por la igualdad de géneros e incluso una pizca de denuncia social. Todo encuadrado en un marco de humor.
Con respecto al tono de comedia es notable cómo Groening poco a poco comienza a despojarse de la necesidad del chiste constante para hacer hincapié en los conflictos de cada uno de los protagonistas. Al igual que sucedía en los primeros años de Los Simpsons, en (Des)encanto los pequeños gags están presentes pero los episodios no son una agotadora ametralladora de chistes sin sentido (una propuesta que aún hoy explota Family Guy). En esta serie, el guionista pone el acento no sólo en los personajes sino también en lo que sucede en el reino de Dreamland, y ese recurso es un gran punto a favor ya que vuelve a la historia mucho más interesante.
El eje rector de (Des)encanto es analizar qué pasa cuando dos personajes (Beanie y Elfo) deciden salir del paraguas que los protege para darse de cabeza contra una realidad poco amable. Pero eso no les importa, porque ellos siguen sus reglas desobedeciendo las imposiciones. Con esta premisa como timón, Groening desarrolla una saga cuya primera parte es la firme promesa de un mundo fascinante del que apenas conocimos un fragmento.
Lo peor
Secundarios que no se lucen
En estos primeros capítulos, (Des)encanto no aprovecha las posibilidades que ofrecen los personajes secundarios. Aunque la historia presenta una galería de personajes de lo más extensa, que incluye gnomos, gryffos, gigantes y criaturas anfibias, el peso de la historia recae en el trío protagónico y los demás son meros accesorios. En este sentido, el rey Zog es uno de los que quedó en el camino. El es el líder de Dreamland, un hombre preocupado por casar a su hija y concretar así alianzas con reinos vecinos. Y justamente su visión geopolítica del reino lo lleva a pelear constantemente con Beanie, a quien no le interesa obedecer los dictámenes de su padre. Con el correr de los episodios, Zog comienza a respetar a su hija por lo que es y no por lo que él quiere que sea y es ahí cuando su personaje crece, pero luego esa relación no se profundiza mucho más.
Otra olvidada por la historia es la reina Oona, esposa de Zog y madrastra de Beanie. A lo largo de los episodios se la muestra de manera ambigua: por momentos, parece una víctima de las circunstancias y una mujer que nunca se anima a rebelarse, pero en otros, parece una aventajada discípula de la malvada Cersei de Game of Thrones, capaz de conspirar con quien sea con tal de lograr su objetivo. En estos diez capítulos, esa tensión no se resuelve y el personaje queda a medio camino.
Siguien la misma línea, Oona y Zog son solo la dos ejemplos de un grupo que también incluye a otros secundarios como el príncipe Merkimer, el príncipe Derek, el mago Sorcerio, Odval o incluso el verdugo Stan, quienes no terminan de brillar aunque tengan todos el carisma suficiente para ponerse al frente de sus propias tramas. Esperemos que esta deuda con los personajes secundarios, Groening sepa saldarla en las temporadas venideras.
Una temporada que no alcanza
Uno de los peores defectos que están presentando muchas series originales de Netflix es tener temporadas extensas (entre diez a trece episodios), con capítulos de sesenta minutos de promedio. Es verdad que en algunos títulos funciona a la perfección, pero en otros sólo atenta contra el dinamismo de las historias. Irónicamente, en este caso es al revés, y llama la atención que con (Des)encanto, el servicio streaming no cumpla su regla y que luego de diez entregas de treinta minutos, cierre sus puertas con la trama a medio contar. Teniendo en cuenta la resolución del décimo episodio, con una muerte en suspenso y un regreso marcado por la traición, el final de la temporada deja a los espectadores con una sensación más cercana a la frustración, que a la ansiedad por descubrir qué estará por suceder.
De yapa: la música de Mark Mothersbaugh
Un reino de castillos y puentes que se separan como si hubieran sido construidos en papel glacé, indudablemente necesitaba la música de un compositor como Mark Mothersbaugh, un artista capaz de navegar por los diferentes climas que presenta esta historia. El músico es uno de los miembros fundadores de Devo, y como compositor trabajó en varias oportunidades con Wes Anderson como así también en la música de films como Thor: Ragnarok, Hotel Transilvania y La película de Lego. Dueño de un estilo marcadamente ecléctico, Mothersbaugh demuestra en (Des)encanto una gran versatilidad y la capacidad de componer piezas musicales que sintonizan a la perfección con el tono épico de la serie.
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