De una polémica que divide aguas a una estructura deficitaria
13 reasons why / Creada por: Brian Yorkey / Elenco: Dylan Minette, Katherine Langford y Christian Navarro / Disponible en Netflix / Nuestra opinión: buena
En 13 Reasons Why una estudiante secundaria llamada Hannah Baker (atherine Langford) deja 13 grabaciones, repartidas en 13 lados de casetes de audio, en las que explica las 13 razones de su suicidio. Los casetes vienen con instrucciones: deben ser escuchados y luego reenviados a otra de las personas mencionadas en ellos bajo la amenaza de que, en caso de desobediencia, una copia llegará a las autoridades. Al comienzo de la serie, quien recibe las grabaciones es Clay Jensen (Dylan Minnette), un estudiante retraído que cultivaba un tímido enamoramiento por Hannah. El misterio que sostiene el relato no es sólo quiénes son los responsables del suicidio, sino por qué el sensible y considerado Clay sería uno de ellos.
La serie está basada en una exitosa novela para adolescentes del mismo título, fue producida por la cantante teen Selena Gomez y promocionada, al menos en Estados Unidos, por una campaña online que mostraba a celebrities tatuándose un punto y coma en la muñeca, una acción destinada a mostrar apoyo a quienes sufren depresión o pensamientos suicidas. La gran popularidad del programa entre jóvenes puede, acaso, explicarse por estos motivos, pero también, y sobre todo, porque es la expresión de una fantasía recurrente entre adolescentes (aquí con una notable dosis de narcisismo): la venganza de una víctima sobre sus maltratadores.
A través de su suicidio, Hannah logra no sólo exponer a todos los que le hicieron algún daño, sino también volverse, en su muerte, el centro de atención y la estudiante más popular de la escuela. Esta idea despertó controversia dado que se señaló que romantiza el suicidio como una respuesta válida ante los problemas juveniles. Si la representación de la muerte o la violencia en la ficción puede generar conductas imitativas en la vida real es una vieja discusión que no termina de saldarse, a pesar de que a la fecha no se sabe de ninguna película o serie que haya provocado suicidios o asesinatos masivos.
Más allá de la aparición del suicidio como una vendetta eficaz, la serie trafica otras ideas igualmente tortuosas que salen de su forma. Por la estructura recurrente de la exposición de una "razón" por episodio, el relato pone en pie de igualdad cosas muy distintas. Así, la circulación online de una foto en la que se le ve la bombacha a la protagonista y una violación serían dos causas equivalentes que la llevaron a terminar con su vida. De este tipo de falsas equivalencias surge el hoy extendido concepto de la "microagresión" (o "micromachismo", después de todo esta serie es sobre la violencia de género). Éste fue desmontado hace tiempo por la polémica crítica del feminismo Camille Paglia como una manifestación del privilegio de mujeres blancas universitarias que asumen que el mundo debe ser tan sobreprotector con ellas como sus familias o su clase. La corrección política de la serie (que la lleva a incluir personajes latinos y asiáticos para cumplir con su cuota de diversidad, aunque los problemas que preocupan son los de los blancos) hace de las "microagresiones" una causa razonable del suicidio de una chica, y nos dice que lo que tenemos que hacer para prevenirlo es vivir en una sociedad de infinita benevolencia.
A la estructura reiterativa del calvario de Hannah, 13 Reasons... suma algunos problemas narrativos como que ella es la narradora de escenas en las que no está y no debería saber qué sucedió en ellas: o que Clay escucha los casetes de a poco en lugar de hacer lo que los demás personajes (y los espectadores y la lógica) le piden que haga: escucharlos todos de una vez. Pero si hiciera eso (como sucede en el libro) la serie jamás llegaría a 13 episodios. Si el relato puede tolerarse por toda esa extensión probablemente dependa, más que de la eficacia de sus resortes, de la edad de sus espectadores.
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