Curb Your Enthusiasm: dos décadas de una serie tan incómoda como desopilante
Uno podría resumir la historia de Curb Your Enthusiasm en números redondos: 20 años, 10 temporadas, 100 episodios. Pero el aporte de Larry David –creador, productor, coguionista y protagonista de esta serie de HBO, que tiene todas sus temporadas disponibles– a la mejor historia de la comedia absurda excede por mucho esas cifras.
Desde su estreno en 2000 hasta el domingo último, con el season finale de la brillante décima temporada, este artista con un look llamativamente similar al del entrenador Carlos Bianchi llevó el humor a extremos desafiantes, provocativos y políticamente incorrectos hoy impensables porque la comedia ha dejado de hablar –por presiones, temor o autocensura– de cuestiones consideradas inconvenientes.
Aunque tiene en su haber participaciones previas en proyectos como Fridays o Saturday Night Live, la carrera de Larry David tiene dos grandes hitos: haber creado junto a Jerry Seinfeld una de las sitcoms más populares de la historia (Seinfeld) y, por supuesto, esta serie semiautobiográfica en la que se interpreta a sí mismo (o a un alter-ego con muchas de sus obsesiones, traumas y miserias).
Este neoyorquino radicado en Los Angeles comenzó con Curb Your Enthusiasm a los 52 años y hoy, a los 72, ya es un cómico de culto, una de las figuras más reverenciadas y queridas por su espíritu inquieto, excéntrico e intrépido, un auténtico caballo de Troya en el seno de la alta burguesía y la comunidad artística de Los Angeles.
Repasemos: más allá de los actores que lo acompañaron en buena parte del recorrido en inolvidables secundarios (Jeff Garlin, Cheryl Hines, Susie Essman, Richard Lewis o Ted Danson), durante los veinte años de Curb Your Enthusiasm desfilaron desde sus amigos de Seinfeld (el propio Jerry Seinfeld, Julia Louis-Dreyfus, Jason Alexander y Michael Richards) hasta el icónico Mel Brooks, pasando por Mary Steenburgen, Paul Mazursky, Michael York, Ben Stiller, David Schwimmer, Rosie O'Donnell, Martin Scorsese, Michael J. Fox, Lin-Manuel Miranda, Bob Odenkirk, Alanis Morissette, Dustin Hoffman, Rob Reiner, Anne Bancroft, John McEnroe, Elizabeth Banks, Christian Slater, Jimmy Kimmel, Salman Rushdie y Elisabeth Shue, por nombrar solo a algunas figuras.
Y este año no fue la excepción: Vince Vaughn se sumó como uno de los "amigos" del grupo (las comillas tienen que ver con que todos son objetos de permanentes burlas, bromas despiadadas, pequeñas traiciones y comentarios mordaces por parte del resto), pero también tuvieron participaciones especiales Laverne Cox, Isla Fisher, Jon Hamm, Abbi Jacobson, Nick Kroll y –en el episodio de despedida del último domingo– nada menos que Sean Penn, Jonah Hill, Chaz Bono o Mila Kunis. ¿Por qué tantos cameos? Porque de alguna manera todos quieren ser parte del universo desmesurado, caprichoso, delirante y ridículo de David, un mito viviente de la comedia. Es una forma de apoyar también a una figura única, de una libertad y desmesura únicas en el previsible y muchas veces anodino panorama del humor estadounidense (en el Reino Unido uno podría encontrar cierto paralelismo en un Ricky Gervais).
En este décimo año una de las principales premisas (excusas) narrativas tuvo que ver con la decisión de Larry de abrir una cafetería en el local contiguo al de uno que ya funcionaba como forma de venganza contra el dueño que, según él, lo maltrató como cliente. Pero, más allá de la irrelevante "trama" de la competencia despiadada entre Mocha Joe’s y Latte Larry’s, lo realmente importante aquí son los detalles, los gestos, las inteligentes observaciones y las maldades de las que el protagonista es capaz.
Pocos guionistas y actores se han atrevido a desafiar los dictados del movimiento #MeToo como Larry David, que de alguna manera engloba y representa todas las angustias, inseguridades, torpezas y desconciertos de la sociedad patriarcal y machista. Así, cuanto más intente solucionar un error o aclarar un malentendido, inevitablemente peor le irá. Egoísta, narcisista, irascible, inconformista y sin escrúpulo alguno, ese antihéroe perfecto llamado Larry David es capaz de ponerse un gorro con las iniciales MAGA ("Make America Great Again") para que los bienpensantes de California anti-Trump se alejen de él y evitar así encuentros inoportunos o no deseados. También puede hablar de penes con Leon (J.B. Smoove), su hilarante roomate afroamericano, y salir airoso del asunto a puro desenfado. Todo siempre a gran velocidad, acumulando múltiples capas de gags con un timing envidiable. El efecto bola de nieve (o de montaña rusa) en todo su esplendor cómico. Una serie incómoda, arrolladora y adictiva.
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