Cuando la realidad supera a la ficción: dos nuevos realities que prueban los límites de la verdad y tienen premios millonarios
Se trata de El juego del calamar: el desafío de Netflix y 007: rumbo al millón, ya disponible en Amazon Prime Video
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En la industria audiovisual actual el reciclado y la reutilización de ideas, historias y personajes ya conocidos es cosa de todos los días. Se trata de una autopista de infinitos carriles llena de atajos y cambios de dirección. Hay películas basadas en cómics, en muñecos articulados, videojuegos, parques de diversiones y series de TV y hay series de TV inspiradas en películas, podcast, libros y hechos reales. A esas y otras combinaciones ya vistas ahora se le suman dos nuevos reality shows de competencia que toman prestadas sus premisas de una serie exitosa y una saga cinematográfica legendaria, respectivamente. Se trata de El juego del calamar: el desafío de Netflix y 007: rumbo al millón, disponible en Amazon Prime Video, un par de ciclos de entretenimientos que utilizan el éxito y reconocimiento de su material de origen para contar historias de personas verdaderas. O todo lo verdaderos que pueden ser los participantes rodeados de cámaras de unos juegos que prometen hacerlos millonarios.
El primero, que como su nombre lo indica, es una derivación de la ficción de Corea del Sur que en plena pandemia atrapó al mundo entero con un relato construido a partir de la identidad, la cultura y los usos y costumbres de su país de origen. A El juego del calamar el éxito global le consiguió una segunda temporada que se estrenará el año próximo y resultó en este reality show realizado en Gran Bretaña que utiliza los mismos juegos de la ficción y ofrece el mismo premio mayor, 4.560.000 de libras. Claro que al reproducir los decorados de la serie y poblarlos de personas reales todo se vuelve un ejercicio algo macabro. “La empatía es una debilidad. Mi mayor fortaleza es mi habilidad para manipular”, dice uno de los concursantes que se destaca en los primeros episodios del programa que cuenta con todas las especificidades visuales de la serie de ficción. Ahí están los guardias de mameluco rojo y máscaras negras, las camas cuchetas en las que algún espectador tal vez vea el reflejo de las barracas de los campos de concentración y los Dalgona, los dulces hechos de azúcar que formaron parte fundamental de la serie. Las similitudes con lo que vieron en Netflix desde sus sillones en principio entusiasman a los jugadores incluso cuando deben enfrentarse a Younghee, la letal muñeca de cuatro metros que forma parte del folclore del país asiático y se volvió símbolo de toda la serie.
Claro que en El juego del calamar: el desafío cuando Younghee gira su cabeza al ritmo de la cancioncita que espantó a tantos -la frase que forma parte del juego infantil, mugunghwa kkoci pieot seumnida, se puede traducir como “la rosa de Sarón está floreciendo”-, los que se muevan obviamente no serán asesinados sino que quedarán eliminados del concurso. El hecho de que los participantes hayan sido instruidos para hacerse los muertos en caso de perder el juego agrega un giro siniestro a la propuesta que se acentúa con la pintura de color negro que estalla bajo la ropa de los jugadores eliminados.
Como sucedía con el programa de ficción, la codicia y el experimento social que “saca lo mejor y lo peor” de los seres humanos está en el centro de la competencia que funciona como un recordatorio del alcance y la influencia que tiene Netflix en la cultura global. Que los participantes angloparlantes estén familiarizados con las pequeñas idiosincracias coreanas que el concurso repite y resignifica es un logro notable al igual que el despliegue de producción y la ajustada edición de sus nueve episodios. Ubicada en el primer puesto entre las series más vistas de Netflix en todo el mundo El juego del calamar: el desafío despertó la curiosidad de los espectadores no solo por su interés en la ficción que le dio origen sino también por los rumores sobre supuestas fallas de seguridad que derivaron en concursantes heridos que circulan en las redes desde que se grabaron los episodios a principios de año en Inglaterra, en medio del crudo invierno boreal. La semana pasada, a pocos días de su estreno, un abogado inglés presentó una intención de demanda contra la productora del programa en representación de dos participantes que dicen haber sufrido hipotermia y daños en sus nervios a causa de las malas condiciones del set.
Cox, Brian Cox
Todo empieza con el león rugiente de la Metro Goldwyn Mayer y unos acordes que cualquier fanático del personaje creado por Ian Fleming reconocerá al instante. En 007: rumbo al millón los productores de la saga cinematográfica del espía con licencia para matar decidieron enfrentar a gente común con un puñado de aventuras dignas del famoso personaje. “¿Se desarmarán como un mazo de cartas o se sobrepondrán a sus miedos y limitaciones si existe un incentivo lo suficientemente poderoso?”, se pregunta el narrador del reality show de ocho episodios con un tono que delata que la codicia primará en cada una de las decisiones de los concursantes. Ese hilo maquiavélico es una de los mayores fortalezas del programa gracias a que la voz detrás de los desafíos es la de Brian Cox todavía cargado del aura de su personaje televisivo más exitoso: el despiadado Logan Roy de Succession. Con algo de villano clásico de las películas de Bond y mucho del cínico patriarca de los Roy, Cox invita a los espectadores a conocer a las nueve parejas de concursantes cuyo recorrido hasta conseguir el millón de libras anunciado comienza, por separado, en las Tierras altas de Escocia, el país natal del ganador del premio Emmy.
Aunque ninguno de los participantes comienza el recorrido vestido de esmoquin sí visitan algunos de los destinos vistos en las películas del agente 007. En Escocia deben escalar montañas tapadas de neblina y meterse en lagos helados para poder contestar las preguntas que les permitirán sumar efectivo a sus premios, en Italia les tocará lidiar con antigüedades, desafíos en altura y algunas peligrosas criaturas y en Estambul tendrán que rastrear su próxima pista en un superpoblado mercado callejero de esos que sirvieron de escenario de algunas de las más adrenalínicas escenas protagonizadas por Bond. Con una producción despampanante y un casting de jugadores excepcional, 007: camino al millón logra la hazaña de convertir a sus participantes en ejemplos del gran potencial del espíritu humano y al mismo tiempo presentarlos como parientes cercanos de los codiciosos villanos que forman parte esencial de cualquiera de las arriesgadas misiones del espía fanático de los martinis agitados, no revueltos.
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