Cosmos: 1999: la serie que no fue, la fatal condena de Isaac Asimov y el final que escribieron los fanáticos
En 1975, una serie británica se animó a explorar un futuro mediato marcado por el peligro nuclear, el uso hostil de los adelantos científico-tecnológicos, la manipulación ideológica y el riesgo de caer en regímenes totalitarios
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El 13 de septiembre de 1999, una explosión nuclear sacó a la Luna de la órbita terrestre, la expulsó del sistema solar y la condenó a vagar por el espacio exterior. Con esta premisa, Cosmos: 1999 buscó reformular la ciencia ficción televisiva, superando el modelo impuesto por Viaje a las estrellas para abrazar contenidos de corte más filosóficos y menos aventureros. Se apropió de la paranoia atómica para llevar a los hogares dilemas existenciales, metafísicos y de género, pero no supo contrarrestar el impacto de la crítica y cambió aquello que debería haber dejado inmutable.
El rey de las marionetas
Reino Unido, diciembre de 1958. Finalizado su trabajo en la serie televisiva infantil The Adventures of Twizzle, íntegramente realizada con títeres, Gerry Anderson supo cuál era el filón que debería explotar para hacerse un nombre en la industria audiovisual británica. “Entre la imagen real y el dibujo animado hay un universo por explorar, el de las marionetas. Ahí vamos a hacernos fuertes, el resto va a venir solo”, le dijo a Sylvia Thomas, su futura esposa, en la mesa de café que compartían con sus colaboradores más cercanos.
Juntos, desarrollaron la técnica que denominaron Supermarionation (algo así como Súper Animación con Marionetas), que consistía en muñecos electrónicos con mandíbula batiente, capaces de abrir la boca de manera sincronizada con los parlamentos pregrabados de los actores. Abrazando la aventura y la ciencia-ficción, se dedicaron a reventar los ratings de Inglaterra entre 1960 y 1968: Supercar, El Capitán Marte y el XL-5, Meteoro Submarino, Thunderbirds y El Capitán Escarlata, en orden de aparición, llamaron la atención del empresario de medios Lew Grade, que los exportó a EE.UU. y al resto del mundo. Convertido en primera figura del entretenimiento global, Anderson se le animó a un programa con actores.
En septiembre de 1970, OVNI debutó en el Reino Unido y Canadá. Ambientada en el por ese entonces cercano futuro de 1980, la trama seguía las misiones de una agencia militar internacional y secreta ante la avanzada de una invasión alienígena a la Tierra. Con un guion sofisticado y un diseño visual muy elegante, la serie hilvanaba la visita semanal de un plato volador con diferentes subtramas que se iban encadenando de capítulo en capítulo. Lamentablemente, a ambos lados del Atlántico, los episodios fueron emitidos de manera muy desordenada, volviéndolos casi inentendibles para la audiencia, que terminó dándole la espalda. Frente al estrepitoso fracaso, Anderson se quedó sin saber qué hacer.
El lado oscuro de la Luna
“Algo había cambiado en nosotros. Anduvimos perdidos y nos costó mucho volver a enfocarnos”, recordaría años después Sylvia Anderson. El salvavidas lo tiró Lew Grade, que en 1972 logró colocar OVNI en los Estados Unidos, asegurándose de que CBS pasara los capítulos en el orden correcto. No fue un éxito descomunal, pero anduvo muy bien. Tanto, que le dio a la serie una segunda exhibición en Inglaterra, con mejores resultados; y una primera pasada en Italia, donde sí se convirtió en furor mediático, llegando a remontar los capítulos para armar cinco largometrajes estrenados en cine.
Hambrienta por nuevos episodios, la RAI acordó con los Anderson la producción de una secuela, OVNI: 1999, contando el final de la invasión alienígena desde una base terrestre plantada en el lado oscuro de la Luna. Las partes planeaban un show con contenidos realistas que fueran desde lo filosófico hasta lo ecológico, tomando como modelo la película 2001: Odisea del espacio, de Stanley Kubrick. Pero la CBS estaba interesada en el costado más aventurero y fantástico de la ciencia-ficción, buscando un producto que pudiera convertirse en la nueva Viaje a las estrellas.
Para cuando terminó la discusión, habían pasado dos años y el cuarto de hora de OVNI estaba agotado. Atento a la repercusión internacional de Terremoto (1974), Anderson reformuló la premisa fantacientífica en base a un disparador con el ADN del cine catástrofe. El 13 de septiembre de 1999, por la explosión de los basurales nucleares que la humanidad mantenía en la Luna, el satélite saldría disparado de su órbita alrededor de la Tierra, abandonaría el sistema solar y vagaría por el espacio como si fuera una enorme y moribunda nave espacial. La ITC británica y la RAI compraron la idea y pusieron la plata; y Grade aseguró la exhibición en 85 estaciones locales de los Estados Unidos. Martin Landau y Barbara Bain, quienes además de estar casados habían actuado juntos en Misión: Imposible, fueron los elegidos para interpretar a la pareja protagónica, John Koenig y Helena Russell, capitán y médica de la Base Lunar Alfa. Por detrás, Barry Morse (como el asistente científico Victor Bergman) encabezaba un reparto más conocido en Inglaterra que en los Estados Unidos.
Cosmos: 1999 (Space: 1999) se estrenó en septiembre de 1975, dividiendo las aguas entre crítica y público. La prensa angloparlante le cayó con inusitada dureza, tildándola de pretensiosa, intelectual, lenta e incomprensible. Pero los espectadores acompañaron la serie, cuyo rating fue aumentando semana tras semana. No era el resultado que esperaban los Anderson, pero la línea de flotación del programa se mantenía con la aprobación de la teleaudiencia, no con la opinión de los especialistas. Y el encendido permitía mantener en marcha la máquina que producía una de las series más costosas de la historia británica.
Los efectos especiales se llevaban la porción más abultada del presupuesto, porque además de las naves y artefactos con que contaba la Base Lunar Alfa, cada capítulo necesitaba montar un ambiente alienígena diferente y particular. Una responsabilidad que Brian Johnson, futuro hacedor de milagros en el Alien de Ridley Scott y El Imperio contraataca, supo resolver combinando técnicas ópticas, maquetas ultradetalladas y decorados físicos en escala real. El vestuario humano y extraterrestre le fue encargado al diseñador austríaco Rudi Gernreich, que había revolucionado el mundo de la moda sesentista al patentar el estilo unisex: apelando a líneas minimalistas, utilizando materiales no convencionales (desde el plástico al vinilo), militaba abiertamente por la liberación sexual femenina y buscaba entablar un diálogo crítico entre la ropa y la coyuntura social del momento.
Algo que Cosmos:1999 también planteaba desde sus argumentos, volcados más hacia la generación de preguntas que a la exhibición de respuestas. Montada sobre los efectos destructivos que había instalado la paranoia nuclear, la serie buscó crear conciencia sobre los peligros potenciales del uso hostil de la ciencia con fines político-militares, capaces de extinguir todo tipo de vida sobre cualquier planeta. Mencionando la antimateria, los agujeros negros y las anomalías espacio-temporales, se las arreglaba para hablar de las manipulaciones ideológicas llevadas adelante por sectas religiosas y regímenes totalitarios. Esbozando una improbable teoría sobre el origen de la humanidad, evidenciaba la desigualdad entre géneros y propugnaba el empoderamiento femenino cuando ese término aún no se había acuñado. “Veníamos bien y las proyecciones que manejábamos eran mejores”, contó Gerry Anderson. Hasta que Isaac Asimov dio su opinión.
Asimov, uno de los más grandes escritores de ciencia-ficción de todos los tiempos, autor de Yo, robot, Viaje fantástico y la saga de Fundación, entre muchas otras obras, se despachó contra Cosmos:1999 en una columna del New York Times y en un artículo para la hoy desaparecida revista Cue. Básicamente, aplaudió el nivel de los efectos especiales y destrozó las bases científicas que planteaba la ficción, principalmente aquellas referidas a la explosión que sacaba a la Luna de su órbita. “Un programa que pretende ser ciencia ficción y desprecia la ciencia, o no logra comprenderla, difícilmente pueda ser inteligente. (…) Es primitivo (…) y está lleno de clichés. (…) Falla abismalmente en el uso del background científico, la caracterización de los personajes y las tramas”, escribió el inventor de las tres leyes básicas de la robótica.
Cuánto influyeron las palabras de Asimov en el ánimo de los espectadores, sigue siendo materia de discusión entre los fanáticos del programa. Lo cierto es que cuando sus calificaciones empezaron a circular masivamente, las críticas periodísticas se volvieron más furibundas y el encendido empezó a decaer notoriamente. “Si no logramos que funcione, no sólo será el final de Cosmos: 1999, será el final de la ciencia-ficción televisiva”, auguró Gerry Anderson antes de meter mano en los contenidos y sellar el destino de la serie.
Vueltas por el universo
La primera baja importante que produjo el bombardeo de Asimov fue la RAI, que se retiró del proyecto por el descenso del rating. Contando sólo con la financiación británica, los Anderson decidieron alejar la serie de las costas filosóficas para adentrarla en el océano aventurero más clásico, sumándole algunas notas humorísticas carentes de gracia. Sin justificar argumentalmente la naturaleza de los cambios, la Base Lunar Alfa le dijo adiós al tercero en mando, el científico Bergman, para poner en su lugar a la alienígena Maya (interpretada por la ex chica Bond Catherine Schell), nativa del planeta Psychon con una mente brillante y el poder de metamorfosearse en cualquier animal.
A Landau no le gustó nada el cambio de rumbo. “Esta no es la idea original de la serie -le dijo a Gerry Anderson-. Se ha vuelto algo vergonzoso para mí. Este año debería ser el más importante del programa, no el más intrascendente”. Conscientes de que estaban a punto de perder a su estrella principal, los Anderson decidieron darle mayor preponderancia a Maya, con la ilusión de ascenderla a protagonista exclusiva de una soñada tercera temporada o, dependiendo de la continuidad de Landau y Bain, independizarla en una serie aparte.
La segunda temporada de Cosmos: 1999 debutó en septiembre de 1976. Esa noche, todos los involucrados supieron que era un fracaso estrepitoso. Principalmente, porque algunas cadenas locales que habían emitido la serie el año anterior, no la incluyeron en su grilla. Para peor, ante la nula respuesta del público, los canales que sí la exhibían la fueron levantando sin esperar a que terminara. En Gales y otras regiones del Reino Unido, por ejemplo, Cosmos: 1999 se vio completa recién en 1990, cuando fue transmitida a nivel nacional por la BBC. En el resto de Inglaterra y los Estados Unidos., la gran apuesta de la ciencia-ficción británica contemporánea bajó las persianas el 12 de noviembre de 1977, contabilizando 48 episodios.
Soy tu fan
A partir de 1978, gracias al impacto cultural impreso por Star Wars, la serie empezó a conquistar otros mercados internacionales, donde le fue realmente bien. Para esos destinos, los Anderson remontaron viejos episodios en cuatro largometrajes cinematográficos: Destination: Moonbase Alpha, Alien Attack, Journey Trough the Black Sun y Cosmic Princess. Para las salas italianas, armaron especialmente Spazio: 1999, con una nueva banda sonora encargada a Ennio Morricone. Entrados los ‘80, Cosmos: 1999 se había convertido en una serie de culto, adorada en Europa, América, Asia y África, donde los fanáticos poblaban convenciones y eventos especiales, clamando por la resurrección de la serie.
En este sentido, el acto más importante se llevó a cabo en Los Ángeles el 13 de septiembre de 1999, día en que la explosión nuclear separaba a la Luna del sistema solar. Durante la jornada, vehementes entusiastas llegados de Francia, Italia, Bélgica, Alemania, Suiza, Brasil, Australia y Nueva Zelanda hicieron oír sus reclamos y mostraron su propuesta para el relanzamiento de la franquicia. Movilizados por la pasión, habían logrado realizar el cortometraje Message from Moonbase Alpha, guionado por el jefe de escritores de la serie original, Johnny Byrne; y protagonizado por una de las actrices secundarias recurrentes, Zienia Merton, retomando su papel de la analista Sandra Benes.
En siete minutos, Benes cerraba la historia de la serie y abría la puerta para otras aventuras y nuevos personajes. Tras 25 años de viajar por el espacio, la tripulación de la Base Lunar Alfa había encontrado un planeta habitable y podían abandonar la Luna. Después de que ella finalizara el mensaje que estaba grabando y apagara las luces de la estación, la vida del (ahora) comandante Koenig, la doctora Russell y la cambiaformas Maya, junto con la de cientos de hombres y mujeres, pasaría a desarrollarse en Tierra Alfa.
Los Anderson, que no fueron a la convención a pesar de haber sido especialmente invitados, aprobaron el final desarrollado por los fanáticos y los antiguos colaboradores de la serie. “Está bien que Cosmos: 1999 termine en 1999″, dijeron antes de ponerle punto final a uno de sus hijos dilectos. Durante años, les llovieron ofertas para volver a la Base Lunar. Gerry, muerto en 2012, siempre se opuso. Sylvia, fallecida en 2016, mantuvo esa postura. En 2019, los CEOs de Anderson Entertainment acordaron un reinicio de Cosmos: 1999 en formato de audiodrama. Grabaron cuatro episodios. Nadie parece haberlos escuchado.
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