La historia de un adolescente con síndrome de Down y su búsqueda por dejar atrás los prejuicios se consagró como una serie que supo adelantarse a su tiempo
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Entre septiembre de 1989 y mayo de 1993, la cadena estadounidense ABC apostó por un título que asumía el riesgo de contar una historia a través de un protagonista que no era el habitual para una serie, y desde su mirada ponía en marcha varias líneas argumentales que representaban temas que eran considerados tabú. Y aunque Corky, la fuerza del cariño no fue un hit en términos de rating, sí marcó un primer gran paso hacia una televisión más inclusiva y dejó su huella en varias generaciones.
La vida alrededor de Corky
Corky, la fuerza del cariño nace a partir del deseo del productor Michael Braverman por contar el día a día de una típica familia de los suburbios, desde la perspectiva de Corky (Chris Burke), un joven con síndrome de Down. De ese modo, el eje de la trama estaba puesto Andrew (Bill Smitrovich) y Elizabeth (Patti LuPone), un matrimonio con dos hijas y un hijo, y los temores propios de los estudiantes de secundario. Braverman sabía que todos los personajes debían ser importantes, pero que en los roles más jóvenes se encontraba el camino hacia las historias más atractivas.
Luego de varios años asistiendo a una escuela diferencial, los padres de Corky deciden enviarlo a un colegio tradicional. Eso despierta en el adolescente una gran cantidad de inseguridades y lo lleva a enfrentarse al prejuicio de muchos de sus compañeros y profesores, quienes no lo consideran “normal” (la construcción social que gira en torno al error que implica hablar de “normalidad”, desde luego, será uno de mayores pilares de la ficción). Sin embargo, Corky lucha por adaptarse y, aunque deba atravesar situaciones difíciles en las que es víctima de bullying o es menospreciado, logra vencer sus miedos.
Para Braverman era importante contar esa historia, como él mismo reconoció en una entrevista de la época: “Hay más de treinta millones de personas discapacitadas en Estados Unidos, gente que tiene algún diagnóstico físico o mental. Y yo me sentía obligado a mostrar esa realidad y dignificar a esas personas”.
La llegada de Chris Burke
Chris Burke era apenas un niño cuando en una serie llamada The Fall Guy vio a Jason Kingsley, un chico con síndrome de Down que actuaba dándole vida al hijo de un personaje invitado. Burke quedó entusiasmado frente a eso que vio en pantalla y no pudo evitar fantasear con cómo sería trabajar en la televisión. Entonces le escribió una carta al chico para confesarle su admiración y contarle cómo lo había movilizado verlo actuar. De ese modo, entre ambos comenzó una amistad por carta que se iba a prolongar durante mucho tiempo.
Durante el transcurso de los próximos años, Burke comenzó un tímido coqueteo con la actuación, a medida que leía obsesivamente biografías de sus estrellas de cine favoritas. Instalado en Nueva York junto a su familia, el joven trabajaba como ascensorista cuando el destino llamó a su puerta. Gracias a la recomendación de la madre de Jason Kingsley, Burke pudo actuar en un piloto llamado Desperate, y si bien ese proyecto fue un fracaso, los productores sugirieron el nombre del actor para que le diera vida a Corky, en el proyecto de serie que estaba preparando Braverman.
“Corky es alguien que no se da por vencido, y yo tampoco me doy por vencido. Él enfrenta toda clase de desafíos, aunque no siempre pueda lograr sus objetivos”, reflexionó en una oportunidad Burke, al ser consultado sobre la naturaleza de su personaje. “Pero Corky es una persona ordinaria que hace cosas extraordinarias. Y aunque no lo sabe, él es una verdadera inspiración”, sumó.
Corky, la fuerza del cariño era la primera serie televisiva cuyo protagonista tenía síndrome de Down, y eso no fue algo menor. Plantear una ficción que no buscaba el golpe bajo, sino representar de forma sincera los mecanismos emocionales de un adolescente con síndrome de Down y cómo su familia buscaba acompañarlo en su crecimiento, fue algo muy importante para la pantalla chica. Este era un título inclusivo en un momento en el que no se utilizaba dicho término, y fueron muchas las voces que celebraron el que un canal pusiera en marcha un relato de esa naturaleza.
En el año de su estreno, Donna Rosenthal, vocera de la Sociedad Nacional del síndrome de Down en Nueva York, expresó mediante un comunicado: “Cada episodio es mejor que el anterior. Y el hecho de que sea un actor con síndrome de Down el que represente a ese personaje, hace que la propuesta resulte más creíble”.
La historia de Becca
Si bien la primera temporada de la serie estaba focalizada en Corky y en cómo lograba adaptarse a una nueva escuela, el segundo año comenzó a prestarle más atención a la hermana del protagonista, Becca (Kellie Martin). Ella era una joven muy inteligente pero con problemas para sociabilizar. Sin embargo, su vida cambia cuando conoce a Jesse (Chad Lowe), un compañero del que se enamora. Pronto él le revela que tiene VIH, algo que no se convierte en un obstáculo cuando ambos deciden vivir un emotivo romance.
Una vez más, y con el vínculo de Jesse y Becca como timón, la serie profundizó en los fantasmas del VIH, la necesidad por eliminar mitos absurdos y representar un sincero romance que escapaba de los clichés de esa época, al punto de educar al público joven en la importancia de practicar el sexo de manera segura. A través de otras historias y otros personajes, Corky, la fuerza del cariño también se refirió a las adicciones, los peligros del alcohol al volante, la discriminación y la violencia inherente en los colegios secundarios, tópicos que esta serie sabía mostrar de forma muy cuidadosa. Pero el marco de esos relatos siempre tenía que ver con esa presunta “normalidad” que la ficción rechazaba, y cómo cada persona siempre debe hacer su propio camino procurando superar únicamente las metas propias.
Burke, más allá de Corky
El cierre de Corky, la fuerza del cariño encontró a su protagonista con un empleo y muy enamorado de su novia. Y con un final agridulce, en el que Becca volvía a la casa familiar siendo una adulta, la serie se despedía luego de 83 episodios.
A lo largo de los cuatro años que estuvo al aire, Chris Burke recibió una nominación a los Globo de Oro como mejor actor, y obtuvo numerosos galardones por su labor. Una vez que la serie llegó a su final, Burke trabajó en otras propuestas e incluso formó una banda folk llamada DeMasi Brothers. Por otra parte, él se convirtió en un vocero en lo referido al síndrome de Down, brindó innumerables discursos de superación y siempre buscó concientizar al público sobre la importancia de no estigmatizar a las personas que tienen ese diagnóstico.
Para Burke, Corky la fuerza del cariño no deja de ser un gran momento de su vida: “Esta historia demostró que la gente discapacitada puede formar parte. Solo hay que darles una chance y ellos aprenderán. Y eso fue lo que este show intentó enseñar”.
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