Cómo empezó la segunda temporada de Luis Miguel, la serie
La biopic de Netflix, todo un boom en su primera temporada, está de vuelta con dos líneas de tiempo paralelas y la explosión del “Luismi” de los 90, desde su consagratorio disco Aries
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En el final de la primera temporada de Luis Miguel, la serie (Netflix), los dos tiempos que habían dividido la historia de Luis Miguel (Diego Boneta) finalmente se unían. A comienzos de los 80, Marcela Basteri (Anna Favella), la madre perdida y anhelada, llegaba a Madrid bajo los artilugios de Luis Rey (Óscar Jaenada) que buscaba su firma en un papel. Luis Miguel todavía era menor de edad y la autorización de su madre era imprescindible para el cambio de discográfica. En esa tarde en la casa de Las Matas quedaba guardado el misterio de su destino. Y en el presente de comienzos de los 90, un Luis Miguel que disfrutaba del reciente éxito de su disco Romance volvía a España a escuchar la confesión final de su padre. Pero de esa despedida solo quedaba la mentira sobre el paradero de su madre, el enigma sobre aquella última tarde, el misterio de esa ausencia irreparable que todavía corroía su presente.
La investigación del Servicio Secreto israelí, que parecía ofrecer pruebas sobre el presente de Basteri, fue la revelación de último minuto con la que la serie cerró su primera temporada. Y el interrogante que todos los espectadores esperaban ver resuelto en los primeros minutos de esta nueva entrega. El marco es la misa de despedida de Luis Rey en Madrid y en esos preliminares es Hugo López (César Bordón) quien le informa al cantante que su madre fue vista hace menos de un año en una banco, retirando dinero de una de sus cuentas. Mientras tanto, Tito (Martín Bello) exige dinero a los representantes de Luis Miguel para no exponerlo al escándalo –la muerte de Luis Rey vinculada con el VIH todavía era tabú en ese tiempo- y su abuela Matilde (Lola Casamayor) quiere retener al pequeño Sergio en Madrid, de acuerdo a la última voluntad de su hijo. El destino de su hermano, la muerte de su padre marcada por el silencio y el misterio en relación a lo sucedido con su madre son las claves de ese tiempo que ahora se instituye como pasado.
El título del episodio, “Qué nivel de mujer”, anticipa el álbum Aries, uno de los ejes de esta primera parte de la temporada. El tiempo que funciona como contrapunto con esos primeros años 90 es el 2005, que anticipa otro estadio en la carrera del cantante, signado por una mayor soledad, la ausencia de su entorno familiar y la estabilidad como una de las estrellas indiscutidas del mercado latino. Lo vemos por primera vez en un yate en el Mediterráneo, en una fiesta rodeado de modelos, y custodiado por sus dos asistentes, el español Mauricio (interpretado por el galán Fernando Guallar), y el argentino Joe (Juan Ignacio Cane), figura oscura cuyo protagonismo en el entorno de la estrella irá creciendo con el correr de los episodios.
A diferencia de la primera temporada, cuya alternancia temporal combinaba el dominio de Luis Rey en los inicios de la carrera de Micky y el intento de emancipación de esa figura omnipresente luego de su mayoría de edad, en esta segunda temporada Luis Miguel ya es un adulto, que en los años 90 intenta descubrir el gran misterio de su vida vinculado con la ausencia de su madre y quince años después lidia con los primeros signos de decadencia y los intereses que se dirimen alrededor de su fama y exposición. Por ello ante la ausencia de uno de los personajes claves del 2018, el villano al que modeló Óscar Jaenada como Luisito Rey, de ambición grotesca y pedante, despreciable y divertido al mismo tiempo, la serie construye dos figuras sustitutas, dos villanos más banales y elusivos, menos deudores de los excesos melodramáticos y más adheridos a las necesidades de la historia.
Uno de ellos aparece en 1992, cuando Hugo López finalmente decide operarse del cáncer que amenaza su vida y tomar un nuevo asistente para manejar los asuntos de Luis Miguel. Ese nuevo personaje es Patricio Robles (Pablo Cruz), surgido en el riñón de la WEA y convertido en una especie de espía de la discográfica en el entorno del artista. Pero Patricio también tiene su propia agenda, todavía opaca en estos primeros episodios, que lo impulsa a manipular y extorsionar para hacerse con el puesto junto a Hugo y acceder al centro de decisiones en torno al cantante. El otro, ya en el presente del 2005, es Joe, el tour manager de la gira por Latinoamérica de ese año, la misma que culmina con el famoso accidente en uno de los conciertos en Perú. Joe es quien cierra el acuerdo económico –con un espurio beneficio propio-, descuida la seguridad del lugar y revela la perfecta imagen de esa corte tóxica que envuelve a las figuras públicas. La serie lo contrapone a Mauricio, profesional y responsable, y juntos forman ese marco en el que Luis Miguel se mueve ya en la etapa adulta de su carrera, definida por otra época del negocio musical que aquella que comenzó con las ambiciones de su padre.
En relación a su entorno familiar, el progresivo deterioro de las relaciones afectivas que rodean a Luis Miguel ya empieza a vislumbrarse en los tempranos 90. La decisión de quitar a Sergio de la órbita de su abuela Matilde, quien fuera una de las principales encubridoras de los asuntos de Luis Rey, y de Tito, que intenta convertir al niño en su sucesor en la canción, no termina dando buenos resultados. El chico se siente solo en su nueva casa en México, mientras sus hermanos persiguen en secreto los últimos pasos de su madre. Es esa misma obsesión la que aleja a Luis Miguel de Érika (Camila Sodi), la que le impide pensar en su carrera, lo distrae en las sesiones fotográficas para la portada de una revista, le imposibilita proyectar un futuro. Sus días se concentran en perseguir aquel fantasma de su infancia, contenido en las fotos y los videos familiares, un tiempo previo a la ausencia, a la desolación de la tragedia.
Finalmente en la reunión con el agente de la Mosad –la parte policial es la que concentra las mayores debilidades de la serie- se revela que la mujer que aparece en los registros del banco no es su madre. Su hermano Alejandro (Juanpa Zurita) finalmente la reconoce como María, una vecina de la casa de Las Matas, y Luis Miguel decide seguir esa pista para descubrir qué hay detrás del engaño. Es esa mujer a la que encuentra en Madrid y la que finalmente lo pone sobre la pista de Tito. Fue el primo de su padre quien recibió a María aquella tarde de la desaparición de Marcela Basteri con la camisa ensangrentada, fue él quien la amenazó para que use el pasaporte de Marcela y así extraer dinero de las cuentas bancarias, y es él quien todavía la aterroriza para mantenerla en silencio. Luis Miguel decide enfrentarlo.
Las últimas escenas del primer episodio combinan dos de los momentos de crisis en la vida del cantante. En el año 2005 recrean el accidente ocurrido en los escenarios peruanos, donde una descarga eléctrica ocasiona un apagón en el concierto y deriva en un problema serio para el oído del artista. Y en aquel 1992 el enfrentamiento con Tito concluye en una confesión a gritos, el relato de una pelea en aquella tarde en Las Matas y la acusación a Luis Rey. “Fue un accidente” son las palabras que pronuncia Tito acorralado por los golpes y las acusaciones de quien una vez fuera su querido sobrino. ¿Será esa la verdad de lo que pasó con Marcela Basteri? La serie, que hasta ahora apuntó a sostener el misterio de su destino como una de las principales intrigas de la historia, no parece dispuesta a cerrarla tan fácilmente. Habrá que esperar a los nuevos episodios para descubrir cuáles son los próximos pasos del cantante en esa pesquisa y qué es lo que le espera en el crítico presente de su carrera.
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