Combate: la exitosa serie que hizo foco en el costado humano de una guerra y se convirtió en una fatal condena para su protagonista
Creada por el guionista Robert Pirosh, la ficción se mantuvo al aire durante cinco temporadas, con Vic Morrow y Rick Jason en los roles principales
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Malas noticias para los sub 40: esta nota no habla de Flor Vigna, Mica Viciconte o Locho Loccisano; tampoco se trata de equipos verdes o rojos, y mucho menos de competencias con sogas, agua o pelotitas de colores. Porque antes de ese Combate -reality de corto aliento y semillero de figuras siglo XXI que emitía El Nueve-, hubo una serie que llevó ese nombre a una enorme cantidad de hogares alrededor del mundo, en blanco y negro (salvo su última temporada) y con la Segunda Guerra Mundial como telón de fondo.
Combate nació como consecuencia de las heridas emocionales y psicológicas que había recibido el sargento de Infantería de los Estados Unidos Robert Pirosh durante sus años en el campo de batalla. Previo a su paso por el ejército, Pirosh había dado sus primeros pasos en Hollywood. Se había cruzado con la locura de Los hermanos Marx en sus primeras dos películas para MGM: Una noche en la ópera (1935) y Un día en las carreras (1937), y también había puesto sus ideas al servicio de El mago de Oz (1939). Luego llegó el lógico parate, con su participación en algunos enfrentamientos que quedaron en los libros de historia, como La batalla de Ardenas, y una vuelta a casa que lo había cambiado por completo. Robert Pirosh necesitaba exorcizar lo vivido, y sabía hacerlo de una sola manera: convirtiéndolo en ficción, transformándolo en imágenes sobre una pantalla.
Primero fue el guion fue de Battleground (1949), y dos años después Camino a la bancarrota (Go For Broke, 1951), que también dirigió. Ambas películas compartían el mismo protagonista, Van Johnson, y también la guerra como telón de fondo; por la primera ganó en 1950 un Oscar y un Globo de Oro. No solo entendía de qué estaba hablando, sino que también lo sabía contar.
Pasaron diez años, en los que el guionista, productor y director se abocó a otros proyectos, sin embargo, los horrores de la guerra siguieron acompañándolo. Así fue que en 1962 llegó el guion de El infierno es para los héroes (Hell Is For Heroes), llevado a la pantalla por Don Siegel y protagonizado por Steve McQueen.
El género tenía su legión de fanáticos, tantos como para probar llevarlo a la televisión: alguna que otra experiencia previa auguraba un terreno fértil. Así que Pirosh se sentó nuevamente en su máquina de escribir para contar otra vez la misma historia, o más bien otras parecidas, pero con una sola palabra que sirviera como denominador: Combate.
Hombres en combate
Aunque en un principio se iba a llamar “Men in combat”, los ejecutivos de la cadena ABC decidieron a último momento acortar el título para generar una mayor contundencia, y lo lograron. Combate fue un éxito desde su nacimiento, aun cuando su apuesta era arriesgada. Porque si bien tenía todos los condimentos para encajar en el género, sus tramas no glorificaban la violencia; al contrario, su acercamiento a la época mostraba el lado más humano de los soldados, sus inseguridades, sus miedos, y sus deseos de que todo termine de una vez. No por eso se revelaban menos patriotas ni violentos, claro, pero los enfrentamientos que describía cada capítulo generalmente eran la consecuencia, nunca la causa. La protagonista no era la guerra en sí (como sí sucedía en el cine bélico, tanto previo como posterior) sino la patrulla, que estaba siempre a merced del enemigo.
Fue el productor Selig J. Seligman, veterano y abogado en el Juicio de Nüremberg, quien se encargó de conformar el equipo que comandaría cada aventura. Vic Morrow era el Sargento Saunders, Rick Jason le disputaba protagonismo como el teniente Gil Hanley. Los seguían Jack Hogan (William Kirby), Pierre Jalbert (Caje), Dick Peabody (Little John), Tom Lowell (Billy Nelson) y Conlan Carter (Doc). Saunders lideraba el primer pelotón de la Compañía K, y Hanley el segundo. Lo del protagonismo fue tan cierto, que llegaron a hacerse dos intros, de acuerdo al grupo que tuviera mayor desarrollo: una encabezada por Morrow y la otra por Jason; no es necesario decir que muy pronto Vic opacó a su compañero, y quedó como gran protagonista del programa.
A pesar de lo que publicaba la prensa de entonces, la relación de ambos actores era excelente, tanto así que hicieron causa común cuando la producción quiso hacerlos trabajar más por menos dinero. Fue en una ventana entre las temporadas 3 y 4, y en pos de darle una vuelta de tuerca a las locaciones que la producción les ofreció a Morrow y a Jason viajar a Francia para hacer algunas tomas, que se intercalarían más tarde con lo filmado en estudio. En principio ambos actores estuvieron de acuerdo, hasta que les avisaron que, por no estar en época de rodaje, solo se les pagarían los viáticos (cada episodio costaba 150 mil dólares). “De ninguna manera”, dijeron ambos a coro, por lo que se quedaron en sus casas mientras el rodaje se llevó a cabo con dobles. El resultado fue un fiasco, y esas escenas solamente se vieron en un par de episodios de la cuarta temporada.
Previo a esa situación, los compañeros también se habían aliado para hacer más llevadero su trabajo. El primer punto de conflicto fue la recordada ametralladora Thompson que llevaba el Sargento Saunders. En los primeros capítulos la portaba su compañero, hasta que decidió cederla debido a su excesivo peso. Morrow la aceptó, siempre y cuando pudiera usarla solo en las escenas de acción, para el resto de las escenas exigió una réplica en madera mucho más liviana.
Tampoco fueron del agrado del elenco los cascos, de acero e insoportables para las largas horas de rodaje. Luego de varias pruebas infructuosas, los productores decidieron reemplazarlos por otros hechos de fibra de vidrio, a medida de la cabeza de cada actor.
Jaque Mate a Rey 2, Torre blanca a Peón 8
Entre las patrullas se comunicaban en código, utilizando terminología de ajedrez como denominación. Así, en los juegos infantiles de la época -en tiempos de walkies talkies con cables- era común escuchar un: “Jaque Mate, Rey 2, aquí Torre blanca”.
Cinco temporadas y 152 episodios, entre 1962 y 1967 marcaron el camino de gloria de la serie. Combate multiplicaba su éxito de capítulo en capítulo, y cada vez más actores querían calzarse el casco y aparecer como invitados. Algunos de los astros de Hollywood que se dieron el gusto fueron: Robert Duvall, James Caan, Leonard Nimoy, Dennis Hopper, Charles Bronson, Lee Marvin, Telly Savalas, Mickey Rooney, John Cassavetes, Bill Bixby o Ricardo Montalban.
Del otro lado de la cámara, en el sitial del director, también hubo históricos, como Richard Donner, Ted Post, Laslo Benedek o Robert Altman. Este último, que se encargó de diez episodios, incorporó la idea de hacer televisión con cámara en mano, toda una novedad para la época.
Otra característica que convirtió a Combate en un clásico, fue su banda sonora. En la búsqueda de un sonido que pudiera representar los avatares de la guerra se contrató al compositor Leonard Rosenman, a pesar de estar viviendo en Italia en ese momento. Con una charla previa, y algunas conversaciones telefónicas, el músico se las arregló para crear diez horas de pistas, que luego fueron insertadas de acuerdo a la acción. También estuvo a cargo de la intro, un tema que quedó para siempre en el recuerdo de los televidentes.
Combate era un éxito probado cuando, en 1963, comenzó a emitirse en Argentina por Canal 11. Y la fórmula volvió a repetirse, convirtiéndose en una de las series más queridas por el público local, incluso después de su levantamiento en 1967. Y muy especialmente luego de que Vic Morrow perdiera la vida trágicamente.
Negligencia y muerte
El paso de Vic Morrow por Combate signó el resto de su carrera. Aunque participó de series emblemáticas de los 70 como Misión imposible, Mannix, Hawai 5-0, Los ángeles de Charlie o La isla de la fantasía su cara, aunque castigada por los años, seguía muy asociada al sargento Saunders. Esta situación -creía él-, también le había cercenado un camino más auspicioso en la pantalla grande. Por eso, cuando a comienzos de la década del 80 llegó la posibilidad de participar de la adaptación cinematográfica de La dimensión desconocida (The Twilight Zone, The Movie, 1983) producida por Steven Spielberg, Vic entendió que era su gran oportunidad para reorientar su carrera hacia un formato que siempre le había sido esquivo.
Dividida en cuatro episodios autoconclusivos, el de Morrow narraba la historia de un hombre resentido, racista y antisemita, que viaja en el tiempo a Francia, durante la Segunda Guerra Mundial, y era capturado por la SS al ser confundido por un judío. La historia proseguía con diferentes saltos temporales, que enfrentaban al protagonista con su propio odio.
El capítulo estaba a cargo del director John Landis (los demás fueron dirigidos por Joe Dante, George Miller y el propio Spielberg), quien sometía al equipo a largas jornadas de trabajo, como una manera de abaratar costos.
Sobre la marcha se decidió modificar el guion original, y hacer que el personaje tuviera un momento de redención, salvando a dos huérfanos vietnamitas. En la escena, filmada el 23 de julio de 1982, Morrow debía correr con los niños actores Renee Chen y My-ca Dinh (de seis y siete años) bajo un helicóptero suspendido en el aire. Eran las dos de la mañana cuando Landis gritó “Acción”. Promediando la escena, el aparato se desplomó sobre los tres actores, matándolos en el acto.
Landis fue llevado a juicio por negligencia criminal, y aunque fue absuelto, el trágico suceso determinó el fin de su relación con Spielberg, ya que este último lo acusó de no tomar las medidas de seguridad necesarias. A lo largo de nueve meses se escucharon las teorías más absurdas, la defensa del director llegó a señalar que parte de la responsabilidad había sido de Vic Morrow por “no correr lo suficientemente rápido”.
La película se estrenó incluyendo el episodio, eliminando por completo la escena del helicóptero y dejando la idea original. La de un hombre mayor, que se enfrentó a los horrores de la guerra y nunca llegó a tener una segunda oportunidad.
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