"El tintineo de las cajas registradoras me encanta. Es un verdadero sueño. El mejor trabajo que tuve antes de ser actriz fue el de cajera de supermercado. Me encanta venderle cosas a la gente". Antes de proclamarse reina de la ficción, Claire Foy repartió comidas a domicilio y revistas gratuitas en el subte. Trabajó de telemarketer, agente de seguridad en Wimbledon y camarera de pub. Pero el destino de esta plebeya británica —"es bueno ser alguien corriente"—, criada en Buckinghamshire, cambió para siempre con su papel de la reina Isabel II de Inglaterra en la exitosa serie The Crown .
Peter Morgan, el dramaturgo británico creador de esta ficción televisiva de Netflix , admite hoy que para aquella interpretación estuvo empeñado en otros nombres que se niega a develar. "Pero en cuanto la vi en una prueba, me pregunté por qué no la había convocado antes. Fue sensacional. Supe que estaba ante la aparición de una nueva estrella. Fue como ver nacer a una nueva Judi Dench. He trabajado con algunas de las más grandes de este oficio, y Claire está allí arriba con ellas". Sucedió hace poco más de dos años. Tras el periplo de empleos varios y el salto a papeles de poca monta en la pequeña pantalla, Claire Foy estaba preparada para el asalto de la corona británica.
Lo hizo con una majestuosa ambición que la llevó a ganar el Globo de Oro a la mejor actriz en una serie dramática en 2017. Un galardón al que siguieron el Bafta y el premio del Sindicato de Actores de Hollywood. Al recoger el Globo de Oro, Foy dedicó el trofeo, entre otras "damas extraordinarias", a la soberana británica. "El mundo andaría mejor con unas cuantas mujeres más al mando". Otra reina, pero del celuloide, Helen Mirren, que también ha interpretado el papel de Isabel II en el cine, le mandó una carta de felicitación por The Crown. La admiración es mutua, dice Foy. Ella también tiene como referentes a Emma Thompson, Helena Bonham Carter y Juliette Binoche. A sus 34 años, bien podría decirse que posee algo de todas ellas. Aunque si tiene que confesar sus obsesiones, en el punto de mira siempre tendrá a Grace Kelly y Doris Day. "Mi madre me decía que no era normal que me pasara todo el día viendo sus películas una y otra vez". Foy ganó el lunes el Emmy a la mejor actriz dramática. [En un rapto absurdo, casi se queda afuera del festejo de los premios de la Academia televisiva por no tener su entrada en condiciones y fue rescatada por un fan famoso: Jonathan Van Ness de Queer Eye. Es fácil imaginar que no volverá a repetirse ].
Claire Foy anda estos días promocionando la película El primer hombre en la Luna, nueva creación del oscarizado Damien Chazelle (La La Land), que se estrena el 18 de octubre en la Argentina y ha sido recibida con tibieza en la Mostra de Venecia y con entusiasmo en el festival de Toronto. Si algo ha resaltado la crítica de esta película basada en la vida del astronauta Neil Armstrong ha sido la interpretación de Foy, que comparte protagonismo con Ryan Gosling . "Acabo de empezar a hacer entrevistas a su lado y soy incapaz de superar lo que dice". La británica, divertida, responde a Gosling: "Inténtalo si puedes". No es el único que últimamente se deshace en halagos. "Decir que va a ser difícil sustituir a Claire es quedarse corto", ha dicho el creador de The Crown, Peter Morgan, después del abandono de Foy tras la segunda temporada de la serie. En una pirueta de 180 grados, va a convertirse en Lisbeth Salander, la protagonista de la saga Millennium creada por Stieg Larsson, en una nueva secuela cinematográfica (adaptada de Lo que no te mata te hace más fuerte, la primera historia escrita por David Lagerkrantz) cuyo estreno está previsto para el 22 de noviembre en los cines argentinos. "Quería encontrar a mi propia Lisbeth y con Claire lo logré", ha dicho el director uruguayo de La chica de la telaraña, Fede Alvarez.
Este otoño boreal, todos quieren a la nueva reina de Hollywood. El viento sopla a favor del huracán Foy. Sus dos nuevos papeles —Lisbeth Salander y Janet Armstrong, esposa del primer hombre que pisó la Luna— aspiran a confirmar su cetro. "Nunca tuve grandes expectativas", explica Foy en medio de este furor mediático en el hotel Beverly Hilton de Los Ángeles. Menuda y calzando sus sempiternas zapatillas Converse, rememora sus inicios: "Fui a la escuela de arte dramático porque había visto millones de películas de pequeña y pensé que estaría bien. Ni siquiera pensaba en hacerlas. Me metí en esta profesión porque quería contar historias y lo que esperaba era el fracaso. Pero si al menos conseguía ganarme la vida, todo iría bien. Sé que uno tiene que comer y para ello hay que trabajar y ganar dinero. Pero luego vino el Globo de Oro y todo cambió. Cuando estás rodando, vives como en una burbuja. Solo te haces a la idea del alcance de estas cosas cuando pisas los Estados Unidos. Y en particular Los Ángeles. En esas galas es cuando te ves subida en un pedestal, con la gente pidiéndote autógrafos. Esperan que seas Dios, cuando todos estamos hechos de la misma forma".
Su infancia transcurrió en una "ruidosa familia irlandesa" sin ninguna inclinación artística. Ella es la menor de tres hermanos. Con unos padres que se divorciaron cuando tenía ocho años, desarrolló una capacidad de observación a la que se aferra al preparar hoy cada nuevo trabajo. "Es como una documentalista, siempre tan bien preparada, habiendo investigado todo lo necesario sobre su personaje", dice Ryan Gosling. Como rememora David Rankin-Hunt, consejero de la casa real británica que asesoró al equipo de The Crown, fue lo mucho que Foy indagó en la vida de la soberana británica lo que le permitió llegar a parecerse tanto. "A medida que la serie fue avanzando, Claire fue despojando a su personaje de quien era antes de su coronación para convertirla en la reina", recuerda Matt Smith , que interpretó en la trama a Felipe de Edimburgo.
Pese a la pompa que le acompaña hoy, lo único que le ha alterado los esquemas a esta intérprete ha sido la pequeña Ivy Rose, de dos años. Acudió embarazada de ella a la audición con Peter Morgan que le cambió la vida. "Fue ideal, porque durante la gestación no tenía la cabeza para otra cosa. No fui capaz de darme cuenta de que estaba aceptando el mayor trabajo de mi carrera mientras me preparaba para el mayor cambio en mi vida, a punto de tener una hija". Conoció a Stephen Campbell Moore, el padre de Ivy Rose, en 2011. También actor, se casaron en 2014, justo un año antes de la llegada de la pequeña. A la historia no le faltaron las notas dramáticas. Además de sufrir un parto traumático con hemorragia, durante aquel tiempo su marido fue diagnosticado con un tumor benigno en la base del cerebro. Anteriormente, Foy había tenido problemas de salud, víctima de artritis juvenil y de un tumor en el fondo del ojo. La superación le insufló coraje. En 2018 anunció su separación tras tres años de matrimonio y siete de vida en común. Ahora su vida gira en torno a una única protagonista: su hija.
La directora de su primer trabajo principal en la serie La pequeña Dorrit (2008), Dearbhla Walsh, recuerda lo que todos piensan cuando se ponen frente a Foy: vaya ojazos de plato. Walsh también habla de la "fragilidad" de una actriz de mirada extraordinaria. Un rostro que también llegó a los titulares de prensa arrastrada por la ola #MeToo. Su sueldo en The Crown, indiscutible protagonista de la serie, era sustancialmente inferior al de su compañero de reparto y príncipe consorte en la ficción.
"Este asunto forma parte de un extenso debate y ha plantado la semilla para reevaluar, no solo en nuestra industria, sino en todos lados, la forma en la que se estipulan los salarios", reflexionó el actor ante la prensa. Su sueldo no ha trascendido. El de Foy se acercaba a los 35.000 euros por episodio. Otras actrices británicas descubiertas en la televisión, como Lena Headey, cobran por encima de los 400.000 euros por capítulo en una serie coral como Game of Thrones. A Foy no le gusta abordar el asunto, pero tampoco lo esquiva. No solo se alegra de que salga a relucir por ella misma. Más bien, dice, por su hija. "Tengo la fortuna de ser mujer hoy porque es extraordinario poder hablar con libertad de estos temas".
Sin culpables. Smith es su amigo y lo será "para siempre". Sus vínculos como actriz con aquellos con quienes trabaja son estrechos. Y también es consciente de que Smith ya formaba parte de The Crown cuando ella entró. El intérprete ya era conocido por una de las últimas encarnaciones de Doctor Who, serie por la que el actor firmó un contrato durante cinco años por más de un millón de euros hace una década. "Pero me sorprendió; siendo la protagonista, me vi en el centro de la polémica", reafirmó la actriz titular de la trama.
De momento, más allá de las disculpas públicas, asegura que no ha recibido ninguna bonificación que acorte las diferencias, como los productores indicaron que harían. Los 237.000 euros extras mencionados para equilibrar su salario por The Crown nunca han llegado a su bolsillo. Y la paridad salarial para la nueva temporada no le afectará, ahora que Olivia Colman ha pasado a interpretar en la misma serie a una soberana de mayor edad. En este campo, Foy es consciente de que queda mucho por avanzar. "En un mundo ideal todo iría más rápido. Pero el terreno sigue sin asfaltar. Soy un poco idealista y confío en la igualdad, en el empoderamiento, aunque nos queda mucho por hacer. Encontrar el valor para mantener esta conversación, para impulsar a las que vienen y apoyarnos en las que estuvieron antes en esta misma batalla, conseguir que se piense en la mujer y en la femineidad de otra forma… Es extraordinaria la apertura que estamos disfrutando a la hora de hablar, pero el cambio llevará tiempo".
Entre los aspectos que no está dispuesta a modificar de su vida se encuentra la casa en la que vive en Wood Green, Londres, donde el único capricho que luce es un piano de segunda mano. Apenas lo toca para no despertar a su hija, que duerme justo en la habitación de la planta de arriba. Sus otros vicios son un buen fuego —"en la chimenea", puntualiza— y una copa de vino tinto. Su vida personal no ha cambiado. Su postura no es más regia por haberse metido en la piel de una reina. Tampoco está deseando ir a Marte, a pesar de haberse convertido en la esposa de un astronauta en el cine. "¿Yo? Ni loca. Me gusta volar, pero también lo odio. ¡Como para subirme en un cohete!". Tampoco ha heredado los tatuajes de la indómita hacker Lisbeth Salander, territorio este virgen para ella. "Teniendo en cuenta la cantidad de amigos que tengo con tatuajes, no debo ser lo suficientemente cool", dice entre risas.
Si algo parece definir su carrera es la capacidad de mantener los pies sobre la tierra. Un férreo pragmatismo ante las mieles del éxito y la demoledora maquinaria de Hollywood. "A menos que seas Julia Roberts, nunca te conviertes en la única opción para un director. Nunca dudo de que hay otras 45 actrices idénticas, de la misma edad, el mismo look, el mismo todo, aspirando al mismo papel". Foy, que afirma tener "cero espíritu competitivo", desbancó a la mismísima Scarlett Johansson en la pugna por convertirse en la nueva Lisbeth Salander. Poco antes del vendaval que va a girar en torno a ella este otoño, asegura necesitar tiempo para asimilar todo lo que se le ha venido encima. Para descansar y, sobre todo, organizar la vida antes del huracán. "De lo contrario, no tienes nada que contar. Además, nunca sé lo que voy a hacer hasta que no lo tengo delante de mis narices".
Diario El País
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