Cinco series lacrimógenas para llorar sin culpa
Con This Is Us liderando el ranking, repasamos esas ficciones que nos obligan a tener pañuelos a mano
Un caballo que añora volver a su época de gloria. Tres hermanos que no pueden superar la muerte de su padre. Dos hermanos que se convierten en rivales. Las series elegidas para este conteo ejemplifican, con distintos recursos, cómo el tópico familiar es el que más impacta en el espectador al punto de ponerlo al borde del llanto. ¡Atención: no seguir leyendo esta nota si no vieron las series mencionadas, porque hay spoilers!
*1. THIS IS US
La serie de Dan Fogelman sorprendió el año pasado cuando, a partir de su primer astuto episodio, se empezó a consolidar como una de las mejores producciones sobre la familia, junto con Parenthood de Jason Katims. El drama de la NBC se mueve narrativamente en dos tiempos: la crianza de los tres hermanos Pearson y el presente de cada uno de ellos. Uno de los grandes aciertos de la serie es mostrar cómo ese pasado y las decisiones que toman los padres (Jack y Rebecca, interpretados por Milo Ventimiglia y Mandy Moore) no solo no son olvidadas por los hijos en su vida adulta sino que los ayudan a sobreponerse a los obstáculos. Asimismo, This Is Us logra que sus diversas vueltas de tuerca operen cohesivamente dentro de la narrativa general, sin que sean percibidas como trucos caprichosos.
Por otra parte, el gran misterio del drama (¿cómo muere Jack?) se hace presente en cada capítulo, resignificando los momentos que tienen al patriarca como (compleja) figura indiscutida. De todas las sólidas escenas de la serie, destacamos particularmente las del episodio "Memphis", donde Sterling K. Brown (ganador del Emmy por su interpretaciónde Randall Pearson) y Ron Cephas Jones (quien personifica a William, su padre biológico) emprenden un viaje tan hermoso como angustiante.
*2. SIX FEET UNDER
Six Feet Under concluyó en 2005 y, aún así, hay sólo un puñado de series (como The Wire, The Shield y Breaking Bad) que consiguieron estar a la altura de su inolvidable final. Si bien durante todas sus temporadas la serie de Alan Ball conmovía por la decisión de mostrar cómo la familia Fisher - dueña de una funeraria - se enfrentaba continuamente a la muerte y reflexionaba sobre sus ásperas dinámicas, lo cierto es que su conclusión fue el instante de mayor sensibilidad, porque nos obligó a despedirnos de personajes quebrados, caleidoscópicos, reales. El contraste entre ese viaje que emprende Claire (la brillante y subvalorada Lauren Ambrose) y los flashforwards que revelaban cómo morían los integrantes de la familia y sus respectivas parejas es magistral porque logra uno de los máximos propósitos del drama: ponernos de cara a la finitud.
Por lo tanto, cuando la intérprete australiana Sia empieza a cantar "Breathe Me" - su primer gran hit, incluido en el disco Colour the Small One, uno muy diferente a sus actuales lanzamientos -, detenerse en su frase "I'm small/soy pequeña" se vuelve ineludible, porque efectivamente así se siente uno ante la conciencia de lo efímero, ante nuestra propia mortalidad.
*3. GREY'S ANATOMY
Si hubo algo que nos enseñó Grey's Anatomy es que no hay que subestimar a su creadora, Shonda Rhimes, quien a lo largo de las catorce temporadas de su exitosa producción nos dejó bien en claro que ningún personaje es imprescindible. Si bien en 2005 Grey's ya se perfilaba como sucesora de ER - otra longeva soap opera situada en el contexto de un hospital -, Rhimes subió aún más la vara, marcando con precisión el camino hacia esos golpes brutales al espectador en los que uno de los médicos terminaba perdiendo la vida en situaciones apabullantes. Asimismo, la serie utilizó grandes canciones para que esos puñales calen aún más hondo. Un gran ejemplo de ésto fue el uso de "Chasing Cars" de Snow Patrol en el efectivo episodio "Losing My Religion" de la segunda temporada, en el que Izzie (Katherine Heigl) y su paciente Denny (Jeffrey Dean Morgan, más encantador que nunca) están en medio de un cuento de hadas hasta que el corazón del hombre se detiene.
Desde George O'Malley (T. R. Knight), pasando por Lexie Grey (Chyler Leigh) y Mark Sloan (Eric Dane), hasta Dereck Shephard (Patrick Dempsey), Rhimes no dejó títere con cabeza en Grey's - muchas veces en relación a las disputas que tuvo con algunos actores - y lo hizo siempre con bombos y platillos.
*4. BoJACK HORSEMAN
La comedia negra de Raphael Bob-Waksberg no recibe el crédito que se merece, porque no sólo es una de las mejores series animadas de los últimos años sino una de las mejores series, a secas. La premisa parecía invitar, desde el vamos, a una catarata de lugares comunes que, por el contrario, se eluden con inteligencia. Will Arnett le pone la voz al caballo del título, un alcohólico has-been que tuvo su pico de éxito como actor en los 90 con una sitcom llamada Horsin' Around y que décadas más tarde intenta, infructuosamente, volver al ruedo. Lejos de explotar circunstancias trilladas, BoJack Horseman va abandonando paulatinamente los gags cómicos para bucear en zonas mucho más incómodas y melancólicas. El cambio de tono se produce en "Say Anything", el séptimo episodio de la primera temporada, en el cual Princess Carolyn (Amy Sedaris, una comediante excepcional), ex novia y manager de BoJack, advierte que pasará su cumpleaños número 40 sola, mirando la ciudad, y muy lejos de sentirse satisfecha.
Dicho capítulo sería el puntapié de muchos otros que exploran tópicos como la depresión, los traumas, los fantasmas y el aislamiento, como es el caso de "Time's Arrow", el undécimo episodio de la cuarta temporada. BoJack habla con su madre, quien sufre de demencia, y la conversación irradia tristeza por la forma en la que el protagonista intenta hacer feliz a una mujer víctima de sus propios demonios, que no siempre fue la mejor figura materna para su inconsolable hijo.
*5. BETTER CALL SAUL
Cuando se anunció que el esperado spin off de Breaking Bad iba a focalizarse en la vida de Saul Goodman pre-Walter White, fue inevitable aguardar una serie con inclinación por la comedia. Sin embargo, el genio de Vince Gilligan nos tenía preparada una sorpresa. Better Call Saul pone la lupa en la vida de Jimmy McGill (Bob Odenkirk) y los sucesos que lo condujeron al mundo criminal, pero también decide mostrar hasta qué punto la tensa relación con su hermano Chuck (un sublime Michael McKean) siempre fue su verdadero talón de Aquiles. Cuando no está ocupado creando montajes meticulosos de las tácticas inescrupulosas de Jimmy y su entorno, Gilligan concibe una precuela inolvidable donde las conversaciones más ríspidas entre Jimmy y Chuck son las que ponen de manifiesto el complejo de inferioridad del primero ante la mirada despectiva del segundo.
Si hablamos de situaciones conmovedoras, no podemos obviar "Lantern", el último capítulo de la tercera temporada que abre con esos dos hermanos cuando no eran antagonistas sino tan sólo dos niños leyendo un cuento en una carpa. Esa viñeta resulta devastadora cuando el capítulo llega a su fin y Chuck se autodestruye con ese objeto que dejó de ser sinónimo de inocencia y pasó a ser el arma para callar las voces en su cabeza. A priori, Better Call Saul no despuntaba como una serie emotiva, pero ese as que tenía bajo la manga es hoy, sin lugar a dudas, su mayor virtud.
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