Cinco cosas que tenés que saber de El juego del calamar, la serie número uno de Netflix en la Argentina
La ficción de Corea del Sur, éxito en todo el mundo, relata un cuento humano, sombrío y extremadamente violento
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Cuando el film Parasite ganó el premio Oscar a mejor película en los Oscar de 2019, para muchos resultó la puerta de entrada al cine de Corea del Sur, una cinematografía rica en películas de género producidas por su fuerte industria audiovisual y con una notable tradición de cine independiente y artístico que suele aparecer en el medallero de los festivales más importantes del mundo. Sin embargo, aun a los que se fascinaron por el film de Bong Joon-ho, les quedaban unas cuantas sorpresas más llegadas del país asiático que es uno de los líderes en producción audiovisual de ese continente. Más allá del reconocimiento de la Academia de Cine y Artes Cinematográficas de Hollywood y de la presencia del K-Pop a nivel global, la TV coreana, una de las mejores del mundo, todavía era un secreto para la mayoría de los espectadores de occidente.
Pero eso cambió hace diez días cuando Netflix estrenó de manera simultánea en todo el mundo El juego del calamar, una serie original del servicio de streaming realizada en Corea. En cuestión de horas, la ficción de nueve episodios se convirtió en la más vista en Asia, nada nuevo para la TV de Corea, pero lo novedoso fue lo que sucedió en el resto del mundo: ya hace varias jornadas que la violenta historia de suspenso domina los rankings tanto en los Estados Unidos como en la Argentina. Claro que Netflix ya tiene muchas otras series del mismo origen disponibles -e incluso anunció una inversión en las ficciones realizadas allí de casi 500 millones de dólares para este año- y sin embargo la que parece haber atravesado la resistencia de los espectadores globales es este cuento trágico y sangriento que como un accidente en la ruta, más allá del horror una vez comenzado es imposible dejar de mirar.
La historia
La miniserie comienza con unos chicos jugando en el patio. Se trata del juego del camarón, una suerte de rayuela bastante más compleja y brutal que, como describe el narrador, dividía a sus participantes entre la vida y la muerte según fueran los ganadores o perdedores de todo el asunto. Una metáfora en la infancia que en la adultez del protagonista se vuelve pura literalidad. Es que Sung Ki-hoon (Lee Jung-jae), un hombre desempleado de mediana edad que vive con su madre anciana y se dedica a apostar y endeudarse está tocando fondo. Sus prestamistas lo persiguen al punto de hacerlo firmar un papel en el que acepta pagar las deudas con sus órganos en caso de no conseguir el dinero en una semana. A eso se le suma el hecho de que su hija está a punto de emigrar a los Estados Unidos junto con su madre y aunque Ki-hoon no parece el mejor padre del mundo eso le duele. Abatido y desesperado acepta la propuesta de sumarse a un juego del que no sabe nada solo por la promesa de una importante compensación económica. El y otros en su misma situación terminan apostando con su vida en un misterioso desafío que parece salido de la cabeza de un perverso arquitecto con especial gusto por los colores chillones y la violencia extrema.
Los personajes
Además del despreciable Ki-hoon, una vez que se pone en marcha el asunto, una colección de juegos infantiles en los que quedar eliminado significa literalmente ser asesinado, los espectadores conocerán a los otros participantes en contacto con él, un grupo tan variopinto como interesante que despierta el interés hasta del público más apático. Allí aparece Jo Sang-woo (Park Hae-soo), viejo conocido del barrio del protagonista que parecía haber logrado escapar de sus comienzos de pobreza cuando ingresó y se graduó de la Universidad de Seúl, el centro educativo más exigente y prestigioso del país. Sin embargo, Sang-woo no solo tiene deudas millonarias sino que también es buscado por la policía por fraude y estafas varias. Además de la carterista Kang Sae-byeok (Jung Ho-yeon), una refugiada de Corea del Norte que necesita dinero para rescatar a su familia y Abdul Ali (Tripathi Anupam), un inmigrante indocumentado de Paquistán dispuesto a todo para mantener a su familia. Más allá de los jugadores, un personaje fundamental será el policía Hwang Joon Ho (Wi Ha Joon), el único interesado en investigar lo que sucede.
Los actores
Con una historia poblada de personajes entre despreciables, patéticos, perdedores y en algunos casos desalmados al punto de dejar de lado su humanidad por la avaricia, El juego del calamar precisaba de un grupo de actores que pudiera transcender la odiosa superficie de sus papeles. Especialmente del protagonista, ese adicto al juego aparentemente dispuesto a todo para sobrevivir. Así, el hecho de que Sung Ki-hoon está interpretado por Lee Jung-jae es una decisión de casting magistral. Uno de los actores más exitosos y celebrados del cine coreano, Lee es además un intérprete capaz de volver fascinante a cualquier personaje que le toque en suerte, un galán con todas las habilidades interpretativas de un actor de carácter acostumbrado a encabezar proyectos taquilleros. Junto a él, en el papel del conflictuado Jo Sang-woo, aparece Park Hae-soo, al que algunos espectadores podrán reconocer como el protagonista de la imperdible miniserie Prison Playbook, también disponible en Netflix. Para completar el trío protagónico está Jung Ho-yeon que con su interpretación de la valiente Kang Sae-byeok hace su debut como actriz, una aparición que en pocas escenas consigue robarse las escenas aun cuando enfrente tenga a sus veteranos colegas.
La producción
Con un notable diseño de producción cuando se trata del siniestro mundo dentro del juego y de la Seúl de estos días, todos los rubros técnicos de la ficción están a la altura de las mejores series producidas en los Estados Unidos o Gran Bretaña. Aunque a diferencia de la mayoría de esos programas que están escritos y dirigidos por un grupo de creadores, en El juego del calamar la responsabilidad de todos los textos y la dirección recae solo en Hwang Dong-hyuk, un exitoso realizador de cine que hace más de una década empezó a pensar en la trama aunque en principio la imaginaba como una película. “Quería contar una historia que fuera una alegoría o una fábula sobre la sociedad capitalista moderna, algo que mostrara una competencia extrema, como la competencia de la vida. Pero quería hacerlo a través de personajes reconocibles para todos”, explicó el director a Variety a propósito del proceso de producción y realización del proyecto que le llevó años concretar.
Aunque el creador y realizador explicó en varios reportajes que no tenía pensado hacer una segunda temporada del programa, lo cierto es que ante el enorme éxito conseguido en todo el mundo difícilmente pueda resistirse a hacerla. En realidad, la producción de ficción televisiva coreana recién en los últimos dos años empezó a planificar sus programas con más de una temporada en mente.
Usualmente sus ciclos más destacados y de mayor presupuesto son miniseries de entre 16 y 24 capítulos, pero ante la influencia de las plataformas de streaming en general y de Netflix en particular en el negocio televisivo, cada vez es más usual que se realicen al menos dos temporadas de los programas más exitosos. En este caso, entonces, más allá de que Hwang Dong-hyuk jure que aun no tiene nada pensado para seguir la historia, lo concreto es que con un final susceptible de resistir una continuación y un suceso global imprecedente todo indica que el juego volverá a empezar.
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