Choque de generaciones en las mejores series del año: ¡malditos millenials!, ¿a quién le ganaste centennial?
En el último tiempo se estrenaron varias comedias, de Hacks a Only Murders in the Building, que tienen en su elenco a figuras de diferentes edades y eso se refleja en los planteos de sus historias y en la mirada del mundo que proponen
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“Llamaré a Mabel a ver si está desocupada”, propone el personaje de Steve Martin en Only Murders in the Building, la nueva comedia de Star +. Mabel es Selena Gómez y es una de las habitantes del señorial edificio neoyorquino donde se ha cometido un crimen. Fascinada con un podcast sobre crímenes verdaderos se alía con dos de los veteranos residentes del Arconia para descubrir quién es el asesino. Steve Martin es un actor retirado que vive de una efímera gloria pasada, un fóbico y solitario que descubre en esa camaradería el inesperado renacimiento de sus ganas de vivir. El tercero del equipo no es otro que Martin Short, quien interpreta a un legendario director de Broadway, tapado de deudas y concentrado en el cuidado obsesivo de su perra Winnie. Los dos veteranos dirimen la estética del podcast sobre el misterioso asesinato de Tim Kono y requieren la ayuda de Mabel para saldar las desavenencias.
“¿Llamo a Mabel o le mando un mensaje?”, vuelve a interrogarse el Charles-Haden Savage de Martin, con una expresión visiblemente desconcertada. Su interlocutor, envuelto en su sofisticada bufanda estilo teatral y convencido de que el podcast debe tener el glamour de sus años de éxito sobre las tablas, le responde: “Por alguna razón les molestan las llamadas”. ¿A quiénes les molestan? No solo a Mabel sino a toda su generación que despierta más de un interrogante para los boomers que intentan conciliar las diferencias en virtud de un objetivo en común: resolver un misterio. He aquí uno de los tópicos de la comedia reciente que decide actualizar las diferencias generacionales, ya no entre padres e hijos o entre nietos y abuelos, sino entre representantes de distintas generaciones que deben convivir en un mismo ámbito, trabajar en conjunto, coordinar los medios para sortear los obstáculos y conseguir lo que quieren.
Ello es lo que pasa no solo en Only Murders in the Building sino también en La directora, la miniserie creada por Amanda Peet y Annie Wyman para Netflix, y Hacks, la comedia de HBO Max que tiene como protagonista a Jean Smart. Si en Only Murders in the Building el universo es el de los podcast criminales, en La directora es el mundo académico y en Hacks la escena del stand up. En todos esos territorios las distintas miradas generacionales entran en tensión y la comedia se construye alrededor de ese persistente desfasaje. No solo los centennials son reacios a las llamadas telefónicas, sino que también exigen actualizaciones curriculares en las universidades y nuevos estándares en la construcción de la comedia autobiográfica. El humor nace no solo de ese conflicto sino de la observación que cada una de las series realiza sobre estos tiempos tan cambiantes, las formas de comunicación y contacto de cada era, la cultura de la cancelación contemporánea y la efectiva comunión que puede existir entre quienes provienen de mundos tan distintos.
No hay edad para un buen misterio
En la serie de Star +, la clave está en el descubrimiento de la verdad sobre el asesinato de Tim Kono, proeza en la que los personajes tienen mucho invertido. ¿Quién querría asesinarlo en el edificio? ¿Fue por un asunto de dinero, por una venganza mafiosa, por un viejo rencor personal? Más allá de las elucubraciones, lo que importa es lo que significa para cada personaje el hallazgo de las pistas y la producción del podcast. Para Charles-Haden Savage es la vuelta a una vida social, el desafío de sus fobias y fantasmas, el conjuro de su propio encierro. Para Olivier Putnam, el director de Broadway que interpreta Short, es el regreso a una gloria que creía perdida. En este sentido, Steve Martin y Martin Short actualizan una dinámica de la comedia que ya tienen aceitada desde el cine de los 80, pero que al mismo tiempo acusa el ritmo y la imaginería de la sitcom tradicional. En ese combo ingresa una estrella pop como Selena Gómez, que prueba su propio registro como comediante al mismo tiempo que su personaje intenta dilucidar su propio pasado y su relación con Kono al investigar la verdad sobre su muerte.
La tensiones entre los tres exceden los procedimientos del policial y los dilemas entre llamadas y mensajes de texto. En el edificio viven distintas personalidades y a la hora del inventario de posibles asesinos asoma una celebrity que se convierte en inesperado sospechoso. Sting es uno de los residentes del Arconia y un encuentro áspero con Putnam en el ascensor lo sitúa como una amenaza para su adorada mascota, pero también como un posible vengador del mal manejo de las finanzas de otros del que hizo gala el pobre Kono en vida. Cuando Putnam desliza el nombre de “la superestrella musical, Sting”, Mabel responde: “¿El tipo de U2?”. “¿Me estás cargando? Sting, The Police, “Every Breath You Take”, una de las canciones románticas más importantes de la historia. ¿Quién te educó?”, responden los veteranos al unísono, corroídos por la indignación. “Ya sé quién es Sting”, responde con suficiencia Mabel, y agrega: “Y ‘Every Breath You Take’ no es romántica. Es sobre un acosador celoso y vigilante. Ahora que lo pienso, parece escrita por un asesino”.
Selena Gómez funciona como el anclaje contemporáneo de esa comedia clásica que proponen Martin y Short y al mismo tiempo como el detonante de esa persistente consciencia de que no pueden seguir pensando al mundo tal como era. Los chistes que ofrecen las diferencias entre los tres no solo funcionan como comentarios sobre la excéntrica fauna que puebla el Upper East Side de Nueva York, con veteranos que residen allí hace décadas, yuppies enriquecidos y artistas que resguardan su intimidad y extravagancia, sino también como reflexión sobre los caminos de las distintas generaciones en un mismo terreno, en este caso el de los podcast policiales y la fascinación con el enigma, pero también el de las formas de hacer comedia. Martin y Short gesticulan y sueltan sus líneas con cierta voracidad, anhelan el remate como clásica estrategia de la comedia de las risas grabadas, mientras Gómez observa y se mueve sigilosa, y guarda en el pasado de su personaje la estrategia oculta para la posible resolución del misterio.
La nueva comedia confesional
Algo similar ocurre en Hacks, pero en el territorio de la comedia del stand up, que tiene como escenario tanto los salones de guionistas de Hollywood como los hoteles más kitsch de Las Vegas. La protagonista es la legendaria Deborah Vance (Smart), estrella de una sitcom en su juventud y dueña de los espectáculos de Nevada en su madurez, capaz de convertir los escándalos privados de su matrimonio en materia perfecta para su comedia. Sus finanzas se nutren de ese show para turistas jubilados, pero también de los comerciales estilo Sprayette y los auspicios de franquicias de comida chatarra. Para revitalizar la fama que le queda, su agente decide unirla con una guionista joven, recientemente cancelada por un tuit desafortunado. Ava (Hannah Einbinder) es entonces esa nueva voz generacional que intenta aggiornar a Deborah al mismo tiempo que descubre que el presente de las mujeres comediantes le debe mucho a las viejas leyendas que hicieron el trabajo duro en el pasado.
“¿Vos crees que esto es difícil?”, vocifera Deborah en el medio del desierto ante las críticas de Ava sobre su desinterés en las propuestas que le trae y la resistencia a toda colaboración. “Vos no sabés lo que es difícil. Te sacaron de internet cuando tenías... ¿cuánto? ¿Veinte años? Tuviste suerte. Ser buena es lo mínimo que podés ser y si sos buena y encima tenés suerte, también tenés que trabar duro para conseguir lo que querés. ¡Y nunca es suficiente!”. Deborah sabe de lo que habla, de agarrarse con uñas y dientes a cada uno de sus logros en un mundo en el que ser mujer es siempre una desventaja. Las peleas con Ava, la mirada contemporánea sobre las pasadas concesiones al sexismo y la discriminación para permanecer en el escenario y no ser borrada de un plumazo, asoman en ese recorrido que realizan juntas, que descubre más puntos en común que insalvables distancias. La serie explora el devenir de la comedia confesional a lo largo de su historia, disecciona su estructura desde ese mismo concepto de autobiografía y aborda los choques generacionales no solo como un gag más sino como parte de la esencia del humor que reina en cada época.
Para Deborah reírse de su caída en desgracia fue parte de su coraza, la misma que la llevó a encerrarse en su rutina y evitar modificarla. La seguridad que ofrece Ava en su entrada a la profesión, avalada por su talento pero imbuida de ambición y suficiencia, la conduce a estrellarse con la soledad y la indiferencia cuando el medio le da la espalda. La cancelación, tópico frecuente de las ficciones contemporáneas en esta permanente revaluación del pasado con los códigos morales del presente, aquí descubre su ambigua construcción. Quedar adentro o afuera de esa tenue línea que separa lo permitido de lo inaceptable es algo que Ava descubre cuando su talento ya no es suficiente y un error puede convertirla en desterrada. La alianza entre ambas, llave para encontrar un lugar posible en un medio tan competitivo, ofrece también un claro guiño a la sitcom contemporánea, que ha debido aggiornar sus tópicos, salir de su estética de decorados móviles y risas grabadas, sin renegar de sus hallazgos e innovaciones que la convirtieron en un clásico de la televisión de todos los tiempos.
Estudiantes y profesores, a estudiar
La ficción que agrega una nueva nota a esta discusión de encuentros y desencuentros generacionales es aquella que tiene como protagonista a la nueva directora del Departamento de Literatura Inglesa de una universidad del noreste académico de los Estados Unidos. Sandra Oh interpreta a Ji-Yoon Kim, quien es nombrada como emblema del ajuste del ambiente universitario a los nuevos vientos del presente. Apenas pone un pie en su nueva oficina, no solo se acumulan reclamos y exigencias de la rectoría sino que ella misma se convierte en la válvula de escape de las tensiones entre la mirada tradicional de los profesores y los desafíos que plantea el alumnado. Los choques son más amplios entonces: por un lado están los viejos docentes que tuvieron que batallar en tiempos difíciles, como Joan Hambling (Holland Taylor), quien debió hacerse un lugar en un entono masculino enseñando el romanticismo de Chaucer, los mismo que ahora deben ser licenciados por sus sueldos altos y sus ideas avejentadas; por el otro, están las voces de los nuevos profesores, que intentan romper las viejas estructuras en sintonía con las demandas e inquietudes de los estudiantes. En el medio, la agobiada Kim se aferra al timón de ese barco para evitar que naufrague sin remedio.
Pese a concitar un ámbito esquivo y complejo como el académico, La directora también alude a los cambios generacionales que redefinieron lo que es gracioso y lo que no en el territorio de la comedia. El amigo y colega de Kim, el profesor rock star Bill Dobson (Jay Duplass), decide hacer un saludo nazi en el medio de la clase como forma irónica de poner en evidencia la tiranía del fascismo. Su gesto es filmado por los alumnos, expuesto en las redes sociales, y convertido en el estigma a perseguir por las mismas autoridades, que antes de analizar la situación deciden sacarse el problema de encima. La esencia de la serie consiste en diseccionar el rol de Kim como árbitro de ese universo que intenta vestirse de los nuevos aires sin hacer cambios profundos y estructurales. La inclusión de una profesora negra pero sin titularidad, los oportunistas comunicados de prensa del rectorado, y la amenaza de expulsión de Dobson desnudan el intento de la institución de sumar inscriptos y sostener su prestigio sin asumir el balance entre el valor de la tradición y la necesidad de emprender ciertos cambios.
El humor, en las tres ficciones, nace de la misma esencia de esos conflictos, que no solo implica las diferencias entre generaciones en la concepción del contrato pedagógico en la academia, la exposición autobiográfica en el stand up o los límites de la investigación criminal en la era de los podcasts, sino también la evolución misma de la sitcom como género televisivo. Las tres han partido de una esencia clásica que es la base de varios de sus personajes –la Jean Smart de Hacks, Martin y Short en Only Murders in the Building, y Holland Taylor y Bob Balaban en La directora- y al mismo tiempo se han nutrido de la irrupción de nuevos tópicos y conflictos encarnados por actores como Selena Gómez, Hannah Einbinder y la jovencísima Everly Carganilla, que no solo hacen carne de esas tensiones sino que las exploran en su forma de hacer humor. La combinación de creadores veteranos como el mismo Steve Martin y John Hoffman de Grace and Frankie y voces jóvenes como la del tríptico detrás de Hacks también demuestra que esta alianza transgeneracional es posible desde la misma concepción de las nuevas ficciones.
La comedia parece estar nuevamente en su mejor momento. No solo ha logrado asumir los dilemas candentes de su época como materia misma de reflexión de las historias, sino que ha conseguido una renovación formal que resulta interesante. Sin la autoconciencia rabiosa que demostró la ficción británica después del quiebre de la cuarta pared en Fleabag, estas ficciones “made in USA” han sabido asumir la histeria contemporánea sin imprimir demasiado vértigo a su estilo, aprovechar los espacios exteriores de Nevada, el laberinto edilicio de Nueva York y el microcosmos del campus universitario como esencia de su puesta en escena, y combinar viejas estrellas de la comedia con prometedores recién llegados. Será cuestión de observar cómo crece su audacia en la sintonía con la agenda pública, cómo evoluciona su ambición de entender los cambios del humor y su persistente vocación de hacer comedias que con el tiempo resulten inolvidables.
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