Chernobyl: una ficción no apta para estómagos sensibles
Chernobyl (Gran Bretaña/Estados Unidos, 2019). Creador: Craig Mazin. Elenco: Jared Harris, Stellan Skarsgård, Emily Watson, Paul Ritter, Jessie Buckley, Adam Nagaitis, Con O’Neill, Adrian Rawlins. Disponible en: HBO (los viernes, a las 21, y en HBO Go. Nuestra opinión: muy buena.
Chernobyl comienza como la peor de las distopías: una explosión a la distancia despliega una incontenible radiación y desata un lento y prolongado infierno. Pero todos sabemos que fue real, que no hay mutación científica ni invasión extraterrestre, que aquella tragedia sucedió una noche de sábado en 1986, a pocos kilómetros de la ciudad ucraniana de Prípyat. La miniserie de HBO encuentra en ese tono opaco que define a un mundo dividido el escenario ideal para desmenuzar aquellos conocidos acontecimientos. Todo ocurre ante la mirada atónita de sus protagonistas y de quienes perciben en ese suceso algo inusual, más allá de la apariencia casual de un accidente. Ese sentido oculto, esa gesta de mentiras a su alrededor, es el corazón de una ficción intensa y no apta para estómagos sensibles.
La acción comienza dos años después del accidente nuclear. Valery Legasov (el extraordinario Jared Harris), funcionario soviético y especialista en reactores nucleares, graba un mensaje de despedida. Su voz se entrecorta, la cinta del casete se rebobina una y otra vez. Un gato merodea en la cocina exigiendo su comida. Legasov observa la calle oscura que asoma en su ventana. Guarda las grabaciones en un tacho de basura y sale al exterior. Su mundo allí afuera es todo desamparo: la mirada atenta desde un auto al otro lado de la calle, la sensación de culpa que atraviesa el aire junto a sus pasos apretados. Ha tomado una decisión: decir la verdad. Contar lo que ha sucedido aquellos días fatídicos en el epicentro de uno de los poderes más grandes de entonces. Es eso lo que se nos va a revelar a continuación, como salido de esa grabación en forma de secreto.
La serie creada por Craig Mazin (quien escribió los cinco episodios que tiene la ficción) y dirigida por Johan Renck aspira a recrear aquel universo con una estricta autenticidad. Pero su realismo no emana de la crónica documental sino de los elementos apropiados del género de la ciencia ficción. Por paradójico que parezca, los sucesos de aquel día de abril, la explosión del núcleo de grafito, las partículas de uranio que impregnaron el aire, las llamas en el techo de la planta, se propagan como las plagas de la ciencia ficción, acechando detrás de una puerta de hierro, con las incandescentes llamas del horror más indecible. Todo lo que puede ser visto allí, siempre será peor cuando lo imaginemos.
Lo que sigue al desastre son los entretelones del accionar de la dirigencia soviética: la decisión de mantener el secreto, las tensiones entre los altos mandatarios, las advertencias de los especialistas. Por momentos parece que asistiéramos a un thriller de espionaje de los 70, con sus colores fríos y sus humores tensos. En allí donde se dirime el triunfo de Chernobyl: en mostrar extraordinariamente fantástico lo que sabemos real.
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