Carrie Coon: la joven promesa teatral que brilló en The Leftovers y que ahora tiene su primer protagónico con una villana en La edad dorada
La actriz interpreta a la vengativa Bertha Russell de La edad dorada, la nueva serie de Julian Fellowes que acaba de estrenarse en HBO Max; nominada al Tony por ¿Quién le teme a Virginia Woolf?, se mueve con igual fluidez en las tablas y en el cine, donde protagonizó la comedia Cazafantasmas: el legado y el dramas El refugio
- 9 minutos de lectura'
Si hubo un año significativo en la carrera de Carrie Coon (Copley, Ohio, 1981), cuya fama se limitaba al teatro en Chicago y al triunfo en Broadway con la obra de Edward Albee ¿Quién teme a Virginia Woolf? –nominación al Tony incluida- junto a su marido, el actor y dramaturgo Tracy Letts, fue 2014. Casi sin expectativa se presentó a dos castings luego de haber incursionado en TV en papeles menores, como la periodista camuflada de conejita para un exposé en la fallida serie The Playboy Club (2011), o la breve aparición en una de las tantas versiones de La ley y el orden, y regresó a Nueva York a seguir con los ensayos. El primero de los castings era para Perdida (disponible en Netflix, Amazon Prime Video, Star+ y Movistar Play), de David Fincher, quien confió en una debutante para interpretar a la hermana de Ben Affleck, un personaje clave en la historia, contracara moral de la maquiavélica Rosamund Pike. Curiosamente, hace poco en una entrevista con The Independent, Coon aseguró que su interpretación de Margo Dunne era “horrible”, y el mismo Fincher salió a defender la genuina transparencia de sus emociones como contrapunto clave con el opaco personaje de Affleck. “Era lo que necesitaba la historia”.
Es que en ese mismo 2014 llegó su deslumbrante aparición en The Leftovers (disponible en HBO Max), serie creada por Damon Lindelof y Tom Perrotta para HBO, y su interpretación de Nora Durst puso su nombre en la lista de actrices a tener en cuenta en el futuro. “Todo pasó en el mismo año –revelaba sobre el entrenamiento que supuso Perdida y lo que implica ver ese trabajo a la distancia- así que cuando se estrenó The Leftovers resultó ser el fruto del aprendizaje que había hecho junto a David [Fincher] y la gestación de una madurez como actriz que antes no tenía”. Todavía hoy asombra la exclusión de Coon de las diversas ceremonias de premiación durante las tres temporadas de The Leftovers –salvo el Critics Choice Television Awards que ganó en 2016- , en las que dio vida a una mujer que perdía inexplicablemente a su familia, arañaba la esperanza y lidiaba día a día con el hueco que ese dolor había instalado en su mundo. Por varias de sus memorables escenas, The Leftovers se convirtió en una serie de culto: el llanto ante los muñecos inflables que sustituyen a sus seres queridos, los ojos encendidos en el hallazgo de un bebé al final de la primera temporada, los saltos en la cama elástica junto a Regina King.
Ya pasaron varios años desde el final de la creación de Lindelof y Perrotta, y el estreno de La edad dorada, nuevamente para HBO y de la mano de Julian Fellowes, el creador de Downton Abbey, supone la incursión de Carrie Coon en un nuevo territorio: el drama de época. Al mismo tiempo, su nombre al comienzo de los créditos le ofrece la visibilidad que se le había negado hasta el momento y que coincide con dos estelares apariciones en el cine, la primera en 2021 –demorada por la pandemia- en la excelente El refugio (2020, disponible en Amazon Prime Video y Movistar Play), de Sean Durkin junto a Jude Law, y la segunda en Ghostbusters: El legado (2021 disponible en Movistar Play, Flow, Google Play y Apple TV), el reboot del universo de los Cazafantasmas a cargo del heredero Jason Reitman. Coon se muestra cómoda en todos los universos: en la Inglaterra de los años 80, sacudida por un inconformismo que descarga en un baile frenético en la pista de una disco, o en los pasajes de comedia romántica junto a Paul Rudd en Ghostbusters, envuelta en los guiños al universo de la aventura spielbergiana. Pero La edad dorada quizás implique el desafío de un mundo hostil para su personaje, la ambiciosa Bertha Russell, esposa de un magnate de los ferrocarriles que intenta hacerse un lugar en la asfixiante alta sociedad neoyorquina de fines del siglo XIX.
Conocemos a Bertha por primera vez en su deslumbrante aparición en la Quinta Avenida, dueña de un palacete moderno que despierta los comentarios en sus vecinas, habitantes de la “vieja Nueva York”, dueñas y señoras desde los tiempos de los primeros colonos de aquello que supo llamarse Nueva Amsterdam. Agnes Van Rhijn (Christine Baranski) es su principal rival, orgullosa custodia de las normas de esa rígida comunidad que parece no envidiarle demasiado a la Inglaterra victoriana al otro lado del Atlántico. Más allá de los aires de telenovela elegante sobre los usos y costumbres de una América que quería parecerse a sus monárquicos conquistadores, La edad dorada explora la superficie de ese mundo, los rituales amorosos, las tensiones entre el dinero y el poder en una época que está delineando el futuro funcionamiento del mundo. En ese sentido, los hombres como el magnate George Russell (Morgan Spector) y los banqueros con los que disputa inversiones y lealtades, parecen más permeables a las adecuaciones que sugirieron los nuevos negocios. Las mujeres, en cambio, con Agnes y su hermana Ada Brook (Cynthia Nixon) a la cabeza, son los pilares de ese mundo social, ácidas o sentimentales, pero firmes en delimitar quién entra y quién se queda en la puerta de los salones más distinguidos.
Ataviada con los vestidos más extravagantes, ungidos de cierta anacronía, Coon ofrece a Bertha un rictus perfecto que combina vanidad y secreta venganza. Su sutil villanía le permite cobrar las cuentas a sus enemigas por cada uno de los desaires sufridos, al mismo tiempo que comandar con rienda firme el rumbo de su familia. Por ello no solo es la encargada de guiar los negocios de su marido con el consejo adecuado, sino también de garantizar que sus dos hijos sean embajadores de las mismas ambiciones, con matrimonios bien avenidos como emblemas de esos mandatos que ella quiere cumplir.
Carrie Coon ya tenía experiencia a la hora de encarnar personajes de intenciones esquivas, dotados de secreta ambición. En la segunda temporada de The Sinner (disponible en Netflix), creada por Derek Simonds, interpretó a Vera Walker, la misteriosa líder de una comunidad cuyo hijo de 13 años es acusado de un doble homicidio en las cercanías de las cataratas del Niágara. Más allá de las exigencias de los géneros, el trabajo de Coon apunta a expandir a sus personajes más allá de cualquier arquetipo: así como Bertha es más que una nueva rica que exige su lugar a llanto y capricho, Vera expresa una sensual oscuridad que termina esmerilando la seguridad del detective Harry Ambrose (Bill Pullman) y tentando su caída.
Coon siempre se ha mostrado segura de su talento, sin asomo de soberbia pero con una confianza envidiable. Incluso en la modestia de esas declaraciones sobre sus inicios con Fincher se desliza una clara consciencia del creciente reconocimiento que ha distinguido a sus interpretaciones. En televisión la prueba no es solo el perfecto trabajo en The Leftovers y su notable participación en The Sinner –que ha bajado la vara a partir de la tercera temporada-, sino también en Fargo (2017, disponible en Netflix), donde ha tenido que competir con actrices de talento y renombre como Jean Smart, Kristen Dunst o Jessie Buckley. En la tercera temporada de la serie creada por Noah Hawley interpreta a Gloria Burgle, policía de la región de Minnesota que se enfrenta con un crimen inexplicable: su padrastro ha sido asesinado brutalmente y los únicos indicios posibles se resumen en una colección de novelas de ciencia ficción escondidas en la casa. Gloria surge de ese arquetipo de la policía provinciana interpretada por Frances McDormand en la Fargo de los Coen –el corte de pelo, el gorrito, la expresión perpleja-, pero Coon la enriquece con un sutil desajuste con el mundo, que ofrece gags en la persistente indiferencia que le deparan los aparatos electrónicos –puertas que no se abren, secadores de mano que no se encienden- y una tenue tristeza ante la maldad que se avecina.
Esos pequeños detalles son los que hacen sobresalir a las interpretaciones de Coon más allá de los dictados del guion o las marcaciones de un director: el tono de la declaración de principios al final de The Post: Los oscuros secretos del Pentágono (2018), que sintetiza el compromiso de la prensa con los gobernados antes que con el poder; el llanto de Nora Durst bajo el agua que apaga las llamas y sus ilusiones en The Leftovers; la canción que interpreta junto a Mackenzie Davis en Izzy Gets the F*ck Across Town (2017); las pitadas en el auto de El refugio al ritmo de “These Dreams” de Heart; la charla sobre el aroma del alma con Paul Rudd en Ghostbusters. Todas sus expresiones parecen nacer sin esfuerzos, de manera auténtica; el grave sonido de su voz exuda esa sutil seguridad, el humor siempre llega como algo inesperado. Incluso cuando escribe en la biografía de Twitter que no es la actriz de Mindhunter –para los que se cansan de confundirla con la australiana Anna Torv– exprime el mejor sarcasmo. Su mirada es siempre lúcida, sobre la política global y los derechos civiles que convirtió en una bandera durante la efervescencia del Black Lives Matter; sobre el futuro del teatro en un tiempo de crisis como el que dejó la pandemia; sobre los desafíos que implica para una actriz en ascenso tener un lugar en la industria del cine hoy en día.
Con el hashtag #QuarantineLife, Carrie Coon publicó en Twitter, durante cada día de 2020, las películas que compartían con Tracy Letts a modo de ritual de resistencia al encierro, convirtiendo ese listado en la envidia de muchos cinéfilos. En estos días repite el procedimiento con las películas candidatas al Oscar, asumiendo al pie de la letra la nueva tarea que le supuso ser miembro de la Academia. Hace unos meses subió a escena en el teatro Steppenwolf de Chicago con Bug, pieza teatral escrita por su marido y ya se considera como una de las interpretaciones de la temporada. Ese regreso al primer amor se conjuga con el buen momento de su carrera en el cine y la televisión, con los recientes estrenos de Ghostbusters y La edad dorada, y la filmación de Boston Strangler, película que ofrece una nueva mirada sobre el asesino serial de los 60. Con una foto del rodaje celebró su cumpleaños número 41 el pasado 24 de enero. El nuevo año de Carrie Coon recién comienza.
Otras noticias de HBO Max
Grandes producciones. Las 10 series que tenés que ver alguna vez y en qué plataformas encontrarlas
¿Morbo o curiosidad? La obsesión por las series y películas basadas en hechos reales que son éxito en las plataformas
Éxito en su país, en el top 10 local. La promesa: un homenaje español a Downton Abbey, con amores y misterios entre los de arriba y los de abajo
Más leídas de Espectáculos
“La vida es más dura que la ficción”. Thelma Biral: por qué dejó Brujas, la extraña enfermedad que la aqueja y el amor que no pudo ser
Una temporada fugaz. El reality de parejas conducido por Alejandro Fantino finalizó sin cubrir las expectativas de público
De no creer. El increíble cambio de Emma Vich a cuatro meses de la final de Gran Hermano
Qué ver en Netflix. Las mejores series y películas para maratonear este fin de semana largo