Carla Quevedo: la actriz feminista que interpreta a Alicia Muñiz cuenta qué pidió antes de aceptar el papel
El 14 de febrero de 1988, Alicia Muniz Calatayud (rebautizada "Muñiz" por el periodismo de la época) era asesinada por Carlos Monzón en un chalet marplatense ubicado en la calle Pedro Zanni 1567. Si bien no fue el primer femicidio –ni siquiera el término era usado entonces–, sí fue el primero de características mediáticas. La muerte de la modelo despertó en la sociedad argentina de la época una serie de consecuencias que la modificaron para siempre, se colocó nuevamente al boxeo en la mira por ser caldo de cultivo de una personalidad violenta –dos años antes el pugilista Andrés Selpa le había disparado a su mujer luego de una discusión–, y reapareció el concepto de "ídolo con pies de barro".
El lunes 3 de julio de 1989 se dictó el veredicto de culpable para el excampeón, y una condena efectiva de 11 años. En el poco más de un año que duró la investigación y el juicio, la sociedad argentina se mantuvo dividida entre los que le gritaban a Monzón "asesino", y los que lo apoyaban con un "dale campeón". Al mismo tiempo, instituciones civiles como Lugar de Mujer comenzaban a recibir cada vez más denuncias de mujeres golpeadas.
El crimen de Alicia Muñiz fue para muchos la crónica de una muerte anunciada. Los antecedentes violentos de Carlos Monzón eran conocidos, no solo por sus allegados sino también por los medios de la época que los reproducían periódicamente; pero claro, sin ningún tipo de condena.
Este momento, que marcó a fuego la década del 80 es la columna vertebral de Monzón, la serie de Disney Media Distribution Latinoamérica y Pampa Films que se podrá ver desde el lunes 17 de junio por Space, pero que la señal preestrenó anoche en su canal de YouTube.
La actriz Carla Quevedo , quien entre otros trabajos se destacó en películas como El secreto de sus ojos (2009) o Pasaje de vida (2015), y en televisión en El maestro (2017) y en la miniserie norteamericana Show Me A Hero (con Oscar Isaac y Winona Ryder), afrontó en Monzón la difícil tarea de componer a la malograda víctima. No solamente por las circunstancias que rodearon sus últimos años de vida, sino también por las opiniones encontradas que, todavía hoy, despierta el hecho.
–Apenas se conoció la realización de este proyecto hubo mucho cuestionamiento en relación a si en esta época era aceptable contar la vida de un femicida. ¿Te lo cuestionaste en algún momento?
–Desde que se supo que yo iba a hacer el personaje de Alicia me llegaron muchísimos comentarios. Incluso sobre el afiche, que dice: "Campeón. Ídolo. Femicida". Muchos me escribían y me decían: "Ni campeón ni ídolo, femicida". Entiendo ese enojo, pero me parece que contar la historia de Monzón es fundamental porque no lo podemos pensar ni a él ni a cualquier femicida solamente como un monstruo, como una excepción. El femicida no es un paria de la sociedad, es el hijo ejemplar, "el hijo 10" del patriarcado. Y lo que hace es llevar hasta las últimas consecuencias el poder del hombre por sobre la mujer, porque nunca nos tenemos que olvidar que el femicidio es un crimen de poder.
–Entonces para poder exponerlo había que humanizarlo.
–No hay que tenerle miedo a eso. Muchas veces se dice: "Ay, pero este tipo de proyectos van a generar empatía con el asesino". Por supuesto, y eso tiene que pasar. No es un monstruo que salió de la alcantarilla tipo It en el medio de la noche, es un tipo que nació en una sociedad, que se insertó y que hasta se sobreadaptó. Muchas veces el femicida está mucho más adaptado al patrón social que los que "nos despertamos", por así decir. El femicida por supuesto que te va a generar empatía, porque no solo están hiperadaptados sino que son idolatrados. Mirá el caso del odontólogo Barreda (en 1992 Ricardo Barreda asesinó a su suegra, a su esposa y a sus dos hijas), que como "se hartó" de las mujeres porque le decían "conchita" las mató a todas. Y un sector muy grande de la sociedad se c... de risa, y hasta lo celebra. Es el hijo ejemplar, y eso no solo hay que verlo sino también mostrarlo.
–El caso de Monzón tenía el agravante de que, al momento de la muerte de Alicia, él estaba en el cenit de su fama.
–El contexto histórico era otro, y por eso en ese sentido es tan importante que esta serie salga en 2019 para un público masivo. Me parece que revisitar esta historia en este momento puede dar mucho a la lucha feminista que estamos teniendo. Es seguir alumbrando lo que aún hoy sigue sucediendo con los ídolos, con el poder que ejerce el patriarcado del hombre por sobre la mujer.
–Se dijo que a medida que se avanzó con el proyecto se fue corriendo el eje de la historia, de campeón a femicida.
–No lo sé, lo que sí te puedo asegurar es que los guiones que a mí me llegaron fueron los que se filmaron. Siempre la trama fue esta, el femicidio es lo que atraviesa la serie entera, y a través de él se van contando por medio de flashbacks momentos de la vida de Monzón. Es una de las cosas que me gustó mucho de la construcción, porque uno no nace femicida, uno deviene en femicida. Y hay que ver cómo la sociedad fue marcando a Carlos Monzón desde su juventud.
–¿Tu condición para aceptar participar fue leer previamente los guiones?
–Llegué muy hacia el final del proyecto. Les estaba costando mucho encontrar a la actriz que interpretara a Alicia. Yo justo acababa de filmar con Jesús (Braseras, director de la serie) y habíamos trabajado muy bien juntos. Ellos al principio buscaban una rubia de ojos claros, cuando en realidad Alicia era una morocha de ojos marrones que se teñía y usaba lentes de contacto. Entonces me convocaron. Y sí, como condición pedí leer los guiones antes de aceptar.
–Algo que no es común en este tipo de producciones.
–Es cierto, no suele pasar, por lo general te los mandan después. Como actriz, desde la parte más ególatra, me encantaba el proyecto y sabía que iba a estar todo bien. Pero lo que a mí realmente me interesaba era saber que la serie estaba en línea con lo que yo creo y defiendo. Porque sino hubiera sido muy hipócrita de mi parte aceptar hacerla.
–Vos naciste dos meses después del asesinato de Alicia Muñiz, ¿recordás cómo fue tu primer contacto con su historia?
–Mi primer acercamiento a ella como persona fue hace cuatro años. En 2015, cuando empieza Ni una menos, busqué interiorizarme mucho más con la lucha feminista, empecé a leer un montón. Ahí por primera vez leí sobre el femicidio de Alicia y escuché hablar de ella. Es más, fue antes de tomar conciencia sobre quién había sido Carlos Monzón.
–¿De la historia de Monzón no sabías nada?
–No, tuve que googlearlo. Partamos de la base de que yo vivo en una burbuja, además el deporte es algo que nunca me convocó, ni a mi familia tampoco. Me sonaba el apellido Monzón, pero como me suenan también un montón de otros apellidos. Recién cuando lo vi en Internet me dije: "Ah, cierto que tuvimos un boxeador con ese nombre...", pero fijate que hasta ese momento el nombre de Monzón lo conectaba con el boxeador y el campeón, no estaba tan ligado en mi cabeza al crimen de Alicia.
–¿Entonces desde qué lugar preparaste al personaje?
–A mí me interesaba muchísimo poder hablar con la madre pero no se dio. No hubo acceso. Sí tuve la suerte de acceder a detalles del expediente judicial, y de leer los diarios de Alicia que son una gran parte del caso. También trabajé a partir de muchas entrevistas periodísticas que le hicieron tanto a ella como a Carmen Carrasco, que fue una de sus grandes amigas y habló mucho de los años previos. Con esas cositas fui armándola.
Hablar de femicidios, de violencia machista, de la necesidad que tenemos como sociedad de romper con eso, es lo máximo que le puedo pedir a esta profesión
–La serie es de 13 capítulos, ¿cuánto tiempo les llevó filmarlos?
–El rodaje llevó cinco meses, algo que para los tiempos de Argentina es un montón. Acá se filma la misma cantidad de capítulos en dos meses, una termina haciendo veinte escenas en un día y la verdad es que la pasás mal, no rendís. En Monzón tuvimos la suerte de que es una gran producción, con socios muy importantes a nivel nacional e internacional. Estos grandes proyectos en lo que hay más dinero te dan la posibilidad de trabajar de una mejor manera. Y eso se ve en la calidad final del producto.
–¿La idea ahora es seguir con este tipo de proyectos o volcarte en el próximo a algo más independiente?
–Monzón es un proyecto muy importante, que seguramente nos va a traer a todos cosas muy lindas. Para elegir el próximo estoy esperando algo que realmente me guste y me de otra oportunidad de hacer algo que me interese más allá del desafío actoral. Esta serie fue una oportunidad increíble para hablar de temas como el feminismo, en lugar de que el periodismo me pregunte sobre mi rutina de belleza o si estoy de novia o no. Hablar de femicidios, de violencia machista, de la necesidad que tenemos como sociedad de romper con eso, es lo máximo que le puedo pedir a esta profesión.
–Con el producto terminado, las dudas resueltas y la incertidumbre disipada, qué balance hacés del resultado.
–El mejor. Lo que me gusta mucho de la serie es que no está armada desde un discurso digerido, está mostrada para que cada uno la vea y saque sus conclusiones. Y eso está bueno porque es una construcción ficcional, no un ensayo de Rita Segato. Hay que entender los contextos, es un producto televisivo para consumo masivo.
–¿Qué imagen va a tener de Alicia alguien de tu edad o más chica, que no vivió los hechos y los va a conocer a través de la serie?
–Va a ver a un ser humano, con cosas feas y con cosas lindas. Es algo que discutimos mucho con el director y con los guionistas. Venimos de tantos años de construcciones machistas, que a veces uno tiende a pensar: "si yo muestro esta actitud de ella, el público puede decir: ‘bueh, pero ella también lo fogoneaba’". Y vuelve este discurso ridículo de culpar a la víctima. Pero con el equipo pusimos un freno porque una cosa no tiene nada que ver con la otra. Por más que Alicia le dijera "sos un sucio y un ignorante", eso no avaló ni avala absolutamente nada.
–Entonces el retrato de Alicia Muñiz se ajusta a la tormentosa realidad de lo que fue la pareja.
–Si hicimos bien nuestro trabajo van a ver a una persona compleja, con sus virtudes, con sus defectos, con sus miserias y con sus cosas hermosas. Tratamos de hacerla multidimensional, como es cualquier ser humano.
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