Brigada A: testosterona, violencia idealizada, peleas internas y cuatro ídolos para los chicos de los 80
Cuando a comienzos de este siglo Brigada A se reeditó completa en formato DVD, el boom de ventas evidenció el interés del público por esa serie de acción, que a pesar de no envejecer del todo bien, aún mantenía su encanto intacto. Y la historia detrás del éxito es que "Los magníficos" fueron el centro de grandes enemistades, varias polémicas y un caricaturesco uso de la violencia que no les impidió enamorar a los adictos a la pantalla chica.
El fin de la guerra
La historia de Brigada A surge ante el deseo de NBC de generar un hit, una serie que se convirtiera en emblema del canal. A comienzos de los ochenta, el presidente de esa señal, Brandon Tartikoff (una vez más, la mano invisible detrás del éxito, como pocos años después haría con V, invasión extraterrestre) tomó nota de algunas ficciones que habían marcado tendencia. Luego convocó a dos escritores para que prepararan un título que combinara a Los doce del patíbulo, Misión: Imposible, Mad Max y Hill Street Blues. El denominador común de esos relatos era, desde luego, la temática de acción, el policial y la guerra, o sea, la violencia como hilo conductor. Solo había un requisito más, y era que todo eso debía combinarse con "Mr. T manejando una camioneta", tal el deseo del presidente de la señal. Tartikoff había quedado impresionado por la imagen del actor en Rocky III, y sabía que ahí se encontraba un personaje de enorme carisma, motivo por el que sí o sí lo quería como la cara de su nuevo producto.
Los escritores que debían preparar ese cocktail de estilos fueron Stephen Cannell y Frank Lupo, quienes trabajaron juntos en Riptide y Hunter, entre otros títulos. Habían sido despedidos de ABC por su incapacidad para lograr un show exitoso. Con el tiempo, Cannell reconoció que inicialmente tenía varias ideas para una ficción, pero que los ejecutivos no le dieron demasiado margen, por lo que no le quedó más remedio que pensar en ese proyecto a pedido. Con las órdenes del presidente en mente, ambos guionistas desarrollaron la historia de un grupo de justicieros a sueldo, que luchaban para liberar a aquellos inocentes que sufrían algún tipo de sometimiento. Pero detrás de esa fórmula se escondían unos antihéroes que no tardaron en enamorar al público.
Un equipo inmejorable
Cannell y Lupo idearon un carismático cuarteto. La saga de estos mercenarios, como decía la poderosa presentación de la serie (cuya melodía aún sobrevive en forma de ringtone), es la de unos militares que en la guerra de Vietnam son acusados de un crimen que no cometieron. Sin intención de cumplir condena, se fugan y vuelven a Los Ángeles para trabajar en casos que requieran sus numerosas habilidades, mientras procuran no ser atrapados por los militares y ser sometidos a una corte marcial.
El líder del equipo es Hannibal Smith (George Peppard), un experto en disfraces y brillante estratega. Según reconocieron los escritores, la base para Smith nació a partir de un teniente llamado Gordon "Bo" Gritz, un conocido militar que durante los ochenta trabajó arduamente para encontrar y rescatar soldados de Vietnam considerados desaparecidos en acción.
Junto a Hannibal se encuentra Faz (Dirk Benedict), un estafador nato y el encargado de infiltrarse o engañar a los grupos enemigos. Murdock (Dwight Schultz) es el responsable de pilotear los vehículos y a pesar de sufrir un severo desorden mental, su habilidad siempre es clave en la ejecución de los planes. Y el último es quizá el más popular: Mario Baracus (Mr. T) es la fuerza bruta, un mecánico de primera línea y luchador excepcional.
La dinámica del cuarteto en pantalla era inmejorable; el carisma de los cuatro conquistó al público y sus personalidades se complementaron a la perfección. Claro que en rodaje las cosas eran muy distintas.
Problemas magníficos
Era histórica la fama de conflictivo que tenía George Peppard. Sus peleas en los sets eran conocidas, y sus posibilidades de trabajo en la industria, por ese motivo, habían descendido notablemente. Sin ir más lejos, su rol en Dinastía, planeado para varios episodios, duró solo una semana debido al temperamento del actor. Por ese motivo, Peppard intentaba hacer a un lado sus impulsos sabiendo que Brigada A era su última oportunidad en Hollywood. El intérprete hizo lo que pudo por mantener las cosas bajo control, pero su genio podía más. En una entrevista, Dwight Schultz contó qué le dijo esa estrella cuando la conoció poco antes de filmar el piloto: "Un gusto. Soy George Peppard, y no soy un tipo fácil".
La realización del primer episodio no presentó demasiadas particularidades, a excepción de Tim Dunigan en la piel de Faz. El actor luego fue rechazado por su corta edad, que no se condecía con la experiencia que debía tener ese personaje. En un inicio Murdock también suscitó un breve debate porque a los ejecutivos les parecía que un héroe tan impredecible y exaltado no iba a combinar con la lógica del equipo. La situación cambió cuando en la emisión del piloto, el público de testeo quedó encantado con Murdock, y hasta lo consideraron su protagonista favorito, una reacción que cambió los planes de los productores.
Durante la filmación del piloto había un clima de descreimiento generalizado. Nadie consideraba que la propuesta fuera a tener éxito, y entendían que una serie de aventuras tan superficial difícilmente pudiera enganchar a los televidentes. El único que le tenía una fe ciega al producto, quizá porque no le quedaba más remedio, era Peppard, que finalmente tuvo razón. Brigada A se estrenó el 30 de enero de 1983 en un inmejorable horario de emisión: inmediatamente después del Super Bowl, obteniendo en su debut un 26,4% del share. Y mientras los ejecutivos de NBC festejaban el triunfo, una enemistad se despertaba en el seno de la serie.
Todo parecía indicar que los días más difíciles de Peppard habían quedado en la historia, pero la paz duró poco. El intérprete no veía con buenos ojos la popularidad de Mr. T, que no era un actor nato, y cuyo talento interpretativo era similar a los gruñidos de Chewbacca. Lo que enfurecía a Peppard era ver a los fans enamorados de Baracus y su camioneta negra (básicamente no hubo un solo niño en los ochenta que no soñara con manejar una igual). La tensión llegó a límites insoportables cuando el actor descubrió que su musculoso compañero de elenco encima tenía un sueldo superior.
Poco a poco la pésima relación entre ambos creció al punto que dejaron de dirigirse la palabra. Peppard se refería a él como "el hombre con las cosas de oro", mientras que Benedict, que al igual que su personaje tenía talento para las relaciones diplomáticas, hacía de intermediario entre ambos. Con el tiempo, las asperezas no se limaron, y todo el equipo aprendió a trabajar en medio de un conflicto que duró hasta los últimos días de la producción.
La violencia menos violenta
En sus primeras temporadas, el boom de Brigada A no hacía más que crecer. Cannell y Lupo dieron con la fórmula del éxito y explotaron a más no poder los ingredientes que tanto entusiasmaban a los televidentes. De esa manera la serie construyó una estructura sólida basada en un esquema único sobre el que giraban mínimas variantes.
En todos los episodios, una comunidad sometida recurría a "Los magníficos" para que les dieran una mano. Ellos armaban un plan que por lo general culminaba con un ataque frontal, un sinfín de tiroteos, autos volando por los aires y algún tipo de vehículo tuneado por el propio Baracus. Hannibal se prendía un habano (que eran de la marca utilizada por Peppard) y con la frase "Me encanta cuando un plan sale bien" la aventura dejaba a los antihéroes en el status quo del inicio, preparados para desarrollar la semana siguiente un nuevo plan contra algún grupo pseudo-terrorista.
En cada entrega había un puñado de situaciones que se repetían siempre, y que los televidentes, muy conscientes de esa dinámica, disfrutaban con antelación. El pánico de Baracus a volar, los vistosos disfraces de Hannibal, las conquistas amorosas de Faz y los villanos caricaturescos eran infaltables en cada aventura. Pero por sobre todas esas características, el gran ingrediente eran las peleas, las escenas de acción y la violencia exagerada al borde del ridículo.
Los ejecutivos sabían que Brigada A era muy popular entre los niños, por ese motivo en las impresionantes balaceras jamás había muertos, ya que era condición sine qua non el que la serie no fuera "prohibida para menores" en el sistema de calificaciones. Según contó Stephen Cannell, todos los guionistas se habían propuesto un chiste interno en el que sí o sí debían incluir en todos los capítulos un gigantesco choque de autos, del que inexplicablemente los pasajeros siempre salían ilesos. En sus años iniciales la fórmula parecía infalible, hasta que sucedió lo inevitable, y es que el público comenzó a cansarse, y así Brigada A se acercaba a la disyuntiva de evolucionar, o morir en el intento.
Un éxito que no pudo (ni supo) envejecer
Alerta de spoiler: Brigada A murió irremediablemente. Los guionistas procuraron por todos los medios llevar hacia un nuevo escalón al programa, pero una vez que los fans se alejaron fue imposible recuperarlos. En la cuarta temporada el rating bajó de golpe, por lo que en su quinto año, transmitido entre 1986 y 1987, hubo varios intentos por retocar el esquema. La primera decisión fue incorporar al actor Robert Vaughn, que interpretó a un agente de la CIA llamado Hunt Stockwell. El detalle no menor es que la decisión de contratar a Vaughn fue porque era íntimo amigo de Peppard, y su llegada podía amainar la crisis entre él y Baracus, algo que igualmente no sucedió.
Por otra parte, el tono de las historias empezó a cambiar y con un ojo puesto en Misión: imposible, las aventuras apostaron más por las tramas de espionaje que por las secuencias de acción, otro cambio que tampoco funcionó. La frívola mirada sobre la guerra de Vietnam, antes naturalizada por el público, ahora también era motivo de reclamo.
Finalmente, el 8 de marzo de 1987 Brigada A finalizó luego de emitir trece episodios de una temporada que iba a ser de veintitrés. El único guiño que pudo permitirse la serie a modo de despedida fue que Murdock usara una remera con la palaba "Fini".
El paso del tiempo permitió analizar cuáles pudieron ser los motivos por los que Brigada A pasó de ser el título más importante de la televisión a estrellarse irremediablemente. Ante todo, la falta de evolución en los héroes fue una de sus grandes debilidades. Por otra parte, las cinco temporadas presentaron una alarmante ausencia de coprotagonistas femeninas de peso. En la primera temporada, Melinda Culea era Amy, una suerte de quinta integrante del equipo. La actriz solía insistir con tener más líneas de diálogos y participar de las escenas de acción, pedidos que agotaron la paciencia de la producción, que finalmente decidió despedirla. Luego fue reemplazada por Tawnia, una periodista interpretada por Marla Heasley, pero su participación terminó siendo breve.
Como no podía ser de otra manera, ambas actrices no tardaron en caerle mal a Peppard, un factor que también propició su salida. Sobre ese tema, Dirk Benedict expresó en una nota: "Brigada A era una serie de tipos. Orquestada por tipos. Escrita por tipos. Dirigida por tipos. Actuada por tipos. Era sobre cosas que hacían los tipos. Nosotros hablábamos como hablaban los tipos. Nosotros éramos los que mandaban. Éramos Dios. Fumábamos cuando queríamos. Disparábamos cuando queríamos. Besábamos a las mujeres o las hacíamos llorar cuando queríamos. Fue el último programa genuinamente masculino".
Las palabras de Benedict encierran la lógica de la serie, y cómo los ingredientes que en un primer momento entusiasmaron al público, no tardaron en sepultar al producto. En sus años iniciales, Brigada A fue un boom televisivo de calibre mundial (en Argentina gozó de enorme popularidad cuando, en 1984, Canal 9 la emitía con un rating que promediaba los cincuenta puntos). Pero la estilización de la violencia, el exceso de testosterona, los accidentes surrealistas y la postura siempre canchera de sus personajes, a la larga cansó a los televidentes, que descubrieron que esos héroes de la pantalla chica no tenían ningún tipo de bidimensionalidad.
Sin embargo, aún hoy nadie puede dudar de que Brigada A es uno de los grandes títulos en la historia de la pantalla chica, y que durante las décadas posteriores las series de acción tuvieron como faro guía el camino sembrado por Hannibal Smith y sus irreductibles magníficos.
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