Orlando Bloom y Cara Delevingne entran al universo de Carnival Row
La producción disponible en Amazon Prime cruza temas de actualidad con la ciencia ficción
BERLÍN.- Un detective circunspecto, un hada y una legión de criaturas mitológicas en el Londres victoriano. Él es Orlando Bloom y ella, Cara Delevingne, los dos protagonistas de Carnival Row, la serie que acaba de estrenar Amazon Prime Video y en la que la fantasía es casi lo de menos. El poder en una sociedad marcada por las clases sociales y la intolerancia y el desembarco de los refugiados son temas omnipresentes en una trama en la que resulta imposible no trazar paralelismos con el mundo real.
Esa conexión de la fantasía con la realidad es precisamente una de las virtudes que Bloom, conocido por los éxitos de la década pasada Piratas del Caribe y El señor de los anillos, le encontró a esta producción. "Me encontré con un mundo único, con una idea original. El creador es un genio pero, además, me interesó la vertiente social, la vida con los otros, la crisis de los refugiados". Bloom habla durante una entrevista, en un hotel de Berlín, adonde esta semana viajó para promocionar la serie de ocho capítulos. "Como actor, cuando podés mirar estas cuestiones a través de la lente de la fantasía, te permite tener una opinión, que esperemos que entretenga, pero que también genere un diálogo sobre estos asuntos", dice.
A su lado, en este hotel berlinés de moda, la actriz protagonista, Cara Delevingne, conocida por su papel en Escuadrón suicida, defiende sin ambages el contenido social de la nueva serie. "Hay países como Uganda, con los brazos abiertos a los refugiados, a pesar de no tener nada. ¿Por qué no puede el resto del mundo actuar con el mismo respeto? Como artista, o como alguien con seguidores en redes sociales, es nuestra responsabilidad al menos hablar de ello. La de cualquiera que tenga cierto alcance en la vida pública, sea actor o no". ¿Tienen los actores la responsabilidad de implicarse socialmente?, se le consulta. "Es la responsabilidad de cualquiera con un corazón. Están pasando cosas tan terribles en el mundo, desde el medio ambiente, la crisis de los refugiados... Por lo menos, hay que ubicar la conversación en los temas que requieren una solución", piensa Bloom, quien asegura que "los dos estamos muy contentos de poder hablar en esta serie de sexo, raza, clase o abuso de poder, mientras estamos contando una gran historia".
Delevingne va más allá y acusa a los gobernantes de alimentar el miedo al otro, al diferente. "Al final todo se reduce al miedo, también en nuestro mundo. El miedo que propagan los gobiernos, que nos hacen creer que los otros son peligrosos, que la gente que no conocemos o no entendemos supone un peligro, lo cual es totalmente erróneo y falso. Propagar el miedo es una manera de controlar a la gente".
Ambos se confiesan impresionados por los recursos y el cuidado por los detalles con el que se han encontrado durante el rodaje de Carnival Row en Praga. Allí, la nieve y la lluvia han ayudado a crear ese ambiente húmedo y algo sombrío que transmite la serie. Bloom, afincado en Los Ángeles, cuenta que le ha gustado rodar en Europa "porque mientras grabábamos salían muchísimas noticias de lo que está pasando en los Estados Unidos y era interesante estar lejos y ver cómo el resto del mundo ve lo que pasa en América", dijo.
La serie tiene ocho capítulos y ya está en marcha una segunda temporada. "Es más como una película de ocho horas", piensa Bloom. Asegura que los grandes guionistas están migrando a las series de televisión para explorar nuevos caminos narrativos. Delevingne opina que "hay muchas más oportunidades para trabajar en televisión. Algunas de las mejores cosas que he visto en los últimos tres años están allí". Cree que las nuevas series han hecho posible que haya "más espacio para mujeres guionistas, porque en la televisión ahora hay muchos más contenidos. Muchas de las personas que ven la televisión son mujeres, así que por qué no la van a crear también".
Bloom aborda este proyecto en un momento de su vida en el que asegura que quiere dejar atrás los años de actividad frenética. Vivir el presente y disfrutar del proceso y no tanto del resultado es su meta declarada. "Como sociedad y en la industria, estamos muy enfocados al resultado y eso te puede privar de la experiencia de la vida y la creatividad. Cuando tenía 20 años, estaba viajando por el mundo todo el tiempo, había mucho ruido, era muy intenso. Pero te haces mayor y tienes un hijo, y eso te da otra perspectiva".
© El País S.L.
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