Big Little Lies se despidió de la TV con un final convencional y fácilmente olvidable
Big Little Lies empezó en 2017 como una miniserie que arrasó en los premios Globos de Oro y en los Emmy, y este año adquirió otro formato con el estreno de una segunda temporada que tuvo como eje la puja de poder entre los personajes de Celeste (Nicole Kidman) y Mary Louise (Meryl Streep): dos madres atormentadas por razones diferentes, quienes se enfrentan por sus contrapuestos preconceptos sobre cómo lidiar con la violencia y la crianza de los hijos. La serie, creada por David E. Kelley con el libro de Liane Moriarty como base, parece haber llegado a su fin esta noche, con la emisión del séptimo episodio, "I Want To Know", si bien siempre se desliza la posibilidad de un regreso.
Kidman declaró recientemente que le gusta la idea de abordar una tercera temporada, siempre y cuando "estén las mismas personas involucradas". Kelley, por su parte, aseguró que escribió los episodios pensando en un final definitivo, y bajo esta misma óptica parece observar el panorama Casey Bloys, presidente de programación de HBO. "Amo a este grupo de gente, haría cualquier cosa por ellos, pero la realidad es que son las personas que más trabajan en Hollywood, no parece realista que se puedan volver a juntar las agendas", dijo en diálogo con TV Line.
El episodio final emitido esta noche le dio un cierre parcial a la historia, con "Las cinco de Monterey" reuniéndose frente a la estación de policía, y eventualmente ingresando al lugar, como consecuencia -por lo que podemos inferir- de la decisión de Bonnie (Zoë Kravitz) de entregarse por el asesinato de Perry (Alexander Skarsgård).
De todas formas, el destino del quinteto vuelve a ser una incógnita, teniendo en cuenta que no sabremos qué pena caerá sobre cada una de ellas. La decisión de concluir la segunda temporada de esa forma deja un sabor amargo. Por un lado, es consecuente con el malestar que venía sintiendo Bonnie, acrecentado por la muerte de su madre y la separación de Nathan (James Tupper), esta última subtrama por demás forzada. Por el otro, borra la complejidad de los episodios previos, e incluso del final de la primera entrega. Big Little Lies siempre fue un drama sobre la maternidad, y fue el cuidado de los hijos lo que condujo a las mujeres a protegerse, para así protegerlos a ellos.
Cuando finalmente todas ellas -excepto Bonnie- parecen haber encontrado un rumbo hacia la felicidad, con sus niños en brazos o en hechos cruciales, voluntariamente optan por poner todo en jaque. Es una decisión narrativa arriesgada que dinamita todo lo que la serie venía construyendo, y que parece surgir de una falta de ideas sobre cómo reunir a las cinco bajo un mismo paraguas. Simplemente no funciona.
A diferencia de la primera temporada, que tuvo un final supremo -e incluso mejor musicalizado-, este estuvo despojado de la fuerza del anterior y puso de relieve los problemas que se suscitaron tras bambalinas, vinculados a la intervención de Jean-Marc Vallée en la edición en etapa de posproducción, sin que la realizadora Andrea Arnold estuviera al tanto de que había sido despojada del control creativo de un producto, paradójicamente, pensado, comandado y coproducido por influyentes figuras femeninas.
De todas formas, "I Want To Know" tuvo momentos muy buenos. Uno de ellos, como era de suponerse, fue el del último round entre Celeste y Mary Louise, si obviamos la aparición de un video que opera como penoso deus ex machina. La sorpresa de que la madre de Perry quisiera la custodia de Max y Josh (Cameron y Nicholas Crovetti) por la pérdida de sus dos hijos no fue tal, dado que la serie nos venía dando indicios de que el hermano de Perry no había muerto en circunstancias normales y de que el sobreviviente se había criado en un ámbito nocivo. Como expresó Celeste, la conducta de su marido provino de algún lugar y, aunque resulte injusto culpar a Mary Louise enteramente -sobre todo, porque tampoco se ahonda en detalle en la infancia de Perry-, sí resultó acertado explorar el nocivo círculo vicioso del maltrato. Kidman y Streep estuvieron simplemente excepcionales, con la segunda saliendo de la serie del mismo modo en que ingresó: tan sigilosa y amenazante como triste y quebrada.
Por otro lado, Jane finalmente logra tener su momento de intimidad con Corey (Douglas Smith), todo un paso para ella, aunque el episodio no le permite a Shailene Woodley lucirse tanto como lo merecía. El ¿cierre? de la historia de Renata (Laura Dern, mejor que nunca en su interpretación) se podía intuir desde un par de episodios atrás: como mujer fuerte que es, va a superar los obstáculos sin su marido, y con Amabella (Ivy George) a su lado. La sorpresa del capítulo fue la emotiva viñeta de Madeline (Reese Witherspoon) y Ed (Adam Scott, en una actuación subvalorada), quienes renuevan los votos en una ceremonia matrimonial íntima, y mediante la cual se muestra la evolución de una mujer que estaba acostumbrada a tenerlo todo, y quien debió pelear por lo que realmente quería de regreso.
El desnivel de la segunda temporada de Big Little Lies fue muy notorio: comenzó con mucha potencia, y se fue desdibujando al reiterar tópicos que eventualmente no fueron a ningún lado, como las visiones de la mamá de Bonnie y los encuentros de Ed con la esposa del amante de Madeline. Si la serie no regresa, será recordada por el gran calibre actoral de sus protagonistas, por poner el foco en la violencia doméstica, por mostrar diferentes clases de mujeres (cuanto más imperfectas, más interesantes), y por contemplar situaciones adultas desde la perspectiva de los niños, elección con la que Big Little Lies sí se comprometió, afortunadamente, hasta el final.
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