El regreso de Big Little Lies: cuando la muerte le sienta bien a la pantalla
Hace poco más de un año, la despedida era definitiva. Después de siete inspirados episodios, Big Little Lies –la miniserie de HBO que reunió en pantalla a Nicole Kidman, Reese Witherspoon , Shailene Woodley , Laura Dern y Zoë Kravitz – cerró su historia con una sostenida calidad de actuaciones, guiones y puesta en escena que pocos proyectos pueden alcanzar. Por eso, aun antes de recibir ocho premios Emmy en la categoría "serie limitada", la ficción –escrita por David E. Kelley a partir de la novela de Liane Moriarty– estaba en proceso de dejar de serlo. Por aclamación pública y para alegría de los ejecutivos de HBO, la operación "segunda temporada" se puso en marcha y el "adiós" se convirtió pronto en un "hasta luego".
En los meses transcurridos desde la confirmación de su regreso y el estreno de los siete nuevos episodios (el domingo, a las 22, por HBO ; disponible en HBO Go y en Flow al día siguiente), varios planetas debieron alinearse. Moriarty escribió en formato nouvelle la continuación de la historia, Kelley volvió a adaptarla en siete guiones y –en su papel de productoras de la ficción– Witherspoon y Kidman consiguieron el "casting de la década" cuando convencieron a Meryl Streep de que se sumara al elenco de la segunda temporada.
La premiada actriz interpreta a Mary Louise Wright, la suegra del personaje de Kidman, que llegará a Monterey para –aparentemente– ayudarla luego de la muerte de su hijo Perry (Alexander Skarsgård), suceso que pone en movimiento estos nuevos episodios. Un relato que volverá a girar, como sucedió en la primera vuelta, alrededor de las mentiras y los secretos que ocultan las "cinco de Monterey", el mote que llevan los personajes en la paradisíaca localidad californiana en la que viven ahora que enfrentan otro conflicto emocional de alto poder corrosivo: el duelo.
De hecho, en el tiempo en que las cinco "mamis del cole" estuvieron fuera de la pantalla muchas ficciones televisivas supieron usar la pérdida de un ser querido y el subsiguiente proceso de duelo como motores más o menos explícitos de sus historias.
Y, como sucede en la realidad, en esos relatos el duelo es una tragedia, pero también una comedia. Ese equilibrio de género y tono que con tanta precisión logra Big Little Lies es el mismo que intentan, a su modo, Muertos para mí, Afterlife, Forever, Fleabag, The Good Place y Muñeca rusa. Nada casualmente, son también algunas de las mejores y más comentadas series de los últimos tiempos. En el afán de ir más profundo, de bucear en el dolor de la pérdida y en la necesidad de encontrar el modo de salir adelante, estos programas dieron con la forma de ser tan conmovedores como divertidos (el humor es inevitablemente negro).
Todos tus muertos
Jen está enojada. Muy enojada. Desde que quedó viuda, después de que su marido fue atropellado por un auto que huyó sin ayudarlo, su ira y un cinismo sin censura son las únicas razones por las que se levanta de la cama. Eso y la necesidad de descubrir al culpable de la muerte de su esposo. Esa es la premisa de Muertos para mí, la comedia de Netflix que protagoniza Christina Applegate y produce Will Ferrell, su compañero de elenco en la delirante película El reportero: la leyenda de Ron Burgundy.
"No quiero sorprenderte, pero está enojada por algo", le advierte el hijo adolescente de Jen a Judy (Linda Cardellini), una nueva amiga que parece ser la única que sabe cómo aplacar su furia. Con el correr de los episodios, y a medida que el misterio del homicidio involuntario empiece a aclararse, también se aclarará que el duelo es apenas la punta del iceberg en la psicología de Jen, un ser humano complejo que Applegate compone con notable maestría.
Lo mismo puede decirse de Natasha Lyonne en Muñeca rusa, la peculiar serie que la actriz de Orange is the New Black creó junto a Leslye Headland y Amy Poehler. Allí, Lyone interpreta a Nadia Vulvokov, una programadora que muere una y otra vez la noche de la fiesta de su cumpleaños. Fumadora y bebedora empedernida y atleta olímpica de la ironía, no sabe cómo escapar del loop existencial que la devuelve siempre al mismo lugar, siempre al mismo resultado. Obligada por la muerte a enfrentarse con detalles de su vida que nunca se animó a examinar, la protagonista es tan magnética y original que cada una de sus cada vez más alucinantes aventuras es tan fascinante como la eterna pregunta sobre lo que sucede después de la muerte.
Un interrogante del que se hace cargo The Good Place (también en Netflix). Con la curiosidad de un estudiante de filosofía, el productor y guionista Mike Schur (The Office) decidió intentar lo imposible: una sitcom sobre la muerte que ponga a sus protagonistas, todos fallecidos, a reflexionar sobre ética y moral en un intento de ser mejores personas. Del otro lado del espejo de esas series que se ocupan de las tribulaciones de los que quedan vivos por evolucionar, The Good Place se divierte mucho con la idea de que el duelo sea un unipersonal autogestionado.
Algo que en otro tono y con un estilo de humor mucho más asordinado también intenta Forever (Amazon Prime Video), la comedia hecha a medida de Maya Rudolph y Fred Armisen. Los veteranos de Saturday Night Live interpretan a June y Oscar, un matrimonio de años que parece haber terminado cuando él muere en un accidente. Sin embargo, ese es apenas el comienzo del camino de la pareja que juntos y por separado tendrán que transitar en sus respectivos duelos para averiguar qué les queda más allá de él.
Si le hicieran esta pregunta a Tony, el personaje de Ricky Gervais en After Life, la respuesta sería "nada". El más absoluto y total vacío. Y eso es solo el comienzo de las constantes quejas del hombre, un periodista de pueblo chico cuya adorable y adorada esposa murió, lo que lo dejó sin ganas de vivir. O de ser amable. O mínimamente civilizado con el resto del mundo (a excepción de su perro). Con el estilo de Gervais, que combina el seco y sarcástico humor británico con un sentimentalismo a veces demasiado subrayado, After Life es casi el exacto opuesto de Fleabag, la obra maestra de Phoebe Waller-Bridge .
La actriz, guionista y productora construyó en dos temporadas un personaje y un relato tan personal como universal. Su Fleabag (Amazon) es una herida abierta que camina por la vida negándose a aceptar los muchos modos en que la muerte la acecha y afecta sus decisiones. Y negándose a hacer ese duelo que funciona como el combustible de estas series imprescindibles.
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