En una era donde la conversación social busca problematizar el humor, los estándares estéticos y el rol de la mujer, aterriza en Prime Video una nueva historia de la telenovela colombiana, con miras a repetir su éxito inicial; LA NACION visitó el set de filmación en Bogotá y conversó con su protagonista
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BOGOTÁ.— Beatriz Pinzón Solano se siente rota. Es fea, feísima. Su andar es torpe y su hablar atolondrado. Su aspecto, despreciado, cubre la voracidad de su ambición. Betty no es Betty. Es Betty, la fea. Pero, debajo de los ademanes de rechazo que desata su existencia se esconde una mujer brillante, manipuladora y sagaz. Con el estigma de su apariencia, ella construye algo más que una identidad: encarna un modo de entender(se) en el mundo y pararse frente a los demás. Ella es, ante todo, la capitana de su destino y -contra todos sus pronósticos- enamora al galán más codiciado y se convierte en la presidente de una próspera compañía de moda. Betty, la fea es personaje, es símbolo y es también el nombre de la telenovela más exitosa de la historia (así lo considera el Guinness World Records). Aún hoy, más de 20 años después de su estreno, se mantiene como una de las tiras más vistas en plataformas digitales y aterrizará el año que viene en Prime Video con una nueva historia, que promete revivir el fervor de los espectadores y reírse de la corrección política.
La nueva entrega, producida por Estudios RCN para Prime Video, cuenta la historia de Betty dos décadas después de la conclusión de la serie original. Con parte del elenco de la primera versión y nuevas incorporaciones, la trama se centra en la evolución del personaje a lo largo de los años. La protagonista es ahora una ejecutiva que, a sus 50, sigue casada con su esposo y líder de la compañía, Armando Mendoza (Jorge Enrique Abello) y se divide entre el ajetreo laboral y doméstico. Su vida está lejos de estar resuelta y Betty transita un momento de inestabilidad: mientras intenta consolidar el vínculo con su hija adolescente, Mila, trata de sobrellevar la crisis de su compañía familiar y se cuestiona algunas decisiones de su pasado. Repleta de expectativas y con la misma emoción que la primera vez, Ana María Orozco se vuelve a poner en la piel de Beatriz y, en una entrevista exclusiva con LA NACION, reflexiona sobre los estándares de belleza, la vigencia de la novela y los desafíos de volver al personaje que la catapultó en todo el mundo.
El corazón mirando al sur
Orozco cuenta con fama mundial debido a su extensa carrera actoral. Tras el apabullante éxito de Betty, la fea, su labor cruzó las fronteras de Colombia y eligió la Argentina para trabajar en diversas novelas. En 2011 fue parte de Los Únicos (eltrece), en 2014 de Somos familia (Telefe) y en 2018 tuvo un importante papel en la ficción juvenil Simona (eltrece). Actualmente, la actriz reparte su tiempo entre diferentes sets colombianos para la vuelta de Betty..., pero según dice su corazón está en Buenos Aires, donde vive desde 2005. Por aquellos años, la artista emigró al país junto al músico Martín Quaglia, con quien tuvo dos hijas: Lucrecia y Mía. Si bien en 2013 la pareja decidió tomar caminos separados, ella decidió seguir en la ciudad de Buenos Aires.
—¿Cómo es tu vínculo con la Argentina?
—Es mi segunda casa. El arte, el teatro y la cultura que hay en el país me ha aportado muchísimo. Tengo un amor profundo y mucho agradecimiento por la Argentina.
—¿Cómo ves la situación política en la Argentina hoy?
—Aunque vivo hace muchos años en Buenos Aires, siempre siento que esa es una pregunta compleja y delicada. Prefiero no opinar. Pero puedo decirte que veo algo que está pasando en general en todos los países y sobre todo en nuestra región: observo mucha polarización y dificultad, pero también tenemos cosas muy valiosas y ojalá salgamos adelante.
Desde su lanzamiento, en 1999, Betty, la fea arrasó: su espíritu rupturista logró ilustrar la idiosincrasia colombiana y al mismo tiempo tuvo la capacidad de impregnarse en el resto del mundo. La novela fue transmitida en alrededor de 180 países, doblada a 15 idiomas y adaptada en 28 territorios, incluyendo India, Sudáfrica y los Estados Unidos. Fue tal el éxito y la repercusión de la ficción que algunos sucesos inesperados dieron cuenta del alcance de su trama. Uno de los más emblemáticos fue la participación del entonces presidente de Colombia Andrés Pastrana. Según trascendió -y confirman los protagonistas- el político pidió un cambio de guion y tuvo una respuesta a su favor. Cuando en la novela, el personaje de Betty, debido a su situación económica, se veía en la encrucijada de aceptar o no un dinero corrupto, el mismísimo mandatario se comunicó con el creador de la telenovela, Fernando Gaitán -fallecido en 2019-, y juntos resolvieron que lo mejor era que Betty optara por el camino honesto. Por aquellos años, Colombia atravesaba una dura recesión económica y reinaba un clima político de tensión “Colombia tenía un problema de corrupción muy grande y si la heroína Betty, aceptaba el soborno era una forma de afianzar: ‘Mira que sí se puede”, señalan desde la producción. Pastrana consideró que si Betty, la protagonista más afamada del país, se sumergía en la corrupción, el efecto del mensaje podía embeberse de forma negativa en la inmensa cantidad de colombianos que seguía con fanatismo la serie. Ana María Orozco, casi como si no hubiese pasado el tiempo, recuerda con dulzura los primeros pasos y las repercusiones de ese personaje femenino completamente atípico que le otorgó extraordinario reconocimiento en toda América Latina.
—La primera temporada de la novela fue un boom e incluso trascendió que el expresidente colombiano Pastrana había pedido un cambio de guion. ¿Cómo viviste eso? ¿Qué rol cumple la ficción dentro del entramado social?
—Fue algo muy lindo. La novela gustó mucho y la recibieron muy bien en el mundo entero. Más allá de la “colombianidad” de los personajes, siento que todos son muy humanos. Sus historias y todo lo que les pasa es muy universal y creo que esa exploración, que hizo Fernando Gaitán (el guionista original) en su momento y que ahora estamos tratando de continuar es vital, es clave. A veces subestimamos la telenovela o las ficciones, pero yo creo que pueden aportar muchísimo: nos llevan a hacernos preguntas, nos invitan a pensar.
—¿Crees que Betty impulsó una conversación social sobre ciertos temas?
—La primera vez que empecé a construir el personaje y la historia, no era tan consciente del tema de los de los estándares de belleza, ni de los prejuicios y estereotipos, que son mensajes a los que hoy se les presta más atención.
—¿Cómo era hablar sobre los estándares de belleza antes y cómo va a ser ahora en la nueva historia de Betty?
—Siento que en algunas cosas hemos vuelto un poco para atrás. Lo veo en la generación de lo más jóvenes que están las redes, con TikTok y muy pendientes de la imagen. Hay chicas muy jóvenes que quieren operarse, hacerse intervenciones, maquillarse ¿no?
—¿Hay una especie de doble discurso?
—Yo creo que sí, que el conflicto de fondo no cambió. Hay algo muy profundo, un miedo que todos tenemos al rechazo, a no gustar que todavía está muy presente en una sociedad que sigue basándose mucho en el estereotipo de belleza, en ser joven...Siempre estamos mirando los cuerpos. Si bien se habla más sobre los estereotipos, la belleza y la juventud son estándares que siguen vigentes.
—Incluso el personaje de Betty en la primera temporada termina con un cambio estético y busca reconocimiento...
—Si. Pero no por pedido de Armando (el personaje de Jorge Enrique Abello Moreno). Él se enamora de Betty “fea”. Pero sí, es verdad que ella sentía que tenía que corresponder al contexto. Y eso de entrar en el estándar de belleza le pasó a muchas mujeres de nuestra generación; una búsqueda de ser lo que no eres. Ahí parte una gran discusión que está puesta acá hoy.
—¿A la hora de actuar pensás en todas estas conversaciones sociales o tratas de concentrarte en el personaje sin juzgar?
— Uno como actor no debe juzgar a los personajes y precisamente los personajes están exponiendo algo. Parte del trabajo actoral es no juzgar al personaje, entregarse e interpretarlo. Después viene la otra discusión. Y tratamos de ser conscientes sobre lo que queremos hablar. Qué es lo que queremos mostrar con la nueva historia de Betty. Van a estar los mismos personajes que en la primera temporada, además de las nuevas incorporaciones, pero cada uno va a conservar sus carácter. No van a resolver el conflicto social pero atraviesan las mismas preocupaciones que cualquiera. Es una discusión que va más profundo que la conversación estética, tiene que ver con el interior de cada uno. Porque es tristísimo que alguien tenga que recurrir a intervenciones para que los otros te acepten, no es justo con los seres humanos.
Mauricio Cruz, el director de la nueva historia de Betty, la fea se mueve por el set con soltura y supervisa hasta el más mínimo detalle del departamento de arte y fotografía. Está entusiasmado con el desafío de conducir un proyecto de alcance masivo a nivel internacional, dos décadas después de su lanzamiento original. “Lo interesante de Betty es que es la historia de una mujer que se supera, más allá de si es fea o linda. Betty logró que todas las mujeres del mundo se identificaran con ella, más allá de su belleza o de su nivel económico”, señala a LA NACION. Sobre el desfasaje que puede sentir la audiencia al escuchar el humor que ilustraba la telenovela a principios de los 2000, el director destaca que más allá de las conversaciones sociales de los últimos tiempos, los personajes sostendrán su esencia. “Hay muchos personajes -hombres y mujeres- que tienen rasgos de machismo. En el caso de Armando, el coprotagonista, en esta emisión atraviesa una nueva masculinidad. El que fue patán hace 20 años, ahora va a ser el que dice un piropo desubicado, pero en el medio se va a dar cuenta que no corresponde. Justamente eso va a ser lo gracioso, porque es lo mismo que pasa en la vida real”, adelanta. La expectativa por la nueva entrega se palpita no sólo en el set sino también en los múltiples foros de fanáticos que se mantienen activos y con el mismo nivel de intensidad que en los 2000, dejando en claro que 20 años no es nada y que Betty sigue siendo un ícono televisivo más allá de toda corrección política.
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