Bertie Carvel es el gran detective de PD James en Dalgliesh: “La actuación es un poco como el trabajo del detective”
El recordado villano de Doctora Foster compone al inspector poeta de Scotland Yard en una nueva miniserie de seis episodios que estrena la plataforma Acorn TV y que adapta sus novelas más célebres: Mortaja para un ruiseñor, La torre negra y Sabor a muerte
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La obra de PD James siempre ha sido una de las piezas estelares en la galería de los whodunit de la literatura policial británica. Heredera de Agatha Christie en su aguda observación y creadora magistral de atmósferas opresivas, James (1920-2014) fue una de las grandes renovadoras del género en la segunda mitad del siglo XX, cultivando la figura de su inspector Adam Dalgliesh como perfecta entrada a sus mundos. Protagonista de un total de catorce novelas, el poeta e inspector de Scotland Yard esta vez llega a la televisión en la nueva serie de AcornTV que lleva su nombre como título, Dagliesh. Integrada por seis episodios que despliegan tres de sus más célebres novelas, Mortaja para un ruiseñor (1971), La torre negra (1975) y Sabor a muerte (1986), la serie explora los contornos del universo de James con perfecta maestría, combinando el misterio y la investigación con una aguda mirada sobre la Inglaterra de los años 70.
Bertie Carvel, conocido como el emblemático Simon Foster de Doctora Foster (2015-2017) e intérprete de Banquo en la primera película de Joel Coen en solitario, La tragedia de Macbeth –que estrena en Apple TV en enero–, da vida a Adam Dagliesh en un momento peculiar de su vida. Mortaja para un ruiseñor, la primera de las historias, lo encuentra tiempo después de la muerte de su esposa, dispuesto a trabajar en colaboración con el Sargento Masterson (Jeremy Irvine), enredado en los fantasmas del pasado y los misterios de un nuevo caso. La muerte de una joven estudiante de enfermería en un señorial colegio en las afueras de la ciudad lo coloca en el seno de una comunidad cerrada, dominada por secretos y silencios, por pasiones y cuentas pendientes. La dinámica del relato es la quintaesencia del whodunit: un lugar cerrado, un cadáver –o varios–, una lista de sospechosos. El rasgo distintivo de la escritura de PD James, que consiste en espesar su lenguaje para dar forma a esos entornos criminales tan singulares, aquí se traslada a la exquisita puesta en escena y al diseño de personajes que siempre encuentran las formas más fascinantes de justificar su culpabilidad.
Carvel conversó en exclusiva con LA NACION sobre los desafíos de la interpretación de un personaje legendario como Dalgliesh, sobre la importancia de su formación teatral en el trabajo en TV, los secretos del rodaje en la ominosa locación del Nightingale Nurse College, y las expectativas ante el inminente estreno de la versión de Macbeth de Joel Coen y Frances McDormand.
–¿Habías leído las novelas de PD James antes de aceptar el papel del inspector Dalgliesh? ¿Cómo abordaste la composición del personaje?
–La verdad es que no había leído los libros de PD James. Sí los leí apenas comencé a preparar el personaje, también para interiorizarme del universo de la escritora. Creo que la actuación es un poco como el trabajo de un detective. Lo primero que tenés que hacer es poner atención al sujeto que tenés que representar, al que tenés que conocer primero. Mi camino siempre comienza en el guion, y luego continúa en la búsqueda de la información que me permita completar ese panorama, enriquecerlo. En este caso, el acercamiento a las novelas pero también la investigación del período. Prepararse para abordar un personaje es un proceso bastante abstracto, incluso imprevisible para el actor. Yo considero la tarea del actor como la de quien brinda al material que otro ha escrito el pulso de la vida. Y eso se logra, en primer lugar, dando lugar a tu instinto, como en el juego de los niños. Pero también a través de una observación rigurosa, signada por la precisión, que lo que acerca a la tarea del detective, a su capacidad de registrar todos los detalles.
–PD James es célebre por su talento para crear climas ¿cómo fue el rodaje en exteriores en los primeros dos episodios, sobre todo en el hospital y en el bosque, espacios que definen ese clima progresivamente inquietante?
–La locación del colegio de enfermeras fue perfecta para construir ese ambiente que se desprende de la literatura de PD James. Es inusual concentrar un rodaje íntegramente en una locación y nosotros filmamos los dos episodios que corresponden al libro Mortaja para un ruiseñor en esa casona. Dispusimos de todo el edificio, que solía ser un convento, para poder situar todos los escenarios, así que el espacio siempre mantuvo su integridad, que es importante para los actores cuando filmamos. La atmósfera estuvo construida de manera precisa, con los decorados y la iluminación de cada ambiente. También el hecho de circunscribirnos a esa locación brindó cierta claustrofobia al registro, que sintonizó de manera perfecta con la historia. En el tercer y cuarto episodio, nos trasladamos a un escenario totalmente diferente, más abierto, cercano a la costa. La torre negra es una historia de espacios más abiertos, con una casa de retiro en ruinas situada en el seno de una comunidad religiosa. Y en la tercera de las historias de esta temporada, Sabor a muerte, nos trasladamos a Londres, a un entorno decididamente urbano. Como cada una de las tres novelas trabaja una atmósfera distintiva, era importante amalgamar el universo a partir del personaje.
–¿Cómo fue el trabajo junto a Jeremy Irvine en la construcción de la dinámica entre Dalgliesh y el sargento Masterson? Forman una dupla muy peculiar: Dalgliesh es estricto, ceremonial; Masterson es algo irreverente, propenso a transgredir las normas. Pese a esas diferencias deben trabajar juntos.
–El inspector Dalgliesh y su compañero, el sargento Masterson, son muy diferentes, quizás no de manera antagónica, pero sí con estilos muy disímiles. La clave para mí fue que Dalgliesh percibiera cierto talento en ese joven, cierta inteligencia que es perfecta para el trabajo. Y tuvimos ciertas diferencias en las lecturas con Elaine [Pyke, productora ejecutiva de la serie] respecto a la conformación del dúo. Para ella, Dalgliesh nunca hubiera elegido al sargento para acompañarlo en la investigación, sino que su presencia era fruto de un mandato de Scotland Yard. Sin embargo, yo me inclinaba a pensar que Dalgliesh podía valorar el instinto de Mastenson para la tarea, pese a que no admirara el resto de las cualidades de ese hombre. Creo que ese es un rasgo de los buenos líderes, que no tienen miedo de rodearse de personas que los desafíen, que no siempre acatan sus órdenes. Pero es cierto que la relación no está exenta de conflicto y es justamente por eso que su dinámica funciona en la pantalla, resulta atractiva para el espectador. Porque por un lado Dalgliesh quiere deshacerse de él, echarlo a patadas, y por el otro quiere convertirlo en aquello que promete ser, de forma casi paternal: conducirlo de alguna manera a ser el mejor detective posible. Y fue muy divertido jugar esas escenas con Jeremy, muy divertido.
–En Doctora Foster interpretaste a un villano emblemático. ¿qué desafíos implica ahora interpretar al héroe?
–Mi abordaje de los villanos consiste siempre en olvidarme de que lo son, porque en el fondo no creo que haya héroes y villanos, creo que esa es una etiqueta que se coloca sobre las personas, que siempre son más complejas. De hecho a veces interpreto a los villanos como si fueran héroes y viceversa. Para mí, la manera de encarnar un personaje consiste en abrazar sus contradicciones y sus complejidades. Dalgliesh también tiene un lado oscuro, que está presente todo el tiempo. No es una persona que caiga simpática, de hecho a mí me interesan los personajes que no son necesariamente simpáticos, agradables. Al único que tienen que agradarle es a mí, que tengo que interpretarlos. Para todo actor es importante encontrar cierta conexión con el personaje que está interpretando, incluso si es un asesino serial. Sumergirse en sus emociones, ponerse bajo su piel exige cierta compasión, cierta humildad que no condice con una actitud inquisidora. Interpretar a un personaje como si fuera un monstruo o como si fuera un santo lo despoja de los matices, que es en el fondo lo que hace interesante.
–¿Qué aspectos de tu trabajo teatral enriquecen tu entrada al mundo de la televisión?
–El teatro y la televisión son diferentes en muchos aspectos, como puede ser la pintura de la fotografía, pero también tienen muchos elementos en común. Creo que la principal diferencia es que sobre el escenario el actor es el foco principal, el punto que concentra la mirada. Todo pasa a través del actor cuando está en el escenario, concentra la entrega directa al espectador. Y lo hace en ese momento, junto a la audiencia. La visión del dramaturgo, las indicaciones del director, la preparación en los ensayos, todo pasa a través del actor. Por eso la conexión con ese producto final, que es la obra, se siente de manera más intensa. En el cine, o en la televisión, el actor es uno de los muchos componentes de una obra, sea una película o una serie. El actor debe colaborar todo el tiempo con los demás, y no es el último par de manos por el que pasa el resultado final. Está el montaje, incluso la tarea de los publicistas. Todo conforma a la película. Y eso se siente muy distinto. Creo que lo que me llevo del teatro a la televisión cada día es que como actor puedo adueñarme de una interpretación, conducirla al lugar que yo quiero. Todavía sigo aprendiendo la mejor forma de conseguir eso, pero es la última aspiración de autonomía. Lo que uno aprende en el teatro es que nunca hay una única manera de interpretar una escena. Y lo sabés porque ensayás diferentes formas, muchas de ellas válidas, y siempre tenés que elegir. En el cine, o en la televisión, no existe ese tiempo para el ensayo ni para la elección.
–Este año filmaste La tragedia de Macbeth bajo la dirección de Joel Coen, película que despierta una enorme expectativa. ¿Cómo fue la experiencia?
–Fue fascinante. Y sobre todo trabajar con artistas a los que respeto profundamente. Estoy muy orgulloso de ser parte de esa película. Y curiosamente para mí significó un espacio de encuentro entre el cine y el teatro. Porque tuvimos tiempo para ensayar como si fuéramos una compañía teatral, lo cual es muy inusual en el cine. El trabajo junto a Frances McDormand fue muy estimulante. Ella interpreta a Lady Macbeth pero también es productora de la película. Fue deslumbrante el trabajo de puesta en escena de Joel [Coen], con un diseño de producción exquisito que resultó un homenaje a la tradición teatral al mismo tiempo que la elaboración de una forma puramente cinematográfica. Tengo una gran expectativa para el estreno que llegará a Londres y Nueva York esta Navidad. Es una película excepcional.
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