Berlín: una historia de robos que supera sus propios vicios gracias al carisma de su protagonista
Aunque el spin off protagonizado por Pedro Alonso se apoya en las dinámicas de sus personajes centrales, no puede evitar caer en algunos lugares comunes de La casa de papel
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Berlín (España/2023) Creada por: Álex Pina, Esther Martínez Lobato. Elenco: Pedro Alonso, Tristán Ulloa, Michelle Jenner, Begoña Vargas. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena.
Como es sabido, La casa de papel fue un boom mucho mayor al esperado: un policial genérico de dos temporadas, que pasó por la televisión española sin pena ni gloria, se convirtió en un fenómeno en su llegada a Netflix y su popularidad derivó en la puesta en marcha de tres temporadas más. A dos años del final de esa ficción, la plataforma streaming lanza un spin off centrado en el personaje de Berlín (Pedro Alonso), uno de los muchos mártires que tuvo la famosa banda de atracadores.
Aquí la trama comienza en el pasado y hace foco en uno de los muchos golpes orquestados por el hermano del Profesor. La acción se sitúa en París, con Berlín al frente de una colorida banda de ladrones y ladronas que, como es regla, está integrada por expertos en distintas áreas que van desde seguridad informática, pasando por inteligencia y habilidad en el manejo (aunque no fuerza bruta, ya que a fin de cuentas, estos son criminales de guante blanco). El objetivo es abrir una bóveda y sustraer numerosas joyas que tienen destino de subasta. Claro que como ya nos enseñaron las historias de este calibre, todo lo que puede fallar, falla, y los inesperados conflictos entre personajes no hacen más que entorpecer la precisa ejecución de un robo milimétricamente calculado.
Berlín no es El profesor, no tiene su cabeza fría ni su muñeca para volantear situaciones que amenazan con desmadrarse, y por ese motivo es que su plan comienza con el pie izquierdo. Mientras lleva a cabo tareas de inteligencia, el protagonista se obsesiona con la esposa de su víctima, una joven mexicana que lo cautiva inmediatamente. Y mientras la banda sigue adelante en la ejecución del ambicioso atraco, para el que deberán sortear innumerables obstáculos, Berlín parece dedicarle más tiempo y entusiasmo a enamorar a la mujer de sus sueños que a concretar el millonario robo.
Fiel a respetar los lineamientos estéticos de la serie madre, Berlín tiene algunos tics que pueden generar adhesión o rechazo, pero que sin lugar a dudas tienen aroma a repetido. Hay un tono eminentemente canchero que puede repeler, con personajes que parecen adictos a la pose, siempre atentos a la sonrisa socarrona y a esa sensación de tenerlo todo bajo control, aun cuando el entorno es un caos. Todos los protagonistas de esta serie son ladrones que se seducen constantemente y que, tarde o temprano, se revelan como víctimas de una ebullición hormonal que parece digna de estudiantes secundarios en viaje de egresados.
Lo cierto es que para bien o para mal, esto es herencia de La casa de papel. La música de rock machacona, el montaje vertiginoso, los ralentis excesivos y la constante pose son ingredientes que forman parte de ese ADN que tanto instaló esa ficción creada por Álex Pina. Pero ese registro que parece convertir a los personajes en figuras frívolas, inesperadamente en Berlín funciona mejor.
La casa de papel era un ejercicio plástico en el que costaba encontrarle tridimensionalidad a sus protagonistas, muchos de ellos con una mochila dramática peso pluma pero que se pretendía peso pesado. Afortunadamente en Berlín eso no sucede (tanto). Pina y su habitual socia creativa, Esther Martínez Lobato, ensamblan una historia que, sin pretender inventar la pólvora, le otorga a sus protagonistas un matiz de calidez, una humanidad que sobrevive a esas insoportables cámaras lentas en las que quieren convencernos que estos ladrones son todos muy cool y que siempre salen airosos de cualquier imprevisto.
De algún modo, Berlín depura los errores de su antecesora y hasta, sin proponérselo, se demuestra como una mejor puerta de entrada al universo de estos ambiciosos robos cometidos por ladrones que, en gran medida, están más preocupados por conquistar corazones que los botines que anhelan. Y aunque eso suene terriblemente cursi, es innegable que para Álex Pina y Esther Martínez Lobato, los atracos son apenas el marco para tejer improbables cruces románticos, que versan sobre el eterno encanto que supone el terreno de la conquista amorosa.
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