Berlín: cómo es el “luminoso” e inesperado viaje en solitario de uno de los personajes más fascinantes de La casa de papel
Este viernes, llega a la plataforma el esperado spin off de la serie creada por Alex Pina, que se atreve a mostrar una faceta distinta y mucho más reconfortante de la criatura interpretada por Pedro Alonso
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Después de un éxito sostenido durante cinco temporadas, como el de La casa de papel, la pregunta es: ¿Cómo poder abordar un spin off a la altura de lo que esperan los fans? Y ante semejante duda, la respuesta que han encontrado los creadores de Berlín fue la de contar algo totalmente diferente pero que parezca lo mismo.
Con el estreno en Netflix este viernes de la precuela centrada en uno de los personajes más emblemáticos de la serie original, sus creadores, Alex Pina y Esther Martínez Lobato, imaginaron lo que podía gustarle a la legión mundial de seguidores de La casa de papel, y ofrecerles un nuevo espectáculo que mezclara comedia, romanticismo y, por supuesto, un robo imposible.
“Para mí -dice Pina-, ecualizar tres tonos como el atraco, el género del robo, con el romanticismo y la comedia, ha sido complicado. O sea, llegar a un soplo de aire fresco, a esta frescura, a esta ligereza que parece que es fácil la serie. Te dejas llevar, te entregas a verla con una vocación de entretenimiento muy lúdica, muy vital y muy hedonista de alguna manera y, sin embargo, detrás hay un andamiaje complicado de ingeniería, de escritura y, por supuesto, de rodaje y posproducción. Pero haber conseguido algo que parece muy fácil es, para mí, de lo que más orgullosos podemos estar de la serie”.
Martínez Lobato, en cambio, remarca que, a pesar de las complicaciones, era el camino natural para poder seguir agradando el universo de La casa de papel: “También, yo creo que obedece a un momento vital donde nosotros sentíamos que queríamos hacer algo luminoso, algo que se viera prácticamente en familia. Algo que no echara a nadie. Algo que te diera gusto ver. El viaje que propone Berlín es muy bello, es muy cómodo y es muy reconfortante, a la vez que divertido. Cada producto es como hijo de su tiempo, donde nosotros veníamos de hacer otros a lo mejor más oscuros, con más tensión, con más violencia y que implicaban otra serie de emociones. De repente teníamos la necesidad de abrir las puertas a ese París, a esa belleza, a ese aire y esa luz, y nos gusta mucho que sea una serie confortable. Que se vea y que uno no se sienta sobresaltado, ni agredido, ni tenga violencia, sino todo lo contrario. Que sea muy confortable y muy gustosa de ver”.
El valor de sus joyas
A pesar de las buenas intenciones de la pareja de creadores, lo cierto es que para desarrollar ese producto “luminoso” y “lúdico”, tomaron como base al personaje más siniestro del producto original. Hasta el momento, Berlín (Pedro Alonso) estaba muy lejos de ser un personaje empático para la platea; por el contrario, la fascinación que provocó su figura mientras formó parte de La casa de papel se debió a su cinismo y a su falta de límites a toda prueba.
En esta precuela que lleva su nombre (o más bien, su apodo), al protagonista le han bajado varios cambios en relación a su falta de escrúpulos. Aunque continúa siendo una mente maestra, que está casi siempre varios pasos adelantado al resto, el tono de la propuesta es menos violento y agresivo.
La historia, al igual que sucedía en La casa de papel, lo encuentra con una banda lista para llevar adelante una estafa maestra. Secundan al criminal Keila (Michelle Jenner), experta en informática y ciberseguridad y fóbica social; Damián (Tristán Ulloa), ingeniero y profesor, el único capaz de ponerle los puntos a Berlín por la enorme amistad que los une; Cameron (Begoña Vargas), una chica dispuesta a todos pero con un pasado que la vuelve inestable emocionalmente; Roi (Julio Peña Fernández), tan inteligente como violento, experto en vulnerar cerraduras y admirador de su jefe; y Bruce (Joel Sánchez), muy simple, lúdico, alguien que no se toma nada en serio, excepto su trabajo. También, pero ya no como parte de la banda, está Camille (Samantha Siqueiros), mujer de la que Berlín se enamora, y por la que sería capaz hasta de abandonar la senda del crimen.
El arco narrativo de la propuesta comienza con el plan del robo de joyas por 44 millones de euros guardadas en la bóveda impenetrable de una casa de subastas parisina, como así también las consecuencias para cada uno de los involucrados, tanto en lo personal como en lo profesional.
En relación al tono en el que han convertido a su personaje, el actor Pedro Alonso, como no podía ser de otras manera, lo defiende a capa y espada: “Al principio se hablaba mucho de un Berlín más luminoso, al fin y al cabo es el pasado, pero eso puede ser peligroso, que de repente la vida sea feliz y no pese. Pero vivir de una forma gozosa es un ejercicio de riesgo descomunal porque tienes que poner mucho de tu parte, pero lo maravilloso es que luego parezca que no hay esfuerzo. Hay una frase de Johan Cruyff (jugador y entrenador holandés), que aunque no te guste el fútbol, es extrapolable a cualquier ámbito: ‘El fútbol es muy fácil, cualquiera puede jugar al fútbol. Pero hacerlo fácil es muy difícil’. Esto es igual, lo que hemos rodado va de la alegría de vivir y tiene que parecer fácil, pero detrás tiene un sin fin de palitos para que se sostenga y sea ligero”.
Entre esos “palitos”, el más largo y complejo de mantener en equilibrio fue el de llevar a su personaje a un tono intermedio, entre la nueva búsqueda de los creadores con aquel tiburón con el que se podía nadar pero nunca estabas tranquilo: “He escuchado muchas veces que Berlín es un cínico. Para nada. Es sarcástico, tiene un humor negro diabólico y puede ser muy pelotudo, interesante y todo lo que quieras, pero cínico no. Es un hombre que no soporta el cinismo, cree que el mundo es cínico. Vive disociado, convencido de que esa disociación está bien, por lo que la vida normal, él no se la cree. Pero busca vivir en una especie de mitología primera donde la emoción fluye como los volcanes. Ese cinismo y esa frialdad que he escuchado que algunas veces se asocia al personaje, no tiene nada que ver, por lo menos con lo que yo proceso por dentro. Es un hombre empeñado en redescubrir la gran vida, el enamoramiento por encima del sentido común y de la lógica. O sea que este hombre está hecho para amar, a pesar de todo”.
Un rodaje complejo y asfixiante
Filmada mayormente en París, para luego pasar a Madrid, Almería, León, Segovia y Toledo, el director aprovecha cada uno de los escenarios reales para brindarle un marco imponente a la ficción. El realismo de los escenarios se condice con lo que cuenta la historia, y se vuelve un elemento clave para potenciar las emociones y la acción, como también ayuda a desprenderse de la iconografía anterior. El director de fotografía, Miguel Amoedo, explica cuál fue el mayor desafío de este cambio conceptual: “Después del éxito internacional de La casa de papel, realmente era muy complicado afrontar el diseño de la identidad visual de Berlín. Fue un proceso como de despojo intelectual, conceptual y despojo sentimental también. Teníamos que entender que no íbamos a tener ni monos rojos, ni caretas de Dalí, ni ‘Bella Ciao’. Teníamos que refundar conceptualmente la nueva serie y que encontrara su propio universo, su propia paleta cromática y su propio estilo visual”.
“Entonces dijimos ‘A ver, ¿qué es lo que tenemos?, ¿con qué nos hemos quedado?, ¿qué es lo que nos queda?’. Nos queda Berlín, estamos haciendo esta serie por la personalidad magnética de Berlín, entonces vamos a hacer que él sea nuestra guía, nuestra brújula, y a nivel visual empecé a basarme en lo que significaba el nuevo momento vital de Berlín. Nos enfrentamos a un nuevo personaje que habíamos visto encerrado en La casa de papel con un sentimiento, por un lado de ‘Tempus fugit’ y por otro lado de ‘Memento mori’, por su enfermedad terminal y aquí queríamos hacer un giro diametral al personaje y encontrarle un espacio de luz, de vitalidad, eso nos llevaba a un ‘Carpe diem’”, suma Amoedo.
Sin embargo, una cosa es la teoría y otra es la práctica. Y todo el equipo lo descubrió cuando tuvo que afrontar una de las secuencias más complicadas, la de las catacumbas, que da inicio a todo. En la trama es el primer paso del camino que los llevará al millonario tesoro, en la realidad, un dolor de cabeza. “Un gran reto -cuenta la productora ejecutiva, Cristina López Ferraz- fue el de la construcción y rodaje en las catacumbas. Cuando localizamos las catacumbas reales de París, nos dimos cuenta de que no iba a ser factible rodar en ellas. Finalmente el resultado es más espectacular: la sensación de humedad y de estar a muchos metros bajo tierra es mayor que en las reales. Otro gran reto fue que había que inundarlas. A Migue Amoedo, Visual Designer y Director de Fotografía de Vancouver, le encanta jugar con los reflejos del agua en diferentes interiores; ya lo hizo en el estanque de tormentas de La casa de papel. Al equipo de producción nos trae de cabeza, pero hay que reconocer que merece la pena el resultado”.
Tristán Ulloa (Abre los ojos, Lucía y el sexo, Narcos), que interpreta al socio y amigo de Berlín -y que algunos comparan erróneamente con El profesor-, también recuerda las dificultades de aquellos días de rodaje: “El rodar todas las escenas, en especial las escenas de las catacumbas, ha sido de las cosas más intensas que he hecho en mi carrera. Yo tengo alergia al polvo, y hubo un momento en el que nos echaban cosas que flotaban en el ambiente, el agua que goteaba, fría, estábamos en diciembre, estábamos justo antes de Navidad. Me pillé una gripe A. Un día que estábamos en set me tomé la temperatura y tenía 40 grados, y era así día tras día. Hasta que me tuve que ir porque ya físicamente no podía. Es que estamos haciendo Steven Spielberg, estamos haciendo un cine muy, muy elevado, muy fino, ¿sabes? Todos los decorados han sido tratados con mucho rigor en la fotografía, en la decoración, en la iluminación. Lo de las catacumbas, esas calaveras, está fielmente recreado a las catacumbas de París. Tal vez lo más engorroso ha sido el tema del agua, porque hemos pasado frío, mucho frío, y por más que te pusieses el neopreno siempre había un momento en el que te quedabas frío, y entonces, cambiarte entre toma y toma, secarte y tal, bueno al final pues medio equipo caímos, o sea, normal”.
Criminal y familiero
Ocho episodios, nueve meses de rodaje, un equipo técnico internacional, una banda de sonido que va desde una versión de “Felicidad” de Al Bano hasta “Como yo te amo” de Raphael, interpretadas por los actores. Todos elementos conjugados con la intención de reavivar el fuego sagrado que encendió La casa de papel en 2017; tal vez, quién sabe, por más de una temporada. Un desafío enorme, zanjado a través de un guion con los golpes de efecto necesarios (y varios guiños), un ritmo sostenido, y la sorpresa de alguna que otra cara conocida del proyecto anterior.
De acuerdo a Alex Pina, las posibilidades son infinitas: “Cuando tienes un personaje ácido, profundamente inestable, como es Berlín, que cambia y en donde sus niveles de oscuridad son tan grandes como sus niveles positivos, lo que tienes al final es una combinación. Por un lado, un tío que tiene una serie de valores muy claros en términos de lealtad y en términos de muchas cosas, familiares, de amistad, etc. Pero también puedes ir al otro lado, es muy inestable. Es como esas cosas químicas. Eso hace que el personaje sea bueno en todas partes, es decir, si le das un atraco es bueno y si le das una familia, como padre de familia también será bueno, porque te genera buenos conflictos. Si le das romanticismo, si le das un enamoramiento, también es bueno, ¿no? Cuando tú tienes un personaje bueno y que funciona en 360 grados, puedes darle todo, y yo creo que hacer una comedia sentimental con Berlín es fascinante porque cambia constantemente, tiene unos niveles de pasión enormes para lo bueno, y de mala leche para lo malo”.
Y completa Esther Martínez Lobato: “El envoltorio en este caso es el amor, los robos, la belleza, la ausencia de pistolas. Pero verdaderamente hacemos lo que hacemos siempre, que son historias de personajes que hacen un viaje muy doloroso en un marco o en una aventura, como es en este caso un robo, donde crecen de alguna manera y donde tienen mucho espacio para hablar de lo que sienten”.
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