Atrapa a un ladrón adapta a Hitchcock en una serie ligera y entretenida
Atrapa a un ladrón (España/Argentina, 2019). Creadores: Javier Olivares, Jordi Calafí. Elenco: Pablo Echarri, Alexandra Jiménez, Luis Machín, Cecilia Rosetto, Mónica Antonópulos, Roberto Carnaghi, Daniel Fanego, Leticia Siciliani, Adrià Collado. Disponible en: Telefé y Cablevisión Flow. Nuestra opinión: buena.
"Es una historia bastante ligera" es la frase con la que Alfred Hitchcock describía a Para atrapar al ladrón, su película de la Costa Azul, esa que llevó a Cary Grant a los tejados de imponentes mansiones y a Grace Kelly al principado de Mónaco. Lo cierto es que en toda la conversación que mantiene el director británico con François Truffaut en El cine según Hitchcock, lo importante no parece ser la historia de robos de joyas y sustituciones de identidades, sino los juegos de seducción que se esconden detrás de la gélida apariencia de una rubia distinguida. Ese guion de John Michael Hayes sobre la novela de David Dodge resultó ser el punto de partida para la serie creada por Javier Olivares (El ministerio del tiempo) y Jordi Calafi, situada entre Barcelona y Buenos Aires en el presente, pero deudora de aquella iconografía memorable –la escena del picnic a orillas del acantilado, la figura elusiva del gato negro– y consciente de ese tono ligero con el que Hitchcock había concebido una de sus películas más distendidas.
Atrapa a un ladrón comienza con un casamiento y, ya en los títulos de crédito, hermana las alianzas con las esposas policiales, en lo que resulta una metáfora de claro cuño hitchcockiano. Juan Robles (Pablo Echarri) es un galerista argentino, con un pasado de ladrón de guante blanco nunca descubierto; y Lola Garay (Alexandra Jiménez) es una policía de Barcelona, tan comprometida en su trabajo que es capaz de llegar tarde a su boda por intervenir en un asalto bancario. Entre ellos se entreteje una pasión con guiños de complicidad –elemento que Echarri y Jiménez sostienen con gracia–, pero un misterioso robo y una detención en Buenos Aires amenazan con teñir de sombras la incipiente felicidad de la pareja.
A partir de allí, la serie producida por Viacom para Argentina y España se despega del origen. Lo que le interesa a Olivares y Calafí es el juego de ocultamientos que asedia a la pareja a medida que las historias de El Gato, ese legendario ladrón de arte, comienzan a salir a la luz. Es ese mundo en el que Juan se interna a su pesar, recuperando el entorno de su banda criminal y el gusto por la adrenalina de la persecución, el que funciona con mejor ritmo y solvencia. A veces se empantana con agregados de color porteño –guiños futboleros, obvias referencias culturales– y con el abuso de una puesta de múltiples pantallas partidas y juegos visuales, pero en la dinámica de tensiones románticas, en el ocurrente contrapunto entre Luis Machín y Leticia Siciliani como los perseguidores, y en las excelentes actuaciones de Roberto Carnaghi, Cecilia Rossetto y Daniel Fanego están los aciertos de una serie que hace de su ligereza el más sentido homenaje.
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