Así comenzó Otros pecados, el nuevo unitario de El Trece
La primera imagen de la nueva ficción de eltrece es la del despertar de un sueño que no tardará en convertirse en pesadilla. El protagonista excluyente del primer episodio es Leonardo Sbaraglia , un ejecutivo publicitario capaz de pagar cualquier precio con tal de preservar su cuenta y, por extensión, el estatus de la vida ficticia que se inventó frente a sus semejantes: sus amigos, su familia y, sobre todo, él mismo.
Los 60 minutos iniciales de Otros pecados dejaron bien a la vista la idea fuerza que marcará este ciclo de historias unitarias. El común denominador es la obsesión que un personaje expresa y lleva hasta las últimas consecuencias en forma de imperfección. El título de la propuesta es Otros pecados, y en el caso del personaje de Sbaraglia el pecado (o la suma de ellos, porque en su caso hay ambición, egoísmo, resentimiento, individualismo, codicia y unas cuantas cosas más) no lleva jamás a la culpa, la redención o el arrepentimiento.
La historia se acomoda a un escenario bastante familiar para las ficciones argentinas. El mundo de la publicidad suele ser utilizado con frecuencia para reflejar ideas relacionadas con el rápido ascenso social, la sofisticación de la nueva economía y un mundo de modas, diseños atractivos y tendencias en las que guionistas y actores parecen sentirse muy cómodos. La producción conjunta de elrece, Pol-Ka, TNT y Cablevisión garantiza amplios recursos de producción y elevada competencia técnica y artística, representada sobre todo a través de varias locaciones y exteriores propicias para que el director Jorge Nisco se luzca con amplios travellings y algunos atractivos planos secuencia.
En su maniático recorrido, el excelente Sbaraglia se encontrará con cuatro émulos de los Beatles (todo un símbolo de la confusión entre ficción y realidad que hay en su cabeza), tratará de atravesar la fiesta de 15 de su esquiva hija, se reencontrará con viejos afectos familiares, fracasará en su intento de promoción laboral y buscará nada menos que la ayuda del mismísimo Papa para resolver de una sola vez todas sus contrariedades.
El via crucis del protagonista transcurre con fluidez y credibilidad, más allá de algunos giros del guion que dejan ver sus costuras. Como rostro visible de ese calvario, Sbaraglia se apoya en actores secundarios muy eficaces como Valeria Lois, Diego Velázquez, Marcelo D’Andrea y Norman Briski, que comparten con la figura central varios diálogos cargados de ironía y sorna que sonaron creíbles. A diferencia de otras experiencias cercanas de la ficción local se notó aquí un trabajo previo de ensayo sobre esos textos que no dejaban lugar ni al balbuceo ni a la improvisación que son habituales en este tipo de instancias, sobre todo en las tiras diarias.
El final está muy en línea con el cuadro de alucinaciones que parece haber conquistado la mente del protagonista.
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