Amy Adams, de princesa a periodista alcohólica: los mejores papeles de la actriz
Hubo muchas pelirrojas en la historia del cine. Desde Rita Hayworth hasta Julia Roberts, las intensas cabelleras de vivos colorados siempre han sido sinónimo de una irrupción fulgurante, arrolladora, rayana en la aparición. Así fue la definitiva consagración de Rita Hayworth como Gilda, aún desde el blanco y negro de ese noir portuario ambientado en una Buenos Aires de ensueño; así también encandiló el caminar de Julia Roberts como una Cenicienta advenediza seduciendo millonarios en Mujer bonita. Amy Adams hizo su magistral aparición con su melena rojiza y ondulada en un cuento de hadas musical imaginado por Disney en 2007. No era su primer papel en Hollywood, pero sí el que la puso bajo los reflectores, el que permitió llamar la atención sobre esa actriz que cantaba y bailaba, que era simpática y divertida, que podía hacerlo todo y hacerlo siempre bien.
Así, como encantada
Amy Adams tenía 33 años cuando apareció en Encantada. Un poco pasada de edad para los parámetros de una industria regida por la tiranía de la inmediatez y la juventud. Sin embargo, quizás fue esa madurez temprana la que le brindó el aplomo para manejar su carrera con prudencia y sabiduría, para pensar cada paso construyendo un camino que le llevó más de diez años y más de treinta películas. Si bien su versatilidad es un rasgo que emerge en cada perfil o entrevista, ese don camaléonico no alcanzó para garantizarle los premios que merecía. Nominada en cinco oportunidades al Oscar, la estatuilla parece siempre escaparse entre sus manos porque su estilo nunca es lo vistoso que exigen las premiaciones. Si bien ella puede interpretar a una princesa de dibujo animado, a una monja con problemas de conciencia, a una lingüista experta en contactos extraterrestres o a la mítica Luisa Lane de la saga Superman, su performance nunca es lo suficientemente dramática, ni sigue el decálogo de ningún método, ni supone una transformación radical de su apariencia.
A sus 43 años, quizás sea la incursión en la televisión ese golpe de timón inesperado que su joven carrera estaba necesitando, o tal vez implique la definitiva confirmación de ese anhelo constante de asumir desafíos. Es que no solo es la protagonista de la nueva miniserie de HBO, Sharp Objects –basada en el best-seller de la escritora Gillian Flynn, autora de Gone Girl, que la señal estrenará esta noche, a las 22–, sino quien impulsó el proyecto y fue el alma mater del equipo creativo. Ambientada en la cálida y legendaria Missouri, la historia de la periodista Camille Preaker, quien regresa a su pueblo natal para investigar una serie de horrendos crímenes, es una oportunidad para ver a Adams bajo una nueva luz. Alcohólica y autodestructiva, marcada por las heridas abiertas de un pasado oscuro y omnipresente, Camille regresa a la casa de su infancia para descubrir misterios ajenos y propios, para desenterrar recuerdos y secretos adheridos a ese tórrido sol de la lejana tierra sureña.
La heridas de Camille
El rostro inundado de pecas de Adams potencia las aristas contradictorias del carácter de Camille, por momentos frágil y dolida, y en otros sarcástica e irreverente, tan prisionera de sus oscuras pesadillas y las botellas de vodka como de una soledad existencial que anhela lo perdido, que persigue una justicia que no se reduzca a la poesía sino que alcance la verdad. Sin arranques de histrionismo o arrebatos de un dramatismo exacerbado, Adams ofrece un acercamiento profundo a los contraluces del personaje, a su lucha interna con los recuerdos de juventud, con la trágica muerte de su hermana, con la tensa relación con su madre distante y ensimismada (papel a la medida de Patricia Clarkson), con un pueblo preñado de rumores y tradiciones, de una geografía carcelaria de la que resulta tan difícil escapar.
Missouri fue el territorio del mítico Jesse James, aquel bandido confederado que sembró el terror en ese nuevo Sur que se incorporaba a regañadientes a la modernidad. Desde entonces sus verdes praderas fueron escenario de disputas intestinas, de eclosiones de furia y dolor que rasgaban esa aparente paz de la hora de la siesta. Creada por Marti Noxon (guionista de Mad Men y creadora de UnReal y de la nueva Dietland con Julianna Margulies) y dirigida por el canadiense Jean-Marc Vallée (Dallas Buyers Club, Wild, Big Little Lies), Sharp Objects recupera aquella mortuoria exuberancia de los melodramas sureños de Bette Davis como Jezebel o La loba, pero en un tiempo contemporáneo de tensiones y decadencia, marcado por el nervio que le aporta el thriller a la puesta en escena. La fotografía combina ese rojo abigarrado de los opresivos interiores en los que vemos a Camille, sumergida en el alcohol y los fantasmas, con las tonalidades verdosas y apagadas del empapelado de la aristocrática mansión familiar, que funciona como key art de toda la serie. Así, pasado y presente se conjugan en los recovecos de un pueblo convertido en tierra de crímenes y santuario de pecadores, de rituales de expiación de viejos y secretos dolores.
Nace una estrella
Cuesta descifrar algo de aquel espíritu juvenil de su papel de Lolita en su debut en Drop Dead Gorgeous (1999), o de sus fugaces apariciones en series como That’s 70s Show o Buffy, la cazavampiros, en las sombras que ciñen la profunda mirada de Camille. Esta etapa más introspectiva y cambiante de la carrera de Adams, que se inició a partir de 2010 con papeles como el de la novia guerrera e incondicional de The Fighter de David O. Russell, de la matriarca cerebral y dominante que ejerce el poder desde las sombras en The Master de Paul Thomas Anderson, o de la frívola e impiadosa galerista de Animales nocturnos de Tom Ford, le permitieron explorar sus propios miedos y angustias. "No tengo la misma oscuridad y la profunda furia subterránea del personaje [la Camillie de Sharp Objects], pero hay cierta tristeza que a uno lo impulsa a ser cruel consigo mismo que puedo reconocer. Creo que algo de eso sí tengo", dijo en una entrevista reciente con The New York Times.
Nacida por casualidad en Italia debido a los viajes militares de su padre y criada en una familia numerosa de religión mormona en Colorado, Amy Adams fue bailarina de musical en Minnesota, probó suerte en comerciales para televisión en Los Ángeles, compartió cartel con Leonardo DiCaprio en Atrápame si puedes de Spielberg, pero fue su notable papel en la indie Junebug el que le valió los primeros elogios y del que hoy todavía se siente orgullosa. En todo ese camino de frustraciones y esperas prolongadas, sus cicatrices interiores tal vez fueron un ensayo para las que hoy lleva Camille en su piel. Lo propio y lo ajeno siempre se mezclan en las interpretaciones de Adams, desde esa alerta permanente a lo que pueda ocurrir en el set –como el descubrir que la inspiración para la Susan de Animales nocturnos estaba en los gestos y la personalidad del director Tom Ford- o en la exploración de su propio interior, que combina la experiencia actoral con la inmersión en el personaje –Gillian Flynn se mostró sorprendida al descubrir que la actriz se sumergía mental, física y espiritualmente en Camille en el tiempo que separaba las palabras acción y corte durante el rodaje.
De perfil bajo –hace 16 años está en pareja con el actor, músico y artista plástico Darren Le Gallo, con quien decidió casarse en 2015 cuando su hija cumplía cinco años- , semblante reflexivo y apariencia casual – no vive rodeada de asistentes, suele llegar sola a las entrevistas, y resiste todo atisbo de tratamiento de "estrella"-, Amy Adams es una de las grandes actrices contemporáneas cuya soltura y versatilidad en el abordaje de papeles complejos y dispares no solo confirma su talento sino que garantiza su permanencia. Verla convertida en Camille en Sharp Objects, corroída por el miedo y los recuerdos, sumergida en un espiral de intrigas criminales y deudas personales, con su melena pelirroja encendida bajo el abrasivo sol de Missouri, es tal vez la merecida consagración que secretamente ella estaba esperando. Y nosotros también.
Las mejores películas de Amy Adams
Encantada. (Enchanted, Kevin Lima, 2007).Si bien con Junebug recibió su primera nominación al Oscar (y el premio especial del jurado en el Festival de Sundance) y su actuación despertó interés en la crítica en Estados Unidos, fue la inolvidable Giselle de Encantada la que le valió el reconocimiento del público. Inesperado gran éxito para Disney, Encantada cuenta la historia de una princesa de fábula animada que viaja por una alcantarilla a la ciudad de Nueva York para enamorarse de un abogado experto en divorcios y romper con toda una tradición de finales con bodas de nobleza. Con canciones pegadizas y altas dosis de comedia física, Amy Adams se luce en todos los números musicales, demuestra su eficacia en la comedia romántica y hace gala de un carisma arrollador. Todavía está en carpeta la secuela, Disenchanted, sin fecha fija de producción.
La duda. (Doubt, John Patrick Shanley, 2008). Basada en la obra de teatro de John Patrick Shanley, guionista y director de la película, La duda tiene como epicentro un colegio católico de la zona del Bronx durante los años 60. Allí, el sermón del padre Flynn (Philip Seymour Hoffman) despierta inquietantes sospechas en la orden de monjas que lo acompañan respecto al vínculo que mantiene con un conflictivo alumno. El papel de la hermana James, interpretada por Adams, será clave para el espiral de dudas y falsas certezas que pone en juego la película en el marco de los públicos casos de abuso de menores en el seno de la Iglesia Católica en Estados Unidos. Pese a la rígida puesta de cámara y el tono por momentos demasiado solemne, Adams nutre a su religiosa de una ingenuidad ambigua y dolorosa, concentrada en gestos mínimos y sugeridos, espejo de un turbulento interior.
Julie & Julia. (Julie & Julia, Nora Ephron, 2009). Gran regreso de Nora Ephron al éxito luego de años de tropiezos y desencuentros con el público (finalmente terminó siendo su última película). La historia inspirada en el libro de la artista culinaria Julia Child transita dos tiempos: los inicios de su carrera como chef – donde es interpretada por Meryl Streep- y el desafío de la joven Julie Powell de realizar todas las recetas de su libro a lo largo de un año. Difícil para Adams enfrentar la comparación con un peso pesado como Streep, pero su interpretación nace de una autenticidad y confianza tal que pasa la más difícil de las pruebas. Julie & Julia demuestra tal amor por la cocina y la comida que hace que cada escena sea el mayor de los disfrutes.
Los Muppets. (The Muppets, James Bobin, 2011).Revival nostálgico de los inolvidables personajes de Jim Henson, Los Muppets combina con inteligencia y humor el intento de reunión de la vieja troupe de muñecos con las aventuras de una pareja que decide recuperar el estudio emblemático del show a toda costa. Amy Adams funciona como la mejor coequiper de Jason Segel en variados números musicales y escenas de slapstick que, si bien tienen a los emblemáticos René, Miss Piggy y al nuevo fan Walter como absolutas estrellas, no dejan de estar en sintonía con lo que requiere el espectáculo. La actriz demuestra que es de las pocas que puede encarar una interpretación clásica sin manierismo alguno, haciendo de esa ingenuidad anacrónica que consagró al musical su mayor logro.
The Master. (The Master, Paul Thomas Anderson, 2012).La obra maestra de Paul Thomas Anderson es el primer atisbo del poder y la complejidad a la que puede arribar Adams en sus más arriesgadas composiciones. Inspirada en la vida del fundador de la Cienciología, la historia ideada por Anderson comienza en la posguerra y asciende a lo largo de los 60 como revés de esa sociedad de progreso y esplendor que encuentra en un culto de conatos científicos el mejor espejo donde mirarse. Adams interpreta a la esposa de Lancaster Dodd (imponente Philip Seymour Hoffman), matriarca que sujeta con mano de hierro el débil liderazgo del fracasado escritor de novelas de ciencia ficción para afirmarlo como un mesiánico gurú de millonarios. Su aparición entre sombras en la escena final en Londres, cuando apenas se perciben sus gestos de condena o aprobación al destino final de aquel súbdito rebelde (encarnado por un genial Joaquin Phoenix), es uno de los momentos culminantes de una película extraordinaria.
El hombre de acero. (Man of Steel, Zack Snyder, 2013).Como ocurre con muchas estrellas contemporáneas, la incursión en una franquicia millonaria suele ser tanto una estrategia económica como una forma de mantener cierta presencia en un mainstream cada vez más dependiente de estas sagas. El reboot de Superman de la mano de Zack Snyder delinea una Luisa Lane menos independiente que en el cómic y más heredera de un modelo clásico de dama en apuros que le debe todo al viejo cine de aventuras. Si bien sus apariciones son esporádicas, Adams brilla cada vez que aparece y dota de la mayor humanidad posible a un personaje que nace trunco desde el guion, más preocupado en tejer los orígenes y la infancia del mítico héroe que en entender la verdadera necesidad de hacerlo tan humano como de acero. Su reaparición, con la carga intacta de ese deseo contenido, se da en la reciente Liga de la justicia.
Escándalo americano. (American Hustle, David O. Russell, 2013).Segunda colaboración de Amy Adams con David O. Russell luego de The Fighter, esta fábula de estafadores setentosos no llega al nivel explosivo que prometía pero sí consigue un aura de película de otro tiempo que hacía tiempo no se veía. El personaje de Adams es uno de los más sensuales de su carrera, con escotes, melena al viento, y escenas de baño público. Con una puesta lúdica y atiborrada de colores brillantes, tiene al ascenso social como motor último del engaño, en una trama que combina patéticos arribistas y escandalosos white trash con energía y bastante ritmo. Uno de los grandes hallazgos de la interpretación de Adams es el trabajo con el arquetipo de la femme fatale, del que siempre es consciente y explota al máximo, haciendo del límite de la farsa el único posible a su contagioso encanto.
Big Eyes: retrato de una mentira. (Big Eyes, Tim Burton, 2013). Tim Burton se suma a la lista de directores de renombre con los que ha trabajado a lo largo de los años, que además de Anderson y Spielberg incluyen a Mike Nichols, Spike Jonze y próximamente a Joe Wright. Aquí, basada en la vida y obra de la artista plástica Margaret Keane y la vampírica relación con su marido y manager de su obra, Adams consigue aligerar el dramatismo estético de la puesta de Burton haciendo de la tragedia íntima de su personaje una expresión creíble y empática. Su Margaret emerge frente a un entorno artístico cruel y manipulador como un personaje que crece desde el interior, que consigue incluso trascender algunas obviedades del guion y que cifra su energía en alejarse de todo subrayado. En una película cuya tentación era la caricatura, Adams se afirma en una naturalidad casi mágica, que permite intuir en su curiosa expresión el genio de toda una artista.
La llegada. (Arrival, Denis Villeneuve, 2016).El de La llegada fue uno de los últimos grandes personajes de Adams que inexplicablemente no consiguió merecido reconocimiento. Tal vez porque la ciencia ficción carga con el prejuicio de género bastardo y clase B, y los intentos de prestigiarlo del canadiense Villeneuve, a fuerza de profundidad dramática y algo de filosofía, han resultado en vano. Lo cierto es que esa lingüista que descubre en el contacto extraterrestre las claves para la comprensión de sus propios miedos, y el acercamiento a los misterios del tiempo y la vida, es de una fuerza asombrosa. Las escenas del intercambio con siluetas y sombras muestran una seguridad en la mirada de Adams, una emoción subterránea tal que hace creíble todo lo que diga. Incluso en ese lenguaje de otro mundo.
Animales nocturnos. (Nocturnal Animals, Tom Ford, 2016).La última película de Tom Ford es tal vez la apuesta más fría en estilo de actuación en la que ha incursionado Amy Adams. Susan Morrow es una galerista millonaria que un día recibe el manuscrito de su ex marido en el que ha sido convertida en un personaje literario. Adams encuentra el tono justo en ese vaivén entre realidad y ficción para dar vida a un personaje que tiene tanto de de emociones humanas como de retórica narrativa. El rigor en la puesta en escena de Ford, aún a riesgo de su excesiva concentración en el diseño de arte, brinda el entorno perfecto para un personaje al que Adams delinea con una precisión milimétrica, haciendo de cada uno de sus gestos la síntesis de su culposa conciencia.
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