¿Un fascista como presidente de los Estados Unidos? Para muchos detractores acérrimos de Donald Trump, no es una propuesta de la ciencia ficción, o la cada vez más popular historia contrafáctica, sino parte cotidiana de la portada de los diarios. Sin embargo, algunos de los eslóganes que suelen lucir las pancartas de sus seguidores, como Make America Great Again o America First, no son nuevos en la vida política de ese país.
Hace ochenta años, una de las personas más famosas del planeta, el aviador Charles Lindbergh, célebre por ser el primero en cruzar el Atlántico en solitario, estuvo muy cerca de postularse a la presidencia por el Partido Republicano, apoyado por –precisamente– America First, grupo que nucleaba a quienes en 1940 simpatizaban con la Alemania nazi y querían mantenerse fuera de la Segunda Guerra Mundial, buscando un pacto de no agresión con ese país.
Finalmente, los republicanos decidieron elegir a Wendell Wilkie como su candidato presidencial, quien perdió por amplio margen con Franklin D. Roosevelt. El mandatario, luego del ataque japonés a Pearl Harbor en 1941, declaró la guerra a Alemania. Pero son muchos los que creen que el carisma de Lindbergh, su fama arrolladora y su prédica xenófoba y antisemita pudieron haber torcido el rumbo de la historia. Hay otros, como David Simon, creador de The Plot Against America, miniserie basada en la novela de Philip Roth que imagina a un Lindbergh presidente, que creen que se nos acaba el tiempo para evitar un nuevo Lindbergh.
"No me interesa tanto la figura de Lindbergh como la dinámica que crea una figura como él y cómo basta una aparición fulgurante como la suya para modificar nuestras instituciones", explica Simon, experiodista y creador de varios clásicos televisivos que tuvieron como punto de partida profundas investigaciones, como The Wire (sobre los estragos del narcotráfico en Baltimore), Treme (centrado en la escena musical de Nueva Orleáns tras el huracán Katrina) y The Deuce (enfocado en el negocio de la pornografía en la Nueva York de los años 70).
En todas esas ficciones, y también en The Plot Against America –que HBO estrenará esta noche, a las 22, y estará disponible también en HBO GO–, el pasado es una presencia incómoda y acusadora en nuestro presente. Simon, en diálogo con la prensa extranjera en Los Angeles, entre la que se contaba LA NACION, deja en claro que las lecciones de la historia nunca fueron ni serán aprendidas por una sociedad que en ocasiones prefiere enterrar sus errores junto a sus ideales.
"Había un genuino temor entre la comunidad judía de que Lindbergh finalmente se presentara en las elecciones presidenciales de 1940 contra Roosevelt –explica Simon, cuyo abuelo fue uno de los centenares de miles de norteamericanos que recibieron al aviador en su regreso triunfal a los Estados Unidos–. Era antisemita, estaba enamorado del fascismo y del entonces denominado Movimiento Nacional Socialista en Alemania. Era una amenaza muy real. Por el otro lado, es cierto que se subió solo a un avioncito y logró una hazaña imposible, que nadie pensó que se pudiera lograr, poniendo en riesgo su vida. Los norteamericanos la hemos pasado muy mal tratando de reconciliar estas verdades en una misma persona a lo largo de décadas".
La historia de Charles Lindbergh es, precisamente, una de verdades irreconciliables para los Estados Unidos. Nacido en 1902, en Detroit, fue criado en una granja en Minnesota, de la que salió para estudiar ingeniería mecánica. Hijo de un congresista, trabajó para el correo de su país y como piloto de hazañas aéreas hasta unirse al Ejército norteamericano en 1924. Luego de descubrir que Raymond Orteig, dueño de varios hoteles de lujo, ofrecía desde 1919 un premio de 25.000 dólares a quien pudiera unir Nueva York con París sin escalas –cuando Lindbergh se quedó con la recompensa, el cruce del Atlántico ya había sido logrado por otros pilotos, pero fue el primero en lograr unir ambas ciudades– decidió convencer a un grupo de empresarios de Saint Louis para que financiaran la empresa.
El avión, un Ryan NYP, tenía fuselaje de tubos de acero revestidos con tela y se construyó en solo dos meses en California. Lindbergh participó en el diseño y en la construcción del aparato, bautizado con el nombre de la ciudad con fines publicitarios, junto a Donald Hall. El arma secreta del aviador era su único motor, un Wright Whirlwind J-5C de 223 C.V. No sería la única innovación tecnológica que desarrollaría el piloto –desde un prototipo de corazón artificial en 1931 hasta la primera versión del Boeing 747–, pero el Spirit of Saint Louis es la única que fue donada al Instituto Smithsoniano para su preservación para la posteridad. Actualmente puede visitarse en el Museo Aeroespacial de Washington.
Cinco años después de convertirse en una celebridad planetaria –en un planeta en el que los medios aún corrían detrás de los telegramas como forma más veloz de comunicación de las grandes noticias– el secuestro del hijo pequeño de Lindbergh, Charles Jr., el 1° de marzo de 1932, y su aparición sin vida diez semanas después, tras el pago de un rescate, crearon una ola de simpatía arrasadora para con el aviador y su esposa, Anne Morrow. Un inmigrante alemán, Bruno Hauptmann, fue arrestado en Nueva York y encontrado culpable de lo que la prensa bautizó como "el crimen del siglo". Hauptmann fue ejecutado en la silla eléctrica en abril de 1936. Su culpabilidad fue puesta en duda desde los inicios de la investigación.
Los Lindbergh se mudaron a Kent, Inglaterra, a fines de 1935, para evitar a la prensa, desde donde viajarían regularmente a Alemania por pedido del Ejército norteamericano para conocer los desarrollos aeronáuticos de los nazis. Tras presenciar la apertura de los Juegos Olímpicos de Berlín, en 1936, y dialogar con Hitler, escribió a un amigo: "Es sin dudas un gran hombre, y creo que ha hecho mucho por el pueblo alemán". En 1938, recibió de manos de Hermann Göring una distinción por sus servicios al Reich. En 1939, Alemania invadió la entonces Checoslovaquia, y Lindbergh se alistó como piloto en la Fuerza Aérea norteamericana. De regreso en los Estados Unidos, se volcó a la campaña para evitar que su país entrara en guerra.
En abril de 1940, en un discurso radial, Lindbergh afirmó: "La única razón por la que estamos en riesgo de vernos involucrados en esta guerra es que hay elementos poderosos en este país que desean que tomemos parte en ella. Representan una pequeña minoría entre los norteamericanos, pero controlan buena parte de la influencia y la propaganda. Usan cualquier oportunidad para llevarnos al borde". Tanto la novela de Roth como la miniserie están contadas desde el punto de vista de una familia judía de su Nueva Jersey natal, enrolada en la "pequeña minoría" a la que apuntaba insidiosamente el Lindbergh real. Sus vidas comienzan a sufrir las consecuencias de la xenofobia y el racismo mucho antes de que el Lindbergh ficticio desembarque en la Casa Blanca.
Uno de los conflictos más trágicos en The Plot Against America, una historia con climas que se vuelven imperceptiblemente más asfixiantes con cada libertad que los Levin ven escaparse de sus vidas a medida que comienzan a ser identificados como "los enemigos internos", es aquel que enfrenta a las hermanas en el centro de la historia, Bess (Zoe Kazan, nieta del célebre cineasta Elia Kazan), decidida a escapar de los Estados Unidos junto con los suyos, y Evelyn (Winona Ryder), quien se deslumbra con el influyente rabino Lionel Bengelsdorf, desesperada por creerle que los temores de la comunidad judía por el antisemitismo de Lindbergh son infundados, aunque todo le indica que no es cierto.
John Turturro, quien interpreta a Bengelsdorf en la ficción, comparte los sentimientos del personaje de Kazan. "Antes de ser actor, yo era maestro de historia. Y mis alumnos, y la gente en general, siempre se sorprendía cuando explicaba que el 80 por ciento de los norteamericanos era aislacionista y no querían que Estados Unidos entrara en la Segunda Guerra Mundial. Y eso es un hecho que debe ser recordado –afirma el actor–. Así como no debemos olvidar que, en 1924, la inmigración estaba cerrada, y había cupos para los inmigrantes que llegaban de cada país. Mi padre los sufrió. Además, es claro que cuando uno está adaptando la obra de un gran escritor como Roth, debe estar preparado para que su obra remueva recuerdos incómodos. Siempre han existido personas como Bengelsdorf que colaboran con un régimen autoritario, o que tratan de encontrar la forma de llegar a un acuerdo cuando no hay acuerdo posible, o intentan mantener la paz a cualquier costo. Pasó y seguirá pasando".
"Tengo muy en claro la razón por la que este programa se estrena ahora y no hace diez años –explica Simon, quien llegó a reunirse con Roth antes de la muerte del escritor, en 2018, para discutir la novela–. El avance del populismo y el nacionalismo, el ascenso de la xenofobia y el miedo al otro, todos los elementos están presentes hoy en el clima político norteamericano, como no lo estaban hace cinco años. De hecho, durante la segunda presidencia de Obama, alguien me acercó la novela pensando en que la adaptara y le respondí que era un lindo artefacto, pero que no creía que reflejara nuestro presente. ¿Cuán equivocado estaba? Esa es la razón por la que todos estamos aquí: no solo por el actual gobierno, sino porque las fuerzas que retrata la historia están jugando políticamente ahora mismo".
"Si David Simon quisiera escribir sobre política, hubiese publicado un ensayo –afirma Zoe Kazan–. La razón de hacer una ficción como esta, con temas políticos, es que nos permite crear un mundo al que el espectador puede entrar con empatía". A diferencia de otras ficciones contemporáneas que encuentran a nazis conquistando los Estados Unidos, o a células del Tercer Reich con acceso a la Oficina Oval, como imaginan The Man in the High Castle y Hunters, respectivamente (ambas disponibles en Amazon Prime Video), The Plot Against America no se plantea un pasado radicalmente distinto al presente que vivimos. Por el contrario, Roth especulaba, y Simon acierta, con la segura recaída del país en el odio y la violencia.
Si bien tiene mucho que decir sobre los peligros del culto a la fama y el miedo como gran unificador en tiempos de crisis, la prudencia del autor de comenzar su "nota al lector" al término de la novela –editada aquí por Random House– con la advertencia: "La conjura contra América es una obra de ficción" resulta más inquietante que cualquier vuelta de tuerca distópica.
- Edición Audiovisual: Fernando Gutiérrez, Jesica Rizzo, Andrea Platon y Lucio Sepliarsky
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