Alias Grace, la nueva serie que llega a Netflix
Disponible desde hoy en la plataforma, la miniserie adaptada de la novela de Margaret Atwood reconstruye el misterio que rodeó a uno de los casos policiales más célebres de Canadá
Luego del éxito de The Handmaid’s Tale –al que le faltan aún unos meses para arribar a la pantalla local, por The Paramount Channel– llega una nueva adaptación de la mirada y la prosa de Margaret Atwood sobre un universo femenino pleno de misterios y complejidades. En lugar de en un futuro distópico de tiranías y opresiones, Alias Grace se interna en el pasado de una Toronto decimonónica de prisiones y asilos, de crímenes y condenas. Adaptada por la actriz y directora Sarah Polley, dirigida por Mary Harron (Psicópata americano, Yo maté a Andy Warhol) y producida por la misma Atwood, la miniserie de seis episodios que está disponible desde hoy en Netflix comienza en 1859 en la prisión de Kingston, cuando el doctor Jordan llega desde los Estados Unidos para dilucidar la verdad sobre los crímenes de Grace Marks, recluida allí hace quince años. En permanente tensión entre el encierro de la celda y la efímera liberación de las conversaciones entre médico y paciente, el pasado de Grace se filtra en sus introspectivas reflexiones, impregnadas de una febril conciencia, de una notable ambigüedad.
¿Qué recuerda Grace de su complicidad en aquellos asesinatos que la llevaron a la cárcel? La amnesia aparente sobre lo ocurrido aquel día de la matanza, la confesión arrancada en el tribunal, la voluntad de la ciencia médica de dar luz al misterio, y los conflictos políticos que anidan en la sociedad canadiense del siglo XIX, son el marco de una historia de verdades y apariencias, de retazos de una escena que se despliega en cada nueva puntada, como las que Grace aprieta en la costura del edredón que confecciona con absorbente concentración. Sin la ambición formal que requiere fundar un nuevo mundo como el de los futuros distópicos, Alias Grace se concentra en tejer una narrativa de estructura casi confesional, que combina pasado y presente bajo la metáfora de la costura, haciendo de trances y alucinaciones visuales el contrapunto ideal.
The Handmaid’s Tale recrea el imaginario del texto original a partir de una puesta en escena rigurosa y consciente de esa brutalidad subterránea que define el presente apocalíptico de las criadas. Colores rojos en las vestimentas, penumbra en los interiores, siluetas cadavéricas en los entornos mortuorios de esos paseos de vigilia que las prisioneras del futuro ideado por Atwood cargan sobre sus hombros. Alias Grace se desprende de esa necesidad, sus espacios son más conocidos, ya sea atravesados por la luz matinal de la casa victoriana donde ocurrieron los crímenes o confinados al encierro de Kingston. Es que Alias Grace se nutre de un caso policial ocurrido en la Canadá del siglo XIX al que Atwood deconstruye en clave feminista desde el interior de su fascinante protagonista. La opacidad del punto de vista, entre la verdad del recuerdo y la mentira de la representación, es una de las claves de esta nueva ficción.
La condición de criada de Grace está dada por el período histórico en el que vive y por la condición de clase de su origen. Esa servidumbre que en The Handmaid’s Tale resulta anómala, aquí es parte de una realidad a la que Grace también resiste. Por ello sus lazos ambiguos con quienes detentan el poder, desde los patrones domésticos hasta las autoridades carcelarias. Su mayor control se da en las entrevistas con el doctor Jordan, figura pionera de una naciente psiquiatría. Ávido de conocer su mente y su interior, el médico se desliza en el pasado de Grace, en la seducción de sus palabras, en los fragmentos de tela que cose como las piezas de un escurridizo rompecabezas. Célebre en la prensa sensacionalista por su condena a los 16 años, por su enigmática personalidad, por la incierta relación con su patrón y su ama de llaves (el regreso de Anna Paquin tras True Blood), Grace es la puerta de entrada hacia una revelación, la que eligen Atwood y Polley para poner en crisis la idea de verdad afirmada en la ciencia y la razón.
La actriz canadiense Sarah Gadon da vida a una Grace tan lánguida como inquietante, consciente de su elusiva seducción, de su fantasmal omnipresencia. Su mirada cristalina e inocente del pasado, desde los días de pobreza y pérdida cuando llega en un barco de inmigrantes desde su Irlanda natal, hasta la intensa relación con su amiga Mary Whitney que configura su resistencia expansiva a un poder opresivo y paternalista, da cuenta de la compleja textura de la narrativa de Atwood, transversal a los tiempos y permeable a los espacios. La presencia de David Cronenberg como una de las fuerzas vivas de la comunidad (es el responsable de la prisión) ofrece un eco aún más perturbador ante el evidente recuerdo de una de las filmografías más provocadoras que ha dado la silenciosa Canadá.
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