After Life 2: volvió Ricky Gervais con una de las series más tristes del año
La primera temporada de After Life: más allá de mi mujer comenzaba con el tono clásico de una comedia negra para, con el correr de sus episodios, terminar siendo mucho más melancólica que divertida (y por divertida, estamos aludiendo al estilo de humor inglés, bien ácido y seco). La serie creada, escrita y protagonizada por Ricky Gervais, seguía a su personaje, Tony, en esa "posvida" que se explicita en el título. El escritor pierde a su esposa, Lisa (Kerry Godliman), quien muere de cáncer, y su cotidianeidad no vuelve a ser la misma. Tony se convierte en un ser cínico, misántropo, desagradable con su entorno, desde su cuñado hasta sus compañeros de trabajo. De hecho, el único momento en el que siente alivio, en el que reconoce estar mejor, es precisamente cuando descarga su frustración en los demás.
En el final de la primera temporada, Gervais ataba con demasiada precisión todos los cabos sueltos, y nos mostraba cómo Tony, súbitamente, se despertaba de ese estado para demostrarle a cada una de las personas que toleraron su maltrato lo mucho que las valoraba. Así, After Life concluía con el protagonista realizando gestos que resultaban disonantes con su comportamiento previo, como si se tratara de una decisión de guion apresurada para darle un cierre esperanzador a una serie que, paradójicamente, se pelea continuamente con la fe y el optimismo. Sin embargo, más allá de que ese desenlace iba a contramano de la creación de Gervais, sí proveía un cierre a la historia de Tony y a las de los personajes satelitales, por lo cual el anuncio de una segunda temporada resultó, cuanto menos, llamativo ¿Qué más se podía contar que no se hubiese hecho ya previamente? ¿Cuánto potencial tenía la serie por fuera de su protagonista?
After Life 2 –que llega hoy a Netflix con seis nuevos episodios– responde esos interrogantes y no siempre de la mejor manera. Dentro de lo positivo se encuentra esa consciencia de Gervais respecto a su propia creación, tanto así que da marcha atrás y, como consecuencia, esa luminosidad con la que había concluido la primera temporada es contrarrestada con la realidad de Tony. El protagonista está en el mismo lugar de siempre: mirando constantemente videos de su mujer fallecida, contemplando la idea del suicidio y no del todo listo para dar ese pequeño paso hacia el futuro con la enfermera de su padre, Emma (Ashley Jensen). Lo único que lo mantiene en pie es su perra, la razón por la cual permanece, a su pesar, en esa posvida –la vida sin su esposa– en la que no halla motivos para levantarse de la cama.
Cuando After Life 2 se centra en el duelo de Tony, cuando alude a la depresión y al alcoholismo que muchas veces llega con la enfermedad, es cuando Gervais está en su mejor forma, como guionista y como actor (su talento para las secuencias dramáticas es uno de los descubrimientos de la serie), porque deja que la historia respire a partir de reflexiones sobre la pérdida que van al hueso. No es casual que uno de los pocos guiños metatextuales de esta temporada sea la película de Harold Ramis El día de la marmota. Si bien hay una razón narrativa para su constante mención, también se la nombra para sentar posición sobre la columna vertebral del relato: After Life gira sobre su propio eje, su protagonista parece no avanzar nunca, y vive todos los días del mismo modo. La serie se define a sí misma al mirarse en el espejo, y al mismo tiempo describe precisamente cómo es atravesar la depresión: sentir que todos los días son exactamente iguales.
La serie se define a sí misma al mirarse en el espejo de El día de la marmota
De todas maneras, independientemente del viaje personal de Tony y de las frases tan tristes como punzantes que dispara Gervais (destinadas a perdurar), la respuesta a si una segunda temporada era necesaria se responde ya en los primeros episodios: por fuera de su protagonista, After Life no tenía material suficiente para un regreso, y el desarrollo de los episodios resulta muy mecánico, y sin vuelo a nivel visual. Con excepción de la amistad de Gervais con Roxy (Roisin Conaty), una trabajadora sexual, los roles secundarios carecen de profundidad, y ellos mismos no avanzan demasiado tampoco. Por lo tanto, cuando sobre el final se deja abierta la posibilidad de una tercera parte, queda claro que ese último plano funcionaría mejor si se le otorgara cierta ambigüedad, o si se lo dejara a la libre interpretación del espectador.
Cuándo y dónde verla. La segunda temporada de
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