Aaron Paul: Westworld, la paternidad y la vida después de Breaking Bad
Es casi un cliché, pero hay actores que terminan peleados a muerte con los personajes que los llevaron a convertirse en verdaderas celebridades, y por ello fruncen el ceño frente a alguna pregunta que los lleve directamente hacia ese pasado que parece mantenerlos enjaulados (y enojados). Pues bien, ese claramente no es el caso de Aaron Paul, quien no solo aceptó volver a ponerse en la piel de Jesse Pinkman en la película / epílogo de Breaking Bad que fue El camino (2019), sino que además entiende que fue el suceso de la serie el que le permite estar en el lugar en el que hoy está.
¿Dónde está hoy Aaron Paul, 40 años, oriundo de un pequeño pueblo de Idaho, en pareja con la directora y productora Lauren Parsekian y padre de la pequeña Story Anabelle? Está promocionando su trabajo en la tercera temporada de Westworld, la serie que originalmente iba a tenerlo como protagonista pero, por cuestiones de agenda, no pudo sumarlo a sus filas desde el comienzo. Pero la vida le dio revancha, y por eso no dudó en decir que sí al ofrecimiento de los creadores de la ficción de HBO, Jonathan Nolan y Lisa Joy, de personificar a Caleb, un obrero de la construcción que reside en Los Angeles y se cruza accidentalmente en la vida de Dolores [Evan Rachel Wood] para brindarle a la vengativa androide una visión distinta de la humanidad.
"Estaba en la última semana de negociaciones para sumarme a una serie que me tenía muy entusiasmado e iba a rodarse en Canadá cuando mi representante se comunicó conmigo: 'No sé cómo te sentirás con esto, pero Lisa y Jonathan quieren conversar con vos para que te unas a la tercera temporada de Westworld'. Y bueno, decidí bajarme del otro proyecto de inmediato", cuenta con una sonrisa, desde la sala de reuniones de un coqueto hotel en Beverly Hills. "Me junté con ellos y me hablaron acerca del arco argumentativo de Caleb, me contaron quién es y me dieron detalles acerca de hacia dónde se dirigía esta temporada. Quise de inmediato saber cómo es vivir en esta sociedad futurista y también componer a este tipo de clase trabajadora que desconoce cuál es realmente su propósito en esta vida".
Paul describe como una "bendición" el hecho de haber recibido ese llamado, en el momento justo. "Soy un gran fan de la serie", admite. "De hecho, para cuando hablé con Lisa y Jonathan ya había visto la segunda temporada dos veces solo porque tal vez no estaba tan enfocado. Eso es lo que es tan genial a Westworld: tenés que prestar atención para entender qué demonios está pasando, no podés simplemente encender el televisor y dejarlo como ruido de fondo mientras revisás tu feed de Instagram".
Un futuro atemorizante
Inspirada en la película escrita y dirigida por Michael Crichton en 1973, Westworld limitó su relato, durante su primera y segunda temporada, al parque en el que los anfitriones / androides llevan a cabo su levantamiento, luego de comprender que estaban siendo brutalmente utilizados por los visitantes con fines de esparcimiento. Los nuevos episodios -que estrenan este domingo a las 22, por HBO-, tomarán un nuevo escenario: el mundo real, el lugar que algunos de ellos elegirán para llevar adelante vidas completamente ordinarias al tiempo que alentará a otros a seguir adelante con sus revolucionarios y muy sanguinarios planes.
"¿Hay esperanza para la humanidad allá afuera?", se pregunta retóricamente Paul."Tiene que haberla. Caleb será, de algún modo, el encargado de darle a Dolores una mirada diferente de la raza humana en su conjunto. Ese será realmente su propósito, porque él ve algo en ella que no está muy seguro de qué es pero que le despierta una confianza instantánea. Y es mutuo, porque él llega en su ayuda sobre el final del primer episodio, y Dolores puede ver la bondad que hay en Caleb. Y entonces elige creer y confiar en él".
El actor se toma entonces un momento para reflexionar sobre el modo en que la tecnología irrumpe en nuestra vida cotidiana sin que muchas veces tengamos conciencia del todo. "Tengo una relación de amor y odio con la tecnología, como casi todos. Hace 10 años me robaron una computadora y sentí que lo perdía todo, me desesperé y estuve a punto de correr a comprar una nueva hasta que me di cuenta que no la necesitaba, que estaba disfrutando de tener tiempo libre", cuenta con un tono de humor. "Ese lugar ahora lo ocupa mi teléfono: si me llamás, te responderé, pero si me envías un correo electrónico es posible que nunca lo lea, y mucho menos que lo responda".
Pese que utiliza Instagram para dar a conocer su trabajo, Paul cuenta que decidió alejarse de Twitter hace algún tiempo. "Todo era negatividad. También por eso dejé de ver las noticias un par de años atrás, porque sentía que estaba viendo el show de Donald Trump. Y si querés hablar de Trump las 24 horas, los siete días de la semana, no me interesa formar parte de eso. La verdad es que me siento mucho más feliz y menos ansioso", afirma.
Y, entonces, entra nuevamente el mundo retratado por Westworld en escena: "Este es un show de ciencia ficción, pero lo que da miedo es que está basado en la realidad y muestra hacia dónde se dirige la tecnología, como por ejemplo la recopilación de datos personales por parte de terceros... ¿Por qué está sucediendo eso? No lo sabemos. Y eso es realmente atemorizante".
Breaking Bad y la paternidad
Durante la charla, se vuelve casi imposible no hablar de Breaking Bad, la serie que Paul protagonizó junto a Bryan Cranston entre 2008 y 2013, le valió tres premios Emmy a mejor actor de reparto, una nominación al Globo de Oro y millones de fans que, posiblemente, nunca dejarán de verlo como la encarnación de Jesse Pinkman.
"Tuve la suerte de tener un papel tan icónico en un espectáculo que estuvo en el centro de la cultura pop durante unos años. Y esa serie me permite hoy buscar buenos roles, elegir mi trabajo a conciencia", explica. "¿Voy a interpretar a drogadicto adorable en el corto plazo? No, ya lo hice. Pero sí busco roles que están en conflicto, personajes que están pasando por muchas cosas. No tengo miedo de dejar que la emoción brille a través de los personajes, porque creo que es importante poder hacerlo, especialmente en los roles masculinos".
Entonces, Paul se larga a hablar de lo mucho que el nacimiento de su hija, hace dos años, cambió su vida: "Es curioso. Estaba tan obsesionado con la idea de ser padre... Antes de saber si íbamos a tener un niño o una niña, leí muchos libros y artículos interesantes que explicaban que los niños y las niñas lloran exactamente con la misma intensidad hasta que tienen seis o siete años. Y luego se les enseña a los niños a no llorar, a levantarse, a ser hombres y a ser fuertes; creo que es muy irresponsable hacer eso con un niño. Por eso, en un punto, es que no tengo miedo de dejar que broten verdaderas emociones al momento de interpretar un personaje".
"En otro momento hubiese hecho cualquier cosa por conseguir un rol en la publicidad más vergonzante que se te ocurra, solo por una cuestión de supervivencia", asevera. "Las puertas se abrieron desde el éxito de Breaking Bad, pero hay que saber elegir con mucha inteligencia, porque en este negocio es tu último trabajo el que mide qué tan buen actor sos. Y desde que tuve a mi hija, mucho más: pienso en qué dirá ella el día de mañana, cuando me vea en pantalla. Me siento afortunado de tener muchas buenas opciones entre las que elegir".
Nacido en Emmett, una pequeña población de Idaho, Paul considera que ha recorrido un largo camino desde que llegó a Hollywood para ir tras su sueño de convertirse en actor. Lo dice sin fanfarronerías, simplemente de manera reflexiva al pensarse a sí mismo a los 17 años. "Crecí en un hogar muy religioso. Pensé que sabía lo que era real. Y luego me mudé a Los Angeles y me topé con tantas creencias diferentes... Me abrí a otras verdades sin perder nunca de vista que lo importante es ser una buena persona, alguien amable. 'No seas un imbécil, sé agradable', pensaba. Creo que eso es lo que necesitamos en este mundo", concluye.
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