A Very British Scandal: una miniserie con grandes actores y un guion que no les hace justicia
Claire Foy y Paul Bettany son lo mejor de la ficción que recrea un escandaloso divorcio entre la aristocracia británica en la década del 60 que se puede ver en DirecTVGo
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A Very British Scandal (Reino Unido/2021). Creadora: Sarah Phelps. Elenco: Claire Foy, Paul Bettany, Julia Davis, Sophia Myles, Richard McCabe. Disponible en: DirecTVGo. Nuestra opinión: buena
En la misma línea de la miniserie A Very English Scandal, que retrató el peculiar caso real de Jeremy Thorpe (Hugh Grant), un político conservador acusado de planear el asesinato de su examante Norman Scott (Ben Wishaw), A Very British Scandal retoma la idea de explorar otra disputa judicial que conmovió a la opinión pública británica. Ahora se trata del resonante divorcio de los duques de Argyll, en el que se condenó la moral de la duquesa, la millonaria Margaret Whigham (Claire Foy, The Crown), favorita de los paparazzi de aquel tiempo. Elegante, bella, rica y siempre de fiesta, Margaret fue víctima de su propia fama y de los abusos de su segundo marido, el duque de Argyll (Paul Bettany, WandaVision).
Con el antecedente de la excelente primera temporada escrita por Russell T. Davies (Years and Years) y dirigida por Stephen Frears (La reina), así como la presencia de Foy y Bettany como protagonistas, los tres nuevos episodios prometían mucho. El ambicioso proyecto, sin embargo, no resiste la comparación con su antecesor y salvo por el notable trabajo de sus actores, tampoco está a la altura de lo esperado. Especialmente los guiones de Sarah Phelps, experimentada escritora televisiva, que no logró dotar al proyecto de los matices y sutilezas que tenían los capítulos de la primera temporada.
“Soy un monstruo”, le dice Ian Campbell, duque de Argyll, a su esposa hacia el final del primer episodio. La admisión, a modo de disculpa después de una discusión de las tantas que tendrá la pareja, reafirma la tesis que la miniserie explicita en cada escena. El duque era un hombre acostumbrado a tener siempre la razón, atormentado por las consecuencias de su prisión a manos enemigas durante la Segunda Guerra Mundial y un alcohólico lo suficientemente seductor como para captar el interés de Margaret, la más bella y rebelde de la alta sociedad.
Tan deseada como incomprendida y siempre susceptible a la opinión pública -que juzgaba sus aventuras con una vara mucho más rígida de la que utilizaba con los hombres- la ficción se apoya en esa desigualdad para desarrollar el relato. Un intento valioso, que olvida de que una de sus misiones es también entretener. Más allá de los bellos vestuarios e imponentes escenarios, la miniserie intenta evitar apoyarse en los costados más sórdidos de la pareja real para reforzar su mensaje aleccionador. Una decisión que no resulta del todo exitosa, especialmente porque los guiones carecen de la sutileza necesaria para llevarla adelante. En una de las escenas más intensas del primer episodio, mientras Margaret golpea la puerta con llave del estudio de su marido, él, del otro lado, clava mariposas en un libro de colección, un metáfora tan transparente que casi deja de serlo.
Más allá de los desajustes de guion, lo cierto es que las presencias de Foy y Bettany logran elevar cada parlamento y secuencia. La actriz, una vez más interpretando a un solitario personaje de alta alcurnia, logra, a pesar de las similitudes, separar a su Margaret de la reina Isabel II que encarnó en The Crown. No era tarea fácil construir a un personaje tan complejo como la duquesa de Argyll, una mujer caprichosa y egoísta que también fue una víctima de su época y Foy consigue transmitir todos sus matices y recovecos. Ahí están las risas superficiales, las miradas calculadoras y el dolor de saber que la mayoría de quienes la rodean lo hacen por interés. Incluso su nuevo marido, tan rebelde y despreocupado como ella. Al menos en apariencia.
Bettany pone su considerable talento al servicio de un personaje ciclotímico, a veces cruel y a veces amoroso, vengativo, “un monstruo” en sus propias palabras, convencido de que su voluntad es superior a las de todos los demás, especialmente la de su millonaria esposa. En un registro diferente del que muestra en sus participaciones en las películas de Marvel, el actor camina con soltura la cornisa en la que vive su personaje, quien utiliza el sarcasmo como herramienta de seducción y arma de destrucción, un cambio que a veces se registra con una mirada de sus ojos de un celeste transparente o un gesto sardónico que alguno podrá llamar sonrisa.
Aunque las comparaciones pueden ser odiosas, en este caso son inevitables. Y más allá del extraordinario trabajo de sus protagonistas, esta segunda temporada es una versión mucho más solemne que la primera, que se las arreglaba para contar una historia trágica y absurda, a la vez que reconstruía un caso que ponía al descubierto la hipocresía y desigualdades sociales en Gran Bretaña con tanta sensibilidad como humor. Ese elemento fundamental está ausente en A Very British Scandal.
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