A Teacher: un vínculo prohibido para un complejo ejercicio sobre los límites del deseo
Kate Mara consigue dotar de humanidad a una maestra que se enamora apasionadamente de uno de sus alumnos, en esta miniserie disponible en Star+
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A Teacher (Estados Unidos, 2020). Creadora: Hannah Fidell. Elenco: Kate Mara, Nick Robinson, Ashley Zukerman, Rya Kihlstedt, Shane Harper, Dylan Schmid, Marielle Scott. Disponible en: Star+. Nuestra opinión: buena.
En los primeros episodios de A Teacher, diversos carteles nos advierten que vamos a ver una historia que implica una situación de abuso. Pese a ello, y a la insistencia en encontrar el equilibrio justo en el relato, la serie consigue una espesura inusual en la construcción de sus personajes, cuyas motivaciones exceden los tópicos de víctima y victimario que puede anticipar la prevención.
La creadora Hannah Fidell –asimismo guionista y directora de una película estrenada en Sundance en 2013 que funciona como inspiración- explora no solo la complejidad de las relaciones que se establecen entre adultos y jóvenes en un marco educativo, sino también las expectativas sociales que se condensan alrededor de ese vínculo y las consecuencias que pueden extenderse en plazos más allá de lo imaginado.
Claire Wilson (Kate Mara) comienza un nuevo trabajo como profesora de literatura en la secundaria de Westbrook, situada en los suburbios de Texas, lugar donde se crio y realizó también sus estudios universitarios. Allí vive ahora con su marido Matt (Ashley Zukerman), relación errática debido a las dificultades que atraviesan para convertirse en padres, a los constantes viajes que separan a la pareja, y a una especie de hastío que ensombrece la vida de Claire. El inicio del ciclo lectivo la pone en el camino de Eric Walker (Nick Robinson), un estudiante que intenta cumplir las exigencias académicas para aplicar a una beca universitaria, mientras cuida a sus hermanitos, trabaja en un bar y sale con sus amigos adolescentes. No hay nada distintivo en Claire y Nick que convierta su unión en algo más que una atracción enriquecida por la disparidad de edad y el atractivo de lo prohibido.
Lo que se propone la serie en sus primeros episodios es un registro lo más objetivo posible, que evite cualquier sanción moral pero también cualquier coartada para una justificación. La tensión sexual emerge en miradas, recorridos oblicuos por el colegio, encuentros en las fiestas escolares y un pacto que tendrá implicancias catastróficas. Pese a recurrir a ciertas convenciones en la puesta en escena del erotismo, buscando ese límite difuso que hoy ofrece un “buen gusto” deconstruido, la estrategia de Fidell consiste en sortear varios de los prejuicios que definen a esas relaciones, sacar al espectador de sus asunciones previas y moralmente suficientes.
Es interesante el trabajo de Kate Mara en este sentido, porque le brinda a su personaje una humanidad difícil de construir en tanto es consciente desde qué lugar la percibe el espectador. Nunca es una mujer fatal, pero tampoco una caricatura de casada insatisfecha, es simplemente alguien cuyo deseo –no solo sexual sino también en relación a su profesión, a su pareja y a la vida que quiere tener- es opaco para cualquier retrato o clasificación. Hay una dimensión que escapa al por qué de lo que sucede y que la serie asume como una de sus mejores virtudes.
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