Los representantes del género mutaron o desaparecieron pero los flequillos resisten la extinción
En el interior de nuestro territorio, ese subpaís llamado La Patria Stone se niega a fundir sus fronteras y resiste, sobrevive a la extinción forzada por la inevitabilidad histórica de lo perecedero de toda tribu urbana. La desaparición reciente de la banda que marcó el nacimiento de los primeros especímenes en el terreno local sumada a la mutación de los rasgos característicos de ese rock que primigeniamente fue llamado rolinga y se expandió hacia lo barrial y chabón (la tragedia de Cromañón como el triste paradigma de la decadencia) permite hablar de una pérdida del núcleo duro de esa subcultura definida por los flequillos, los jeans y las Topper. Sin embargo, el rolinga nunca se dará por vencido.
En su última entrevista con Rolling Stone, Juanse habló sobre la génesis de primer disco de los Ratones Paranoicos, los responsables máximos del sonido que acompañaría el surgimiento de la tribu en cuestión. "Logramos hacer un disco potente, místico, porque creíamos que estábamos iluminados por algo; y ahí el público empezó a darse cuenta de que había otro estilo", dijo, refiriéndose al contraste con el predominio sintético del pop de la época. Corrían los años ochenta, y a pesar de que los Stones ya invadían el planeta hacía décadas, nuestro rock nacional aún no reflejaba su influencia en su estética: las bandas clásicas y progresivas retrocedían mientras el punk, Sumo, los Redondos y los raros peinados nuevos de Virus y Soda avanzaban. En ese contexto prolífico, el Primer Rolinga se encontró con los riffs perfectos para sus movimientos exagerados, se calzó las zapas gastadas, el pañuelo y el morral y salió a agitar. En 1995, cuando la banda liderada por Jagger pisó por primera vez la Argentina, a través de su jardinero de jean se notó una emoción que aún hoy, casi veinte años después, ninguna experiencia –salvo las otras visitas rolingas y ahora, la posibilidad de que la gira por los cincuenta años de carrera los vuelva a traer- pudo igualar.
De Los Piojos y Viejas Locas a La 25 y Los Gardelitos, pasando por Jóvenes Pordioseros, Los Guasones, Callejeros y más, el género que acompañó al crecimiento y propagación de esa masa "viejita" recibió duros golpes en su seno (mutaciones, desapariciones, ramificaciones), y debió enfrentarse al puñal de una noche funesta, sus consecuencias, las marcas, los estigmas. La proliferación del indie folk y la globalización de los estilos más heterogéneos trajeron nuevos estereotipos a la escena, en claro detrimento de los flequilludos. Pero el rolinga, endogámico y acérrimo defensor de lo suyo, resiste y de vez en cuando agradece: "por suerte el Pity es inmortal".
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