Séptimo día: ciudad de furia, poesía y “soda ficción”
Michel Laprise, el director del primer show del Cirque du Soleil en Buenos Aires, cuenta cómo gestó e imaginó este mundo que desconocía y del cual ahora se volvió fan
Miércoles por la tarde. Los alrededores del Luna Park son un caos de tránsito (como siempre). Adentro del estadio, la aceitada y prolija maquinaria del Cirque du Soleil ajusta relojes. En un rincón está el canadiense Michel Laprise. Él es el director y autor de Séptimo día / No descansaré. Michel es actor, director de teatro que se unió al Cirque hace 17 años. Entre otras tantas cosas, en 2012 trabajó con Madonna en la dirección artística de su show para el entretiempo del Super Bowl y luego la dirigió en la gira MDNA. Ahora aguarda charlar con LA NACION. Lo pone contento hablar con un medio gráfico y no con la televisión en donde, siente, nada se profundiza.
–¿Cómo es transitar las horas finales de esta maquinaria escénica en medio de la ciudad de la furia con paros y manifestaciones?
–En verdad, no sabía nada. Charly Alberti recién ayer me contó algo... Diría que vivimos en una burbuja de creación, de amor. Hay muchos detalles que fuimos ajustando en las últimas semanas cuando abrimos las puertas a las funciones cerradas. Es fácil de explicar esto: hacemos el show no para nosotros, lo hacemos para el público.
–Ya tuvieron tres ensayos con gente, ¿algo se modificó?
–Sí, siempre pasa. Cambié el orden de cuatro escenas. Se necesita más coraje para encarar algo así, pero es la diferencia en relación con otros shows. Por otra parte fue el primero que implicó una verdadera exploración de las canciones de Soda Stereo.
–¿Cómo fue explorar un fenómeno de pop-rock de la cual vos no fuiste parte?
–Claro, yo no sabía nada de nada. Pero en el Cirque tenemos la costumbre de escuchar, de abrirnos a la diferencia cultural [dato al pasar: Michel habla en castellano y habla, aseguran, lo que haga falta]. En este caso seguí mi inspiración y traté de llegar al corazón de Soda Stereo. Uso mi cerebro pero, fundamentalmente, mi corazón. Lo que hacemos no es un documental sobre ellos, queremos hacer una obra artística sobre ellos. Por eso hace año y medio vine a Buenos Aires para visitar los lugares vinculados a la banda, fui a los lugares de la niñez de los tres, fui al garaje de la casa del padre de Charly Alberti en donde ensayaron para su primer espectáculo, fui a conocer a la madre de Gustavo.
–¿Qué te inquietaba de su mundo?
–Quería saber de su imaginario. Por eso le pedí a Lilian, su madre, que me trajera los libros que Gustavo había leído de chico. Regresó al rato con una pila de libros que eran todos de ciencia ficción, de mundos imaginarios. Por un lado, me pareció lógico ese escape para un niño criado en tiempos de la dictadura. Por otra parte, confieso que en los ojos, en la mirada de esa madre trayéndome los libros ahí es cuando nació este show. Por eso, en parte, este espectáculo es un homenaje a las madres y los padres que ofician de soporte de esos niños / artistas.
–¿Cómo se evita la nostalgia?
–No queremos hacer un show nostálgico, queremos proyectarnos en el futuro. Caminando por Buenos Aires, pensé: “Vamos a hacer algo de ciencia ficción, pero de Soda ficción”. Como si fuéramos extraterrestres que en los años 80 y 90 llegaron a Buenos Aires y a distintas partes de la región, y se quedan fascinados por el amor entre una banda y su público y deciden salir a buscar un planeta abandonado para despertarlo y fundar una civilización basada en ese amor.
–¿Qué aporta el arte circense a esta historia?
–Es una buena pregunta. El arte circense se ve en todas partes: las discos, la calle misma. ¿Pero por qué circo y no solamente danza? Imaginé que en este planeta hay un río hecho con las palabras de las canciones de Soda y que la gente de este planeta tiene sed de poesía, sed de buscarle significados a la vida. La manera de moverse también debía transformarse en algo poético, no podían caminar de manera habitual. Y la manera más intensa de ese movimiento es la acrobacia porque tiene su riesgo y apunta directamente a la esencia de la vida misma. Hay disciplinas del arte circense cuyas raíces tocan cosas primarias. Trepar un árbol para dar con un fruto es el bastón chino.
–En este viaje, ¿qué rol tiene el clown?
–Yo quería un clown intenso, no uno que hiciera reír. Quería un personaje sin color, intenso. Vi en las calles mucha personas mayores con la espalda encorvada como si llevaran el peso del pasado argentino, como si llevaran el peso de cierta tristeza. Por el personaje de Totó Castiñeiras [clown argentino] es eminentemente teatral. Hace 6 años que quería trabajar con él y recién ahora me puedo dar el gusto.
–Cuando un amigo tuyo de Canadá te pregunta qué es Soda, ¿que le contás?
–Le digo que fueron mucho más que música, le hablo de la manera teatral que tenían de presentarse. Y eran muy visuales, cosa que a mí me fascina. Con Madonna puedo estar hablando a las 2 de la mañana de una película rusa de avant garde. Trabajé con muchos músicos, pero si es mera imagen no me importa. La vida es corta como para desaprovecharla.
-¿Cuál es tu canción preferida de Soda Stereo?
-Depende de la semana. En estos días es "Crema de estrellas". Diría que me da calma...
-¿Es la calma que necesitás antes del huracán del estreno?
- Digamos que sí. Es que para mí este espectáculo es una responsabilidad gigante. Yo quiero que Gustavo se ponga contento. Que su familia y sus fans se pongan contentos. Es así que hice algo único en la historia del espectáculo: abrí la puerta de la sala de creación. Te explico para que se entienda: para cada show que hacemos en el Cirque du Soleil tenemos un cuarto especial en medio de la sede que tenemos en Montreal. Ahí tenemos el cuarto de Soda con paredes cubiertas de fotos, un sistema para escuchar todas las letras porque quería ser fiel a sus metáforas, referencias a su poesía y dibujos de cómo podrían ser cada una de las escenas del espectáculo. Solamente la gente que trabajan en el show pueden entrar a ese espacio secreto. Pero de vez en cuando decidimos abrir las puertas de ese cuarto y transmitirlas por Facebook para tomar contacto con sus fans.
-¿Cuál fue la respuesta, sentís que sirvió esa manera de creación a "puertas" abiertas con sus seguidores?
-En la primera sesión había 8000 personas y 23 minutos después estábamos en 84.000 personas. No lo hice por marketing, no era para vender boletos. De eso no me encargo. Para mí era importante ser auténtico en el proceso creativo y necesitaba tener ese diálogo. Soda no era mi banda, era la banda de ellos. Ahora si lo es. En el arte es importante ser sincero, por eso necesité de ese diálogo. Tuvimos 4000 mensajes entre fotos, pinturas, poemas, comentarios... Yo leí todo y los analizamos con el equipo creativo. Al mes siguiente, compartí la historia y el concepto ya estaba. Faltaba definir las familias de las disciplinas del circo (aire, manipulación, malabar, equilibrio) y eligieron aire. Hicimos una sesión de acrobacia en estudio. Entonces, ya teníamos la historia y teníamos la disciplina. Queda exprimir a esos personajes, darles vida. En todos estos meses fuimos viajando con los fans en todos los aspectos que hacen al montaje. Eso me demandó muchísimo más tiempo, pero fue la manera de conectarme con ellos y compensar mi propio desconocimiento. Pero, ¿sabés qué? Creo que Gustavo era el que me ayudaba siempre. De hecho, cada mañana durante algo más de un mes o mes y medio, me despertaba con una canción nueva de Soda Stereo que nunca podía repetirse. Esa fue una obsesión. Mi obsesión creativa.