Sencillo y encantador
"El padre" ("Pedar", Irán/1996). Presentada por Contracampo. Fotografía: Mohsen Zolanvar. Música: Mohammad-Reza Aligholi. Intérpretes: Mohammad Kasebi, Parivash Nazarieh, Hassan Sadeghi y Hossein Abedini. Guión: Mehdi Shojai y Majid Majidi. Dirección: Majid Majidi. Duración: 96 minutos. Para mayores de 13 años. En el Atlas Recoleta. Nuestra opinión: muy buena.
En lo que se anticipa como el gran año del cine iraní en la Argentina, y tras el bautismo de fuego que resultó el exitoso lanzamiento de "El sabor de la cereza", llega "El padre", segundo largometraje de Majid Majidi. Una película de enorme solidez que lleva la firma de uno de los principales referentes de la generación intermedia de realizadores de ese origen, y cuyo más reciente film, "Niños del cielo", acaba de competir por el Oscar al mejor film extranjero.
"El padre" resulta una lograda y precisa mixtura entre el sello distintivo de la producción iraní clásica (la austeridad narrativa y emocional) y la utilización de elementos más ligados al cine occidental (la inclusión de flashbacks, un trabajo exhaustivo sobre la banda de sonido).
Un film que no defraudará a aquellos que se sintieron cautivados por la propuesta minimalista del gran Abbas Kiarostami, y que a su vez puede reconquistar a quienes no están habituados a la parsimonia, los silencios y cierta inocencia que entregó "El sabor de la cereza".
De todas formas, el hecho de que Majidi sea un cineasta más convencional, joven y moderno que Kiarostami no implica que el guión de "El padre" esté dominado por sorprendentes vueltas de tuerca ni ofrezca una trama pletórica de conflictos dramáticos. Con sólo cuatro personajes, un par de sentimientos motores (los celos, la lealtad) y una convincente puesta en escena, Majidi construye una obra simple en apariencia, pero de una minuciosa elaboración y una enorme riqueza para el análisis.
Regreso con gloria
La película arranca con Mehrollah (estupendo trabajo del joven Sadeghi), un chico de 14 años, comprando telas y bijouterie en una feria que luego veremos son regalos para su madre. Después de trabajar varios meses en la ciudad y orgulloso poseedor del dinero que él mismo ha generado, nuestro héroe regresa a su casa natal, en plena zona rural.
Pero su amigo Latif (Abedini, con un rostro lleno de inocencia que parece extraído del neorrealismo italiano) le explica que su madre se ha vuelto a casar (a través de un flashback sabemos que el padre ha muerto en un accidente de moto), con el comisario del pueblo.
Despechado, resentido, Mehrollah no sólo no entra en la nueva casa de su madre, sino que intenta reconstruir su viejo hogar, en un abierto desafío al policía (un convincente Kacebi) que ha ocupado sin su consentimiento el lugar de su verdadero padre.
La primera mitad del film es un verdadero duelo entre el muchacho y su regordete padrastro, en una escalada de agresiones que deriva luego en una singular road-movie . Es en esta segunda parte donde Majidi encuentra el tiempo y el espacio ideales para describir y rearmar la relación entre estos dos seres llenos de rencores, pero poseedores asimismo de una enorme hidalguía y sostenedores de sus principios y su integridad hasta las últimas consecuencias.
Con un humor infrecuente en el cine iraní, con una excelente utilización del sonido en off y de la acción que transcurre fuera de campo, Majidi consigue una película que por momentos cabalga entre "Los 400 golpes" y "Ladrón de niños", que conmueve con recursos siempre genuinos y que entrega una imagen final plena de poesía que define por sí sola todo el talento de un gran cineasta.