Sean Connery en la Argentina: su encuentro con Carlos Menem y el accidentado rodaje de una película olvidable
"A solo cinco calles de la Casa Rosada, sede del Gobierno, se filma la segunda parte de Highlander, la película que interpretan Sean Connery y Christopher Lambert", publicaba en mayo de 1990 el diario español El País. Buenos Aires, y más precisamente el viejo Puerto Madero, fue el destino elegido por el director Russell Mulcahy para montar un set de 200 metros con una ciudad "futurística y apocalíptica" de fondo.
"Aquí hay técnicos experimentados, materiales suficientes y ganas de trabajar", arriesgaba por ese entonces Mulcahy, obviando la crisis de la moneda argentina que le permitiría a la producción aprovechar mejor los 30 millones de dólares de presupuesto con los que contaban.
Pero el equipo de trabajo de la película llegó a Buenos Aires y se encontró cara a cara con un tremendo atraso en términos de producción audiovisual (como la iluminación, para la que se tuvieron que traer una enorme cantidad de equipos desde Estados Unidos) y con serios problemas de infraestructura.
"Sean Connery era el tipo que había que cuidar. Tanto había que cuidarlo que sus guardaespaldas eran agentes de la SIDE", comentó sobre esa experiencia el periodista Alexis Puig en la radio Pop. El James Bond original, que en Highlander II interpretó al "inmortal" Juan Ramírez Sánchez Villalobos, tuvo la chance de conocer al expresidente Carlos Menem en la Casa Rosada y de jugar al golf con Roberto De Vincenzo.
El actor escocés, que murió ayer a los 90 años, embolsó tres millones de dólares por seis jornadas de trabajo en Buenos Aires. El sueldo de Lambert, la estrella de la película, apenas llegaba a la mitad de ese monto. Para colmo de males, el intérprete de Connor MacLeod perdió la falange de un dedo en el rodaje, y tuvo que convivir con la muerte de dos dobles de riesgo argentinos. Todos los andamios utilizados en el set eran de segunda mano y muchos estaban viejos y oxidados, lo que convirtió al trabajo en un verdadero peligro.
Como si eso fuera poco, un fuerte temporal destruyó uno de los decorados de la película, que tuvo que ser rearmado enteramente en el Abasto. Finalmente, la crisis económica hizo su parte. El equipo de ingleses, estadounidenses y franceses fue testigo en primera persona de cómo cerraban los supermercados por la hiperinflación de principios de 1990.
La filmación se volvió una confrontación constante entre los financistas de la película, los productores, y el director, mientras la mayoría de los actores aprovechaban para conocer de primera mano la tan mentada noche porteña.
La aseguradora de la película se terminó ocupando del tramo final del rodaje, porque la producción no tenía más plata para terminarla. "Por eso la película no tiene ni pies ni cabeza. Quedaron un montón de cosas por filmar. Hubo cosas que se filmaron a las apuradas. Y entonces la aseguradora, con el material que tenía, dijo ‘yo no pongo un peso más, la película se termina con lo que está’", reveló Puig, sobre la aventura de Sean Connery y el resto de la tropa en Buenos Aires.
La película se estrenó en nuestro país en abril de 1991 y, fiel a su penosa historia de rodaje, resultó un fracaso en la taquilla mundial y en la crítica especializada.
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