Se presentó en Canneseries Limbo… hasta que lo decida, la serie creada por Cohn y Duprat y dirigida por Agustina Macri y Fabiana Tiscornia
La ficción es una de las grandes apuestas para el próximo año de la plataforma Star+
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Sofía deambula entre fiestas e historias de Instagram. La Madrid que le pertenece desde su adolescencia, desde su temprana orfandad, asoma en los contornos de sus fotografías instantáneas, en retazos de sus viajes repentinos, en entradas a ese mundo del presente. Pero el pasado llega para tocarle la puerta con la peor de las noticias: la muerte de su padre en Buenos Aires. Sofía debe regresar a la tierra de su infancia, al duelo inesperado, al limbo que supone la espera de un destino pero también el abrazo de una oportunidad. Así comienza Limbo… hasta que lo decida, la serie creada por Mariano Cohn y Gastón Duprat, producida por Star+ y presentada en la cuarta edición de Canneseries, festival que concentra en el Palais des Festivals de Cannes lo mejor de la industria audiovisual internacional.
Por la ya célebre alfombra rosa desfilaron sus protagonistas, la española Clara Lago, Mike Amigorena, Andrea Frigerio, Esteban Pérez y Enrique Piñeyro, y sus directoras Agustina Macri y Fabiana Tiscornia, para celebrar la presentación de una de las grandes apuestas latinoamericanas de Star+ para el 2022.
Limbo cuenta la historia de Sofía (Clara Lago) en primera persona. Su relato nos conduce no solo a través de su mundo íntimo sino también en sintonía con su persistente reflexión sobre ese territorio perdido y redescubierto. Heredera de una de las familias más importantes de Argentina, los Castelló, tras la muerte de su madre se traslada a Madrid y se emancipa de los hombres de su infancia, su padre adorado (Enrique Piñeyro), convertido en un recuerdo intermitente en su memoria, y sus hermanos Ignacio (Mike Amigorena) y Andrés (Esteban Pérez), el mayor más severo y desafiante, el del medio, compinche y algo enigmático. El reencuentro de Sofía y su familia en el día del funeral de su padre, en la escena definitiva de esa despedida, la instala de manera inesperada en una nueva realidad, teñida de las cuentas pendientes de su niñez pero también de las disputas y las responsabilidades de la vida adulta. Un limbo de espera y desafío, un territorio minado de conflictos y misterios, un camino de inesperada redención.
“Lo que intentamos hacer al inicio de la serie fue plantear el punto de vista del personaje”, explica Agustina Macri (Soledad), una de las directoras en charla exclusiva con LA NACION durante la presentación en Canneseries. “Queríamos afirmar la idea de que vamos a vivir la serie desde la perspectiva de Sofía, y la muerte de su padre golpea en el interior de ella, así que la puesta en escena encarna esa experiencia introspectiva. Mientras Madrid es su presente, su vida actual, Buenos Aires es su pasado, el lugar al que no quería volver y al que se ve arrastrada a la fuerza tras la repentina tragedia. Por ello la ciudad pasa de ser real y multitudinaria en su aterrizaje a progresivamente opresiva ante la mirada de los otros que parecen interrogarla sobre su regreso”.
Limbo es también la historia de un viaje de vuelta a las raíces, a los afectos perdidos, a los rencores conservados. “Una vez leí que todos somos exiliados de la infancia”, completa Fabiana Tiscornia (La reina del miedo), el otro nombre tras la dirección. “Todos salimos de la infancia de manera involuntaria y nos vemos arrojados a un mundo de adultos. Sin embargo, en el caso de Sofía ese paraíso perdido es más notorio. Sofía tiene que desandar su propio camino para descubrir el punto en el que fue expulsada de su paraíso y reencontrarse con el poder que tenía desde niña y que ha quedado ahí escondido”.
En España, Sofía es una influencer de cierto renombre, codiciada por las marcas y las modas, divertida y despreocupada, una máscara que sostiene con paciencia y convicción. Pero detrás de esa aparente frivolidad asoma su voz, recogida en el off de la serie como un hilo conductor del relato, febril y omnipresente. Clara Lago la moldea no solo con su apariencia exterior, el vestuario cambiante y sofisticado, los movimientos eléctricos en el plano, el maquillaje que deja asomar su mirada herida, sino también desde el tono de su voz, mezcla de acentos que consagran esa amalgama que es también su crianza. “La serie cuenta la travesía de Sou -como sus hermanos llaman a Sofía- desde adentro”, revela Lago. “Al comienzo su vida parece más superficial, más atada a la imagen pública, pero luego transita un descubrimiento más íntimo, al que arriba luego de un proceso no necesariamente consciente. Desde mi lugar como actriz me concentré no solo en la lectura de los guiones sino en la evolución que había detrás de la estructura narrativa. Para mí es fundamental, a la hora de interpretar a un personaje, no juzgarlo por sus acciones del presente sino comprender los porqué y los para qué que se alojan en el pasado. Mi desafío era comprender de dónde venía Sou, mostrar al principio esa faceta más orgullosa, adolescente y superficial, que puede incluso caer mal al espectador, para luego ir develando esas capas más profundas y más maduras del personaje”.
Una de las escenas claves del primer episodio es la comida familiar luego del entierro del padre. En la mesa se reúnen los hermanos y las cuñadas para recibir a Sofía, la oveja negra que espera poder irse al otro día a la vida que la espera al otro lado del Atlántico. Pero la disputa recién comienza, y como hacía Luchino Visconti en sus opíparas comidas de El gatopardo y La caída de los dioses, el entorno familiar es la arena donde quedan develadas las relaciones de poder. “Esa escena fue la que nos llevó más ensayos -señala Tiscornia- a la que le dedicamos más tiempo de rodaje, por la complejidad de la interacción entre los personajes, la gran cantidad de texto y la evidente tensión interior que queríamos poner de manifiesto. Empieza siendo una composición más coral y progresivamente se va convirtiendo en un duelo entre el personaje de Mike y el de Clara. Allí es cuando asoma la figura de Andrés, el hermano del medio, como complemento de esa tríada, como intento de equilibrio pero al mismo tiempo capturado por esa disputa. La escena transita desde planos corales, barrocos y opresivos, a planos más cerrados sobre los dos retadores, picados y contrapicados para aumentar la tensión. Para todas las escenas de la casa tomamos como referencia algunas búsquedas de la película Pienso en el final, sobre todo en la concepción de los planos, recargados y ominosos”.
Limbo asombra por el tempo sobre el que se construye, que esquiva los ritmos más vertiginosos de las series más convencionales. Guiada por la voz en off, por la disección de una atmósfera esquiva y extraña para el personaje, y adherida a esa experiencia de convertir lo pasado en un país extranjero, como señalaba L. P. Hartley en su libro The Go-Between, Limbo ofrece un estilo visual exuberante, un ritmo interior, una experiencia inmersiva. “Es bastante atípico el ritmo que construye la serie en relación a las otras ficciones televisivas”, destaca Esteban Pérez. “Hay un tempo cinematográfico que se fue construyendo desde la dirección y el montaje que nosotros lo experimentamos en escena y creo que puede percibirse en el resultado”. Limbo también corre los límites tradicionales del realismo en las ficciones familiares, combinando la experiencia material del duelo con un pulso de ecos fantasmales. “Hay algunos elementos en la serie que queríamos explorar desde el realismo mágico”, agrega Agustina Macri. “Como Sofía es la narradora de la historia, el off era todo un desafío para nosotras como directoras. Y entonces nos planteamos que quizás en los momentos en los que ella habla de la madre, la madre podría aparecer en las imágenes, como salida de sus recuerdos pero cobrando forma en su presente. Ese juego de fantasmas no solo nos permitía presentar a todos los personajes, los muertos y los vivos, sino hacer convivir los tiempos, esas tensiones entre la Sofía que dejó Buenos Aires hace quince años y la que regresa”.
Por último, uno de los misterios que instala la serie desde su primer episodio es la figura de Lucrecia Aiz (Andrea Frigerio). Una empresaria que asiste al funeral del patriarca Castelló, que fue sumada recientemente a la cartera de negocios de la familia, una figura enigmática, seductora, que despierta en Sofía el deseo de descubrir su verdadero papel en esa escena. Andrea Frigerio es quien interpreta a Lucrecia y su aparición efímera en el funeral se completa con el mundo de sus creaciones, maquillajes exclusivos que adornan su exquisita tienda. ¿Quién es ella? ¿Qué papel juega en la estancia de Sofía en Buenos Aires más tiempo del que creía? “Creo que Lucrecia viene a demostrar el reciente empoderamiento de una mujer a la que, por razones generacionales, le resultó difícil resistir sola en un mundo de hombres”, destaca Andrea Frigerio. “Por ello creo que es un personaje con un color contundente, encarna una energía femenina asociada con una forma de ejercer el liderazgo tradicionalmente adherida a la figura masculina. Entonces le viene a mostrar a Sofía que ella puede luchar por su lugar en ese mundo que la subestima, que menosprecia su capacidad para ser parte de los negocios. Su entorno se ha encargado, ya desde su infancia, de hacerle creer que ella no está a la altura, que su lugar era decorativo, más vinculado a lo emocional pero no en el mundo pragmático e intelectual. De alguna manera podríamos pensar que Lucrecia y Sofía representan distintas versiones, en distintas épocas, de una mujer que desafía lo que el mundo le tiene preparado, que se anima a más y que no tiene miedo de afrontarlo”.
El estreno de Limbo está anunciado para comienzos de 2022. Escrita por Margarita García Robayo, Ana Navajas, Nicolás Diodovich y Javier Van de Couter, con la colaboración de Martín Bustos, Diego Bliffeld y Martín Vatenberg, la serie tendrá diez episodios de 45 minutos cada uno a estrenar por la plataforma Star+. Los desafíos que implica su registro para sus directoras pueden resumirse en la conclusión de Fabiana Tiscornia: “La serie se despliega como un diario íntimo, una confesión que podríamos pensar como equivalente al discurso de las redes hoy. Sofía le cuenta a los espectadores esa verdad que ella misma va descubriendo, sobre lo que le pasa y sobre lo que siente al respecto, y filmar eso supone siempre una intimidad desgarradora. Lo fundamental para ello fue tratar de romper un costumbrismo que creíamos que era dañino para estar en clima, para crear la atmósfera a la que aspirábamos. Por ello buscamos desnaturalizar aún incluso las escenas más coloquiales. Lo pretendidamente natural no deja de ser una convención, y nosotras queríamos sumar a las escenas algo más, un hálito que las hiciera misteriosas, más allá de la información que pueden aportar al devenir del relato. La serie se afirma en esa sensación de que hay un misterio que recorre de manera subterránea el mundo que conocemos”.
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