Claudia Ruffinatti integró Viuda e Hijas de Roque Enroll y, a pesar de que hoy su vida está dedicada a brindar clases y conferencias de ceremonial, no descarta la vuelta de la icónica agrupación de chicas pop
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“Soy muy bendecida porque he tocado el cielo con las manos en muchos momentos de mi vida. Soy muy rica en situaciones y logros que me han dado Dios y la vida. Muchas personas pagarían por pasar por lo que yo pasé”. Así arranca la charla con Claudia Ruffinatti, una mujer atípica, criada en el seno de una familia conservadora y religiosa, pero cuya idiosincrasia emancipadora la llevó a formar parte de Viuda e Hijas de Roque Enroll, aquella banda pop de mujeres irreverentes y multicolores que fue furor en los ochenta y comienzos de los noventa.
Luego, su vida dio otra voltereta y la llevó por caminos no menos exóticos, pero de diferente plano, convirtiéndose en una referente del protocolo y el ceremonial en la Argentina y Latinoamérica. “Tengo como alumnos a empresarios muy importantes, dirigentes políticos de primera línea, ministros de varios gobiernos, familias enteras y hasta actores y actrices que toman clases antes de ir a comer al programa de Mirtha Legrand”.
Estudió en el Conservatorio de música con grandes maestros y, cuando cambió de actividad, cosechó varios títulos académicos más. Sin embargo, reconoce que, más allá del esfuerzo, “hubo una concatenación de hechos; hay que estar en el lugar justo, en el momento adecuado y con condiciones propias”.
Ser pianista y una de las voces de “Las Viudas”, como todos llamaban y siguen refiriéndose al grupo, le dio una popularidad inusitada. “No podíamos caminar por la calle”. Su hoy es otro, aunque no olvida aquello de “mi fonola no funciona, el batido se me afloja, pero el twist está de moda” y tantos hits más de esa agrupación que posicionó a la mujer en un lugar de relevancia dentro de una industria musical patriarcal, sumándose a otras referentes del rock y el pop local.
Los suyos y Dios
-Te criaste en una familia que era protestante, ¿cómo fueron esos primeros años de tu vida?
-Mi familia pertenecía a los evangélicos Hermanos Libres. Los protestantes son una comunidad que tiene muchas similitudes con el judaísmo observante, mal llamado ortodoxo; se busca que todo ocurra dentro de la comunidad, que haya asistencia a las reuniones.
Ya inmersa en el mundo de la música, participaba de los rituales religiosos ejecutando piano, órgano, armonio y cantando en los coros. “Me dio un entrenamiento impresionante porque podía llegar a tocar para miles de personas”.
-¿Te sigue acompañando la fe?
-Sí, pero es otra fe la que descubrí que me “voló la cabeza”.
Se refiere a seguir en torno a la espiritualidad, pero sin dogmatismos. Hace una pausa y sirve el café. “Me salió suavecito, pero es de Costa Rica”, se enorgullece y remarca el gesto de elegir la mejor pócima que guarda en la alacena de su cálida casa ubicada en San Isidro. Rodeada de verde y con un piano estrella, no podía ser de otra manera, presidiendo el living. Ese piano tiene su historia: “Pertenecía a María Gabriela (Epumer)”. Ruffinatti le adquirió el teclado a la familia de quien fuera su amiga y compañera de banda y ni siquiera lo hizo lustrar para “preservar las marcas que dejaron los cigarrillos de Charly García”.
Hay algo de cuento y campiña, aunque esté rodeada por vecinos. “Quiero que comas y seas feliz”. Y sirve el café en unas tacitas coquetas acompañadas por masitas. También ofrece agua, “hay que tomar dos litros por día”. Se la ve espléndida. Acaso será la música, la espiritualidad, el agua y el ceremonial.
-Hablábamos de fe, ¿a qué templo asistís?
-No me congrego desde hace muchos años, tuve varias situaciones en las relaciones intercomunitarias que me disgustaron y, desde Viudas en adelante, me desvinculé. La hipocresía me separó.
-¿Era incompatible pertenecer a Las viudas... y profesar la fe?
-No, pero ya no me congregaba en esa época. Por otra parte, si mis viejos sobrevivieron a Viudas, ya nadie se podía asustar de nada.
Se crio en Villa Devoto, siendo la hermana mayor de tres hermanos varones. Su padre murió en 2023, a los 90 años, y su madre partió más joven, a los 69 años. “Mi mamá murió el mismo año que María Gabriela (Epumer), fue muy dura esa época”, explica recordando la coincidencia entre el duelo de su madre y el de su colega.
-¿Cómo transitaste la muerte de Epumer?
-Fue la muerte que más dolor me causó.
Reflexiona entre el padecimiento de su madre, luego de transitar una enfermedad cruel, y lo repentino de la partida de su amiga: “Tenía 39 años y era naturista en su alimentación, la más saludable del grupo, la que más se cuidaba. Tomaba agua y bailaba. Era tan moderna que murió por un SARS, un primo adelantado del Covid-19″.
-Vuelvo a la infancia en Villa Devoto.
-Éramos una familia sumamente religiosa, mis padres eran estrictamente religiosos, tremendos, a un grado que rayaba con el fanatismo.
-¿Cómo atravesaba eso a una Claudia adolescente?
-Esa Claudia fue una adolescente muy reprimida. Mi papá era muy estricto, me daba pocas posibilidades por fuera de lo que tuviera que ver con la religión. Contradictoriamente, a los once años, comencé a cursar el profesorado de cultura musical en el Conservatorio Municipal Manuel de Falla, que me llevó a tener el dominio musical que tuve desde muy chica.
-Una paradoja de parte de tus padres.
-El objetivo era que pudiera tocar bien para acompañar a las congregaciones religiosas.
-En el Conservatorio se habrá abierto un mundo nuevo para vos.
-Fue un oasis en mi vida, la posibilidad de relacionarme socialmente con gente muy heterogénea. En las horas libres conversaba con mis amigos, algunos contemporáneos y muchos unos ocho o diez años más grandes. Era pasarse horas tomando cerveza con maní con los tangueros y rockeros. Fue una locura.
-¿Lo sabían tus padres?
-No sé, yo no se los contaba. Era muy loco porque mi papá no me dejaba salir.
-Al Conservatorio sí, vida social no.
-Con los chicos de la iglesia podía volver a las cuatro o cinco de la mañana, pero con otra gente se complicaba. A veces, eran las nueve de la noche y él no se decidía si dejarme salir o no, me decía “vamos a ver”, no había una gran justificación. He cancelado muchas citas. Pero, desde el Conservatorio, podía volver en transporte público a las once y media de la noche.
En el ínterin pasó de educarse en un colegio evangélico a una escuela pública con una matrícula mucho más amplia, pero jamás dejó el estudio de los pentagramas y el solfeo, la formación clásica le daría herramientas insoslayables para su futuro como artista. En la escuela sabía más que las maestras de música y, cuando alguna docente se ausentaba, ella, aún siendo una niña, pasaba a ejecutar el piano.
“Antonio de Racco, profesor del Conservatorio, que estaba a la par de Martha Argerich, cobraba mil dólares las clases y a mí me las daba gratis; también estudié con Sebastián Piana, soy una bendecida”, remarca nuevamente, dejando entrever que su mirada sigue puesta en algún tipo de superioridad espiritual.
-Frente a una familia tan conservadora, ¿qué pasaba con los noviecitos de la adolescencia y la primera juventud?
-Con mis novios de la iglesia estaba todo bien, pero con los de afuera se generaba una guerra mortal; mi papá, con sutileza, hacía todo lo posible para ahuyentarlos.
Tal era la rigurosidad de su padre que le dijo que no veía con buenos ojos que estudiase en la universidad. Buscando en una guía de carreras de la época, ella encontró su inclinación por las Relaciones Públicas, pero, como se cursaba solo en una casa de estudios privada, ella sola debía costearse las cuotas. Así fue como comenzó a trabajar en una famosa tienda de instrumentos musicales.
“Mi papá tenía miedo que en la universidad me inculcaran las ideas del socialismo o el comunismo, o que me alejaran de los preceptos religiosos. Él buscaba que fuese maestra y que terminara la carrera de música”.
Ya adulta, logró formar su propia familia. Hoy no tiene pareja, pero disfruta del vínculo con su hija Delfina, de 28 años, licenciada en Administración de Empresas y especialista en marketing.
A Ruffinatti le faltan tan solo dos materias para recibirse en el Conservatorio, “no voy a usurpar títulos que no me corresponden”. Tampoco es maestra, pero cuando ingresó a la casa de música su rol fue el de enseñarles a tocar los teclados a los clientes que adquirían los productos de una destacada marca internacional que ofrecía ese servicio.
Cuando su vida cambió
A partir de vínculos generados en el Conservatorio, Ruffinatti se enteró que estaban buscando artistas mujeres para integrar una banda. Llamó al número de contacto, que pertenecía a Epumer, y el proyecto en ciernes era Rouge, una agrupación que nunca vio la luz y en el que también hubiese formado parte Claudia Sinesi, quien luego pasaría a Viuda e Hijas de Roque Enroll.
El vínculo con Epumer continuó, “vivíamos a diez cuadras y nos encontrábamos para ir a conciertos o escuchar jazz”. Un domingo al mediodía sonó el teléfono de la casa de Villa Devoto de los Ruffinatti. Era Epumer. “Me dijo ´hola Ruffinatti, estamos armando una banda de chicas por pedido de un productor y nos falta la tecladista, pero hay que grabar en treinta días´”. Aceptó inmediatamente.
Aunque el productor interesado tenía la idea de armar una agrupación que compitiera con el instalado grupo tropical Las Primas, lo cierto es que Epumer, Sinesi, Mavi Díaz -convocada para ser la voz líder- y Ruffinatti demostraron otros conocimientos e inquietudes.
“Nos armamos la historia de cada una dentro de la banda y, en pleno brainstorming de trabajo, salió el nombre de Viudas, que es una creación nuestra junto con los productores”. No todo marchó sobre ruedas. Ante la insistencia de la discográfica y los productores, las artistas se plantaron y exigieron que solo un tema por disco sería una imposición y el resto de autoría propia fiel al estilo de lo que deseaban interpretar. No se equivocaron. “Lo pudimos negociar”.
“Estoy tocando fondo” fue el primer tema que le llevaron a los managers, quienes ya tenían la idea de incluir los covers de los temas internacionales “Bikini a lunares amarillos” y “Lollipop”.
-El estilo de la banda era bien definido no solo desde lo musical, sino también desde lo estético. Colores, excentricidades, atmósfera vintage.
-Nosotras aprendimos a maquillarnos y tuvimos buenas vestuaristas y peluqueros.
-Tus padres, ¿te acompañaron en el éxito de “Las Viudas”?
-Sí, a pesar de ser muy estrictos, se les caía la baba y, cuando hicimos el Luna Park, estaban sentados en la primera fila. La familia entera estaba orgullosa. Es curioso, porque, cuando era una niña, una tía me decía “llegó la estrella de la casa”, como que fui bautizada con el mandato de ser una star.
-¿Cómo viviste el fenómeno?
-Todo fue tan vertiginoso que creo que ninguna de nosotras nos dábamos cuenta lo que nos sucedía.
-No podrías caminar por la calle...
-De ninguna manera y eso que, en mi caso, era la que tenía el perfil más bajo, la menos llamativa, la que se hacía menos cosas en el pelo o en el maquillaje. De hecho, terminaba un recital, me sacudía el peinado y me iba a bailar a Le Club o Mau Mau, me gustaban otras cosas...
-¿Qué te gustaba?
-Los muchachos con autos deportivos y barcos grandes.
-Honestidad brutal, no está mal reconocerlo.
-Obviamente. Me divertía, disfruto en todos lados, tengo la ductilidad de adaptarme a cualquier ambiente. Puedo subirme a un paravalanchas de la cancha o estar en la mesa de un rey comiendo a la altura de las circunstancias sin ningún inconveniente porque lo aprendí.
-Volvamos a “Las Viudas”. A pesar del éxito, ¿hubo padecimiento?
-Fuimos sorteando situaciones a pesar de los productores artísticos y discográficos, nosotras fuimos muy profesionales y pudimos abrirnos paso y lograr tener un producto digno, de excelencia. Nuestra música, aparentemente, era muy sencilla, pero un músico que analice morfológicamente el trabajo de armonías y contrapunto que lográbamos, se dará cuenta de la complejidad de nuestros arreglos, eran muy importantes. Voy a hablar de mí y hoy, cuando escucho los arreglos de teclados que compuse en ese momento, me doy cuenta que eran muy buenos.
-¿Cómo era la convivencia entre ustedes?
-Amable, las cuatro éramos muy distintas, pero muy profesionales.
-¿Eran amigas?
-No. Amigas eran Epumer y Sinesi. En realidad, con María Gabriela logré una amistad profunda, por eso me afectó tanto su muerte física, y con Claudia (Sinesi) y Mavi (Díaz) tengo, aún hoy, una relación fantástica.
-¿No eran ni son de ir a cenar juntas?
-No, pero sí tenemos una hermandad; cuando hay que estar cerca de alguna, ahí estamos, dejando de lado cualquier diferencia.
-Alguna vez, ¿se han peleado?
-Sí, hemos tenido agarres y diferencias diversas muy importantes; pero, ante una situación grave, ahí estamos juntas, unidas, siempre fue así. Además, seguimos siendo socias.
-¿Por qué se desarma la banda?
-En 1990, la situación económica del país era muy difícil, el contexto era de hiperinflación y el trabajo era escaso. Cuando hay plata, cuatro socios funcionan bárbaro, cuando eso no sucede, aparecen las diferencias y, por otra parte, ya no teníamos representante, con lo cual, no nos pudimos proyectar en Latinoamérica como hicieron otras bandas.
Buenas costumbres
“El ceremonial es consideración y respeto hacia el otro”, define con voz autorizada. Ya disuelta la agrupación, Ruffinatti apeló a su título de licenciada en Relaciones Públicas y se asoció con el chef Albino Acosta Ruíz Díaz, quien había organizado el catering tanto de su casamiento como el de Mavi Díaz. “Formamos una empresa de catering para eventos, pero la realidad me superó y me tuve que poner a investigar y estudiar de nuevo”.
Tiempo después, el mencionado chef fundó una escuela de cocina con otros colegas y la artista, ya inmersa en su nuevo metier, se encargó de organizar los programas de estudio y dirigirla. “Luego, un headhunter me llevó a hacer el mismo trabajo a Quilmes y llegué a una escuela de hotelería donde fui profesora y más tarde ocupar un puesto ejecutivo como directora de relaciones institucionales”. Esa actividad fue la que la llevó a entender que necesitaba incorporar conocimientos en ceremonial y protocolo. “Creo que he capacitado a más de 25.000 alumnos”, reflexiona con el diario del lunes en sus manos y un largo camino recorrido.
-Algunos tips. En una reunión formal, ¿la comida debe ser abundante o escasa?
-Lo necesario y, si es en una casa, se puede repetir, pero el plato debe ser servido de manera moderada.
-¿Qué está bien o está mal en relación a la puntualidad?
-Una invitación es un convenio entre dos partes, hay que aparecer a la hora convenida. Es mejor llegar unos minutos después y no antes. Llegar antes también implica ser impuntual.
-La vestimenta, ¿es fundamental?
-El hábito no hace al monje, pero ayuda. Nunca hay una segunda oportunidad para una primera buena impresión.
Hoy capacita desde corporaciones hasta interesados de manera individual. “El año pasado capacité al área de Relaciones Institucionales del Banco Central; al grupo responsables de actos y actividades académicas de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, y viajo por todo el país capacitando al personal de hotelería y turismo. En las líneas aéreas, trabajé con azafatas y hasta con la tripulación del Tango 01, el avión presidencial. También les doy clases a familias enteras y al personal doméstico que atiende en casas donde se llevan a cabo reuniones importantes”.
Alguna vez, fue convocada por un instituto iberoamericano para dar cursos de ceremonial y protocolo en América Central y Sudamérica para organizadores de bodas y también se especializó en la organización de bodas y ceremonias dentro del judaísmo, dado su conocimiento en la materia. “Me vinculé con el judaísmo jasídico y tuve la bendición que me recibiera la mujer del rabino de la sinagoga de Zona Norte, quien me enseñó mucho, me prestó bibliografía, y hasta me congregué y participé del shabat shalom, fui muy bien recibida”.
Hoy, es una referente convocada en los medios de nuestro país y en buena parte de Latinoamérica. De todos modos, aclara: “Hoy el protocolo no es tan estricto y hay que entender que lo básico nos lo enseñaron en casa, se trata de educación, no de títulos o dinero”.
-Cuando recibís amigos en tu casa, ¿te relajás o es puro protocolo?
-Me relajo, el ceremonial no tiene que despersonalizarte, se trata de ser uno mismo y tener pautas para recibir. Hay que ofrecer comer comida rica y sacar la vajilla más linda a la que le falten piezas, eso significa que hubo muchas oportunidades de brindar y celebrar.
-Hace poco, Viuda es Hijas de Roque Enroll volvió a reunirse, ¿puede volver a suceder?
-Si se da la situación y hay un buen proyecto, sí. Seguro sucederá.
Abre la puerta de su casa y la calle, con las últimas luces del día, hace brillar el ocre de las hojas del otoño sanisidrense. Antes de la despedida vuelve a remarcar: “¿Está claro que soy bendecida? Es por todo lo que me pasó en la vida”. Y razones no le faltan.
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