Se casaban Eduardo VIII y Wallis Simpson
El 3 de junio de 1937 el entonces rey británico Eduardo VIII se casó en secreto con la estadounidense Wallis Simpson, por cuyo amor, se dice, abandonó el puesto real.
Albert Christian George Andrew Patrick David, tal su nombre completo, había ocupado la corona del imperio británico al morir su padre, Jorge V, en enero de 1936.
Para entonces hacía casi cinco años que era amante de Wallis Simpson, casada en segundas nupcias y que acreditaba en su blasón hereditario ser descendiente de Mareen Duvall, una de las primeras mujeres que colonizaron Estados Unidos, un lazo de parentesco que la une a dos presidentes, Harry S. Truman y el actual, Barack Obama, y con el actor Robert Duvall.
La relación despertó resquemores no sólo en la familia real, sino también en el establishment británico de la época. Los motivos eran varios: entre ellos que Simpson, además de plebeya y estadounidense, demostraba una vida disoluta al estar divorciada, vuelta a casar y, encima, mantener un amor oculto con el rey.
Por lo mismo, el descontento se extendía a los integrantes de la Iglesia Anglicana de la que Eduardo, por ser rey, era su máxima figura.
Otro elemento que habría jugado en contra de la relación, pero sobre todo en contra de que continuara como rey, era que Eduardo, que tenía 41 años cuando asumió el puesto, tenía un perfil demasiado moderno y anticonvencional, conclusión a la que llegaron sus críticos seguramente producto de la debilidad de Eduardo por los amoríos con mujeres casadas y por su infaltable presencia en bailes, fiestas y casas de campo de la aristocracia.
En paralelo, también existía una impresión negativa general de Bessie Wallis Warfield, como fue bautizada, aunque ella se deshizo de su primer nombre porque "muchas vacas son llamadas Bessie". Casada muy joven para escapar de la elite mojigata de su Baltimore natal, la chica pronto se divorció y llegó a tener amores con un diplomático argentino antes de casarse por segunda vez con Ernest Simpson, empresario con el que se fue a vivir a Londres.
Ahí conoció a Eduardo. Fueron presentados por la por entonces amante del futuro rey. Simpson no era particularmente linda, pero sí seductora.
Por eso, cuando el rey anunció su deseo de casarse ardió Troya o, más precisamente, el imperio británico. Se multiplicaron los debates de toda clase, tanto en la prensa como en el Parlamento, donde Winston S. Churchill sobresalió defendiendo los deseos reales.
Pero el entonces primer ministro Stanley Baldwin puso las cosas en claro, al rey sólo le quedaban tres opciones: dejar a Simpson, que ya estaba tramitando su divorcio; aceptar la renuncia de todo el gabinete, lo que provocaría una crisis institucional, o abdicar en favor de su hermano, el después llamado Jorge VI. Y en noviembre de 1936, Eduardo decidió abdicar a favor de su hermano.
El casamiento fue oficiado por un sacerdote episcopaliano en el castillo de Cande, cerca de Tours, en el centro de Francia. En una ceremonia íntima, el reconocido fotógrafo Cecil Beaton tomó imágenes de los novios, él con elegante jacket y ella con un vestido firmado por su habitual diseñador, Main Rousseau Bocher, que incluso creó un color al que llamó azul Wallis.
A partir de ahí, una sombra persiguió al ex rey, sobre todo cuando el mismo año de su casamiento viajó a la Alemania que gobernaba Hitler, que fue su anfitrión. De hecho, su idea de que era necesario un entendimiento con los nazis pudo haber estado entre los motivos que provocaron su caída. Y según informes del FBI descubiertos posteriormente, Simpson tenía mucho que ver con esas ideas.
Eduardo permaneció junto a Simpson hasta su muerte, en 1972; ella lo sobrevivió casi 14 años.
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