Se abre un nuevo espacio teatral comunitario en Parque Patricios
El grupo Los Pompapetriyasos lo inauguran con un gran ciclo donde el ancestral teatro de máscaras es protagonista
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¿Cómo mantener unida a la comunidad, cómo mantener el espíritu intrínseco del teatro comunitario en medio del encierro forzoso del año pasado y de las actividades grupales compartidas suspendidas? ¿Cómo mantener la calle como espacio de pertenencia, de identificación colectiva, cuando no se puede acceder a ella? Esos fueron los grandes desafíos que tuvieron que afrontar las distintas organizaciones de teatro comunitario, tan fuertes y fundamentales en Buenos Aires. Hay buenas noticias. En pocos días, Los Pompapetriyasos abrirán un nuevo espacio en Parque Patricios –gigante, de 500 metros cuadrados, que cuenta con dos salas teatrales, un bar, un espacio al aire libre y una sala de música– y para festejar la proeza lo harán con un ciclo teatral de máscaras: Arquetipos. Desde el sábado 30 de octubre hasta el 27 de noviembre, se desarrollará este festival en el que se buscará promover y visibilizar el teatro de máscaras, lenguaje teatral ancestral. “Como organización consideramos uno de los géneros teatrales más importantes y al cual siempre recurrimos en nuestro trabajo con la comunidad”, cuentan los organizadores.
En este ciclo participarán grandes referentes del género como el mascarero Alfredo Iriarte que realizará una masterclass; el actor, director, autor, docente Marcelo Savignone que participará con dos de sus espectáculos Vivo y Cuerpo; Daniel Casablanca formará parte de este ciclo con su obra Discepolin, fanático arlequín. También subirá a escena Tamorto, con Julia Muzio, Romina Mónaco, Emiliano Larea, Fernando Pérez Hernández y Jorge Costa. Y para coronar el ciclo, Marcelo Katz realizará la masterclass “Máscaras” para gente con y sin experiencia actoral. Las entradas se adquieren a través del sitio de Alternativa Teatral.
“Los Pompapetriyasos surgimos en 2002 –cuenta Agustina Ruiz Barrera, directora del grupo–, en plena crisis social. En ese contexto, surgimos muchos grupos comunitarios porque había un deseo y una necesidad de la participación ciudadana y comunitaria. Pasamos por todos los clubes de barrio, algunos un poco abandonados, medio en ruinas, ensayamos en plazas, en polideportivos, en casas de compañeros, por todos lados. Hasta que en 2009 nos constituimos como sociedad civil y, a partir de la Ley de Mecenazgo, tuvimos un apoyo más fuerte y nos animamos a alquilar un espacio, un viejo supermercado que estaba abandonado. Se habían ido en 2001 dejándolo intacto. Así que lo desarmamos, invertimos ahorros personales, lo levantamos y lo transformamos en nuestra esquina mágica en Brasil y Esteban de Luca. En estos años crecimos mucho porque fue un fuerte anclaje”, repasa Ruiz Barrera. A su vez insiste en que la agrupación no dejará de hacer teatro en el espacio público, pero tener un espacio propio da mayores posibilidades. De 50 personas hoy pasan semanalmente por su espacio 400 a través de las diferentes actividades que llevan adelante.
“Hace dos años, el dueño del espacio nos dijo que lo tenía que vender. Nos daba un tiempito para buscarnos nuestro lugar y nos pusimos a toda marcha y encontramos a dos cuadras de ese lugar, también sobre la avenida Brasil, este mega espacio que es el sueño de los teatristas comunitarios porque en estas grandes salas se puede dar el encuentro de muchos. Hacemos teatro para juntar al territorio, creemos en esta ceremonia en la cual cuantos más seamos es mejor”. Pero no hay salto sin vértigo así que, con la emoción a flor de piel, saben que en este contexto de cierre de salas poder abrir un espacio propio es algo parecido a la magia y “potencia lo colectivo, ya que la participación comunitaria fue muy compleja en el marco de la pandemia pero también fue una red de contención”, asegura la directora.
Una de las obras que realizaron en estos años de trabajo fue Lo que la peste nos dejó. Parece contemporáneo el título pero en realidad la pregunta disparadora fue porqué el sur de la ciudad es el lugar mítico del miedo. “¿Por qué el sur alberga todo lo que la ciudad no quiere ver? La fiebre amarilla dividió a la ciudad en dos y dejó un fantasma instalado en el sur. Aquí se realiza la quema de basura, es la zona que contiene los nosocomios más importantes de la ciudad, la cárcel, el matadero, todo lo que la ciudad no quiere ver lo arroja al sur. Nosotros hacemos un trabajo de arqueología del espacio y vamos tratando de ver cómo ese espacio arquitectónico tiene respuestas para darnos y a partir de ahí escribimos nuestra dramaturgia. En este trabajo, descubrimos que el Parque Ameghino, donde ensayábamos, era el cementerio que albergó los muertos de la fiebre amarilla. Ese espectáculo nos marcó como organización y vamos a reponerlo el año próximo. Tiene muchos espectadores, es hermoso el rito que se arma. Viene la gente con sus sillas, con sus reposeras, con sus comidas, y se sientan alrededor de este espacio que creamos a restituir ese mito”, recuerda Ruiz Barrera.
“Rápidamente tomamos la decisión de que nosotros somos agentes de salud comunitaria y que teníamos que salir a tejer red con la comunidad. Aunque tuviéramos que estar encerrados teníamos que salir a buscarnos, desde lo virtual. Seguir sintiendo que hay un nosotros que nos sigue dando sentido. Y a partir de eso reorganizamos todo alrededor del objetivo de salir a juntar a toda la comunidad, a luchar contra el mito del encierro eterno, pelear contra la soledad. Y todo nuestro proyecto institucional se pudo mantener de manera virtual y fue muy poderoso”, aunque claro, difícil porque al lugar físico había que sostenerlo de todas formas. Y así lo hicieron. De esta manera, la inauguración que se dará dentro de pocos días está cargada de sentidos. “No solamente vamos a inaugurar un gran espacio cultural sino que además vamos a concretar un sueño que venimos sosteniendo entre todos durante este tiempo de encierro. Es de una alegría muy grande haber podido atravesar juntos la tormenta. Y sabemos que lo logramos porque estamos juntos, solamente juntos podemos llegar a lugares que nunca podríamos llegar solos”.
Además, para inaugurar el espacio, la agrupación presentará su espectáculo Retazos de una espera, historias de cartón, creado en pandemia. Cada uno realizó su máscara en su propia casa con este material como vector y con la colaboración del mascarero más importante de la ciudad, Alfredo Iriarte. Luego, con la máscara hecha, comenzaron a trabajar en los personajes. “Es una instalación que pone en presencia al coro, estamos trabajando con la idea de un coro roto que está unidos por este mismo código común que es el cartón. Abrir este espacio es seguir creciendo y apostando al valor que tiene nuclear a la comunidad, a resignificar el sentido común, a repensarlo. Generar un espacio para la duda, la imaginación, la fantasía. La construcción de una fantasía colectiva tiene un poder enorme, es un rescate de lo humano. Y queremos recuperar este gran personaje que está perdido en la escena contemporánea que es el coro, hay que restituir el ‘nosotros’ porque hemos estado durante un año y medio siendo individualidades y es muy importante volver a generar espacios comunes”.
Para agendar
Arquetipos, ciclo de máscaras teatrales desde al 30 de octubre y hasta el 27 de noviembre, en la nueva sala de Los Pompapetriyasos, Brasil 2640.
Grilla completa en: pompapetriyasos.com.ar.
Entradas por Alternativa Teatral.
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