Santiago Doria y lo que esconden los textos clásicos
El director, especialista en el Siglo de Oro español, habla sobre La discreta enamorada, de Lope de Vega, que él dirige, y de la necesidad de un teatro nacional y popular
En todas las funciones está presente, sentado en la última fila, para que no se le escape ningún detalle. No para controlar, dice, sino para disfrutar después de tanto trabajo, para mezclarse entre el público y observar de cerca sus reacciones. Porque para Santiago Doria sin espectadores no hay hecho teatral completo. "Me gusta ver a los actores, no voy a vigilarlos. Aunque siempre puede asomar lo que yo llamo la «lustrada de ojo»", dice, y ejemplifica con gestos: "Lo que empieza así (apenas se toca el párpado) a la décima función termina así (se pone la mano en toda la cara). ¿Ves? No es mala intención del actor, es lógico. Para eso está la mirada del director, para que todo siga en el mismo pentagrama".
De todos modos, no hay mucho margen para que Ana Yovino, Irene Almus, Mónica D'Agostino, Mariano Mazzei, Pablo Di Felice, Francisco Pesqueira y Gabriel Virtuoso improvisen en La discreta enamorada, la comedia de enredos de Lope de Vega que hacen en el Centro Cultural de la Cooperación. "Al ser en verso, las palabras te van llevando, cada cuadro es como una pequeña pieza musical", dice el director, especialista en teatro del Siglo de Oro español y con una técnica precisa para decir esos textos. "En primer lugar, hay mucho trabajo en mesa, mucha lectura para prosificar y comprender. Entonces, cuando volvés al verso se entiende lo que se habla y se puede compartir porque lo que no entiende el actor no lo entiende el público. Es un entrenamiento. Lo importante es que no se pierda la tradición, hay que pasarles la posta a los jóvenes. Se puede hacer teatro clásico, pero hay que laburarlo. Porque si lo ignorás, tenés prejuicios y miedo de abordarlo", recomienda el realizador de clásicos españoles y nacionales como Bien de amores, El conventillo de la Paloma y Así es la vida, además de la premiada El camino a la Meca, de Athol Fugad, con China Zorrilla, y Visitando al Sr. Green, de Jeff Barón, con Pepe Soriano.
En un escenario casi vacío, con dos bancos largos que van cambiando de lugar y uso, el único signo de época es el vestuario tradicional (diseñado por Susana Zilbervarg) y la música azarzuelada compuesta por Gaby Goldman. "Nunca hay que olvidarse de que estás contando un cuento. En este momento en que la ternura no cotiza en bolsa, en medio de tanto cambio, de revolución de signos, de búsquedas, de rupturas, volver a las formas resulta transgresor", dice Doria, que pone en foco lo que significa "teatro nacional y popular".
"Lope de Vega, Tirso de Molina, sin saberlo, lo hacían en el 1600. Escribían lo que la gente necesitaba y quería ver, su intención era entretener, no moralizar, pero bajo la superficie había algo más. En La discreta enamorada aparecen la figura de la mujer, su astucia y su inteligencia para conseguir lo que desea más allá de las reglas sociales y los impedimentos; aparece el triunfo del amor de los jóvenes por sobre las conveniencias de los viejos, todo en una historia con picardía sana."
Ante la pregunta acerca de quién entre nuestros artistas representaría hoy ese teatro nacional y popular, Doria no duda: "Mauricio Kartun, algunas de sus obras". Sobre el panorama teatral en general, considera que hay abuso de las fórmulas exitosas hasta desgastarlas: "Aparece algo que le va bien y es una explosión. Pasó con Brujas, en el circuito comercial, y con La omisión de la familia Coleman, en el off: todas reuniones de minas o todas familias disfuncionales, un término que a alguien se le ocurrió, pero ¿qué familia no es disfuncional? Están muy bien las modas y las vanguardias, y yo he visto muchas. Pero hay que separar la paja del trigo. Una cosa es romper las reglas después de conocerlas y otra es desde la nada, cuando te da todo lo mismo porque no sabés. Lo primero es válido. Lo otro es una chantada".
En cuanto al teatro oficial, lo conoce desde adentro porque ha trabajado tanto en el San Martín como en el Cervantes. Y sobre ambos tiene opinión: "Es auspicioso que por fin se reabra el San Martín. Es el ícono del teatro de la ciudad y espero que vuelva a eso y no sólo sea un arreglo edilicio. Y en cuanto a la nueva gestión en el Cervantes, me parecen muy interesantes la experimentación y las ganas renovadas. Pero hay que dejarles un poquito de espacio a nuestros clásicos. Es el único teatro nacional que tenemos y de tanto en tanto hay que reflotar esas obras para las nuevas generaciones de actores y de público", dice el director, actor, titiritero y docente.
-¿Prefiere dirigir a un sólido elenco no famoso o a otro con figuras muy conocidas?
-No hago preferencia por los que tengan o no chapa. Tengo una relación entrañable con los actores y eso me hace muy bien. Son seres sensibles y mimosos que necesitan cada tanto un coscorrón y un mimo, que los tengas en cuenta. La mejor manera de trabajar es desde el afecto.
La discreta enamorada
Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543
Viernes y sábados, a las 20.
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