Santana, treinta años después
Carlos Santana regresó a los primeros planos de la música internacional con su último álbum, "Supernatural", en el que despliega todo el potencial técnico que lo convirtió, desde los días de Woodstock, en uno de los guitarristas más claramente identificables del rock.
Su secreto, el toque latino de sus ritmos y la intensidad de su guitarra, cargada de colores que lo diferencian de sus colegas. Y aquella intensidad que deslumbró a la generación de los sesenta se repite, treinta años después, en su último álbum. Vale decir: Santana volvió a ocupar un papel protagónico en la escena rockera con la misma propuesta.
¿La misma? Sí: bases emparentadas con rítmicas caribeñas y una virtuosa guitarra que puntea cada nota con claridad, con un agregado: una variada cantidad de invitados que lo ponen a la altura de los años noventa, con sus coterráneos Maná, Dave Matthews, Wyclef Jean, Everlast, Rob Thomas, Eagle-Eye Cherry, Lauryn Hill... Hasta invitó a Dios, Eric Clapton, para cerrar un álbum que le trajo muchas satisfacciones, desde el renovado reconocimiento mundial del público (lleva vendidas alrededor de diez millones de copias), de la prensa y del negocio, con once candidaturas para los Grammy. Todo conseguido con su fórmula de siempre, que, al parecer, lo hace tan actual como los nuevos nombres del éxito. Y, hasta ahora, sólo nos referimos a lo que tiene que ver exclusivamente con su música. ¿Qué pasa con el discurso?
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"La revolución de hoy es cómo compartir el dinero" dice, hoy, el guitarrista. Al parecer, tampoco cambió los ideales revolucionarios que adoptó en su momento el movimiento hippie, aunque ya no se trate de sexo, drogas y rock and roll. Las ideas que en estos días expone Santana tienen que ver en cierta forma con el mismo concepto que se manejó en los años sesenta en cuanto a construir, "entre todos", un mundo mejor. Por eso, y en medio de una globalización que parece distanciar cada vez más, lleva adelante una fundación que ayuda a los necesitados del Tercer Mundo y dice que eso es lo que debe contagiarse a través de la música.
Hoy, Santana quiere convertirse en ejemplo; por eso confiesa que, si bien en su momento (al igual que Janis Joplin, Jim Morrison o Jimi Hendrix) utilizó las drogas "como elemento liberador", agrega que descubrió la "existencia de otros caminos". Y está en ellos. Por eso, porque su camino hoy lo lleva por otros paisajes, tener tantas candidaturas para la entrega de los Grammy no cambia demasiado su panorama.
Durante tres décadas fue un músico prácticamente invisible para la industria norteamericana y hoy pasó a ser una de sus estrellas, en pleno estallido latino en los Estados Unidos. Y no es poco, claro, sobre todo en un momento en el que el dominio está en manos del placer por lo efímero.
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