Con motivo de un nuevo aniversario del natalicio de Roberto Sánchez, este sábado se descubrirá un mural; el acto contará con la presencia de Olga Garaventa, viuda del cantante
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Hoy, como cada 19 de agosto, los fanáticos de Sandro recordarán el natalicio del ídolo con una serie de actividades en algunos de los sitios referenciales de su vida. Uno de los puntos clave de la conmemoración será la casa natal del músico, ubicada sobre la calle Tuyutí en el corazón de la localidad de Valentín Alsina.
Allí, exactamente a la altura del 3016, este sábado al mediodía se descubrirá un mural en homenaje al ciudadano ilustre de la barriada acodada del otro lado del Puente Alsina, en el Partido de Lanús. Allí mismo donde el “Gitano” transcurrió su infancia y primera juventud, donde soñaba con convertirse en un artista profesional, mientras se ganaba la vida con otros menesteres.
En el momento en el que se descubra la pintura, Olga Garaventa, viuda de Roberto Sánchez, estará presente en el lugar, avalando la iniciativa y descorriendo el velo de ese merecido homenaje realizado por varios artistas plásticos.
Aquella pieza amorosa
Muchos creen que Roberto Sánchez se crio en un conventillo tradicional pero, en realidad se trataba de una casa de inquilinato a la que, de todos modos, Sandro siempre mencionaba como “yotivenco”. “Se compartía la cocina y el baño, y en el piletón del patio había que hacer fila ya sea para colar los fideos o enjuagar la ropa”, describe la periodista Graciela Guiñazú en su biografía Sandro de América, editada por Planeta, que sirvió de base para la serie que mostró la vida y obra del creador de “Penumbras”.
Sandro era hijo de Nidia y Vicente, con quienes compartía una minúscula habitación en esa propiedad cuyo frente se conserva muy similar a cuando la familia Sánchez habitaba algunos pocos metros cuadrados.
El terruño del tiempo aquel
Aún hoy, Valentín Alsina conserva mucho de aquel tiempo donde el pequeño Roberto se paseaba por la parroquia San Juan Bautista, la escuela primaria República de Brasil, la biblioteca Popular Sarmiento y la plaza Valentín Alsina, donde los domingos se daba la “vuelta a perro”.
Poca gente sabe que Roberto Sánchez solía pasear, ya famoso, por ese rincón del sur bonaerense próximo a la ciudad de Buenos Aires. “Solía ir de madrugada, a recordar su niñez y a sus queridos padres”, dice Guiñazú a LA NACION.
Si Sandro pudo preservar su intimidad, Roberto Sánchez hizo un culto de su privacidad. Sostenido en ese “anonimato” autoimpuesto, no dudaba en visitar periódicamente a Carlos Galopo, su amigo de la infancia. Galopo, dueño de un taller mecánico, era quien le acondicionaba los vehículos, incluso el responsable de ponerle a punto su famoso Rambler Ambassador.
El astro no dudaba en recorrer esas callecitas empedradas de su barriada populosa. Si allí estaban sus aromas, los sonidos de esa gente que lo conformó como persona y a la que jamás olvidó. Más de una madrugada, luego de sus conciertos en el teatro Gran Rex, solía visitar esos lugares que lo habían marcado.
Nunca nadie lo vio. Él se encargaba que ese ritual fuese en solitario, íntimo, privado. Una epifanía del tiempo aquel en el que soñaba con ser un “artista de cine en colores”, como decía de niño.
Y más allá la inundación
Otro de los rituales que compartía solo con Olga Garaventa, su mujer, y Pablo Ferraudi, el hijo de Olga, era visitar La Blanqueada, esa histórica pizzería de Pompeya. Allí, en el poblado que tan bien pintó Homero Manzi, Sandro solía pasar algunas noches.
Los mozos de La Blanqueada, ícono de Pompeya que acaba de bajar sus persianas, sabían de memoria la contraseña. Ni bien veían el automóvil del ídolo, comenzaban a prepararle la ración que él prefería.
En alguna oportunidad, el “Gitano” bajó al salón repleto de clientes, quienes no salían de su asombro de tener a la estrella al alcance de la mano. Así era él. Impredecible. Cuando la salud ya no se lo permitía, disfrutaba estacionar cerca y ver el ir y venir de la gente.
El primer escenario
En Valentín Alsina el “Gitano” debutó profesionalmente, no podía ser en otro lugar. Fue el 9 de julio de 1958 en el Salón La Polonesa. En realidad, se trató de un acto de la escuela primaria a la que había concurrido. “Elsa Texeira, su maestra de sexto grado, lo invitó al festival del turno noche”, explica Guiñazú en Sandro de América. Roberto Sánchez ya cursaba la secundaria en Almagro, pero aceptó el convite.
En aquella oportunidad, se puso gel en el pelo y un pullover muy vistoso. Lo presentó Lito Vázquez, su amigo íntimo, disfrazado de la conductora Blackie. El disparate dio sus frutos. Un Roberto Sánchez muy “rocker” empezó a germinar a Sandro, ese mote artístico que emulaba el nombre con el que su madre lo quiso llamar y en el Registro Civil no se lo habían permitido.
En Valentín Alsina sucedió todo. La infancia y la adolescencia. La primera novia y el concierto debut. Allí creció Roberto Sánchez, el hombre misterioso que le dio vida a Sandro y jamás se olvidó de ese rincón natal.
Roberto Sánchez nació en una maternidad porteña, el 19 de agosto de 1945. Este sábado, para conmemorar la fecha y a iniciativa del Centro Cultural Tita Merello, ubicado justo enfrente a la casa en la que se criara el ídolo, un mural sobre el frente de la propiedad inmortalizará el lugar, como un mojón imprescindible de la cultura popular de los argentinos.
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