Samuel Beckett y Margarita Fernández, en un encierro performático
La pianista, junto con Martín Bauer y Alejo Moguillansky hicieron en la cuarentena una versión de la pieza “Rockaby”, que se estrena como parte del reciente Festival No Convencional
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Más difícil que representar el tiempo puede ser representar su ausencia. La dificultad reside en que nadie estuvo fuera del tiempo, y también en que para representar su ausencia hace falta precisamente aquello que fue sustraído: el tiempo. No fueron muchos los artistas que decidieran someterse a esa prueba, algunos incluso porque ni siquiera consideraron la existencia de esa dificultad. Uno de esos valientes, para no abundar, fue Samuel Beckett. Nadie lo explicó mejor que el compositor Luciano Berio: “La situación pseudo-narrativa en Beckett no implica ninguna proyección hacia el futuro: no hay futuro sino la sola experiencia del presente, una acumulación de hechos (uno tras otros) que giran sobre sí mismos: el tiempo queda suspendido”.
Este tiempo suspendido nos suena ahora, después del año pasado, incómodamente familiar. El ilusionismo temporal de Beckett se había generalizado, pero la suspensión estaba ya completa como posibilidad en Rockaby, su pieza de 1981. Una mujer envejecida prematuramente, completamente inmóvil salvo por el balanceo de la mecedora (ella inmóvil en otra cosa que se mueve y que la mueve), dice una única palabra “more”. El diálogo es con su propia voz grabada, a la que pide que siga contando lo que cuenta, que es nada. El diálogo es un monólogo, una de las alegorías probables de la reclusión. Encerrada en la cuarentena, Margarita Fernández, enormísima performer y pianista que cumplió 95 años hace menos de seis meses, representó la voz y la figura del encierro de Rockaby en una versión filmada que se verá el sábado 20 de noviembre en Fundación Proa. “Era lo más beckettiano que se puede imaginar en este mundo. Esa singularidad es la que marca en gran parte la singularidad de esta versión”, cuenta Fernández.
¿Cuál es la singularidad de esta versión que imaginó junto con Martín Bauer? Para empezar -ya ni hablemos de la pandemia- que la camarógrafa fue Ana Melgarejo, la empleada doméstica de Fernández desde hace tres años. La guiaba a distancia Alejo Moguillansky, el director. Un teléfono en las instrucciones correspondido por un teléfono en la realización, la cámara.
Beckett y su Rockaby se impusieron para todos casi por sí solos. Eso lo que confirma Bauer: “Lo interesante de Beckett es que cada línea o cada verso de su obra condensa toda su obra. En la cuarentena, Alejo dio una charla sobre su documental Montaje Lachenmann. En esa versión, Margarita usaba una mecedora. Y ahí me acordé de Rockaby. El ‘more’ quiere decir también que el movimiento no puede detenerse. Y algo pasa ahí que se conecta con la incertidumbre. Qué se va a seguir contando. Uno no sabe. Aunque sea un lugar común, en esos meses estábamos detenidos y bajo el imperio de la incertidumbre. Puede ser estimulante o desesperante.” La desesperación y el aliciente provienen de una misma acción que Fernández resume: “Es un texto singular que vuelve constantemente al punto de partida”.
-Decías Margarita que Rockaby es un “largo poema performático”, y por lo tanto admite varias realizaciones. No sé si preguntarte si ésta te dejó conforme.
Margarita Fernández: -Quedar conforme cuando uno hace Beckett es casi un imposible. Hay cosas con las que sí, y otras con las que no. Pero me ayudó a entrar más hondamente en el mundo de la performance beckettiana. Me enfrenté con un texto que es como una larga sábana blanca: ninguna puntuación, ninguna indicación de dramaturgia interpretativa. Una suerte de intemperie absoluta”. ¿Obra de superficie? “Sí, es una obra de superficie. Y es muy feldmaniana en cierto sentido. Yo siempre digo que es una obra que despertaría la envidia de un compositor minimalista. Te voy a decir algo. Hay en el texto una palabra que para mí fue clave, y es nada menos que la palabra ‘more’, ‘más’. Esa palabra es con la que se inicia la obra y cada uno de los actos. Pero el relato, el cuento, se inició mucho antes. ¿Y qué es lo que da la clave de que viene de antes? Esa palabra, ´more’. Es lo que piden los chicos cuando escuchan un cuento. Eso hacía yo. Mi madre me ponía el camisón y mi padre me contaba un cuento, y yo pedía más. Entonces se abre el territorio de la infancia, que es el territorio de la memoria, del recuerdo y del olvido, que yo siento como rasgos subyacentes en la poética de Beckett.
-Hay algo enigmático en Rockaby: ¿por qué la insistencia en seguir escuchando algo privado de anécdota?
MF: -Cuando mi padre me contaba el cuento a la noche, yo quería siempre el mismo cuento, sin variantes. En Beckett, la repetición y la combinatoria de la repetición son extraordinarias. Lo singular es que se pide más y más de un cuento que siempre vuelve al punto de partida. No especula con el suspenso. Por eso me dije: ojo con el énfasis teatral.
-Del mismo modo que Jean-Jacques Nattiez pudo hablar de “Proust músico” se presenta la posibilidad de hablar de “Beckett músico”. ¿Cómo explican esa condición musical, fuera de casos, como Nacht und Träume, en está a la vista y al oído la evidencia de la música?
Martín Bauer: -Sin duda, Beckett piensa, más que como músico, como compositor. En Rockaby además tiene en el ingenio de crear un texto que evoca y a la vez describe lo que sucede en escena. Beckett es un compositor performático. No es un compositor de partitura sino de concierto. Este texto necesita la performance, no funciona leyéndolo.
MF: -Desde siempre me atrajo la genética musical que anima, para mí, la obra de Beckett. Hay una envolvente musical que quizá esté ligado al fenómeno de la memoria, el recuerdo y el olvido que es el gran rapsoda de los sentimientos. Alguien dijo que toda música verdadera es la celebración de algo que ya ha sucedido. Y Cage dijo que la música es la celebración de que no poseemos nada. También eso es Beckett.
-Daría la impresión de que Rockaby, su realización, celebra también una colaboración entre ustedes.
MB -Nuestra primera colaboración, de la que se cumplen ahora 20 años, fue ‘Kagel y Beckett en concierto’, que se hizo en el ciclo de música contemporánea del Teatro San Martín. Pero después no volvimos a trabajar puntualmente sobre Beckett hasta ahora. Con Margarita, tenemos una masa madre, que llevamos de un espectáculo a otro. Ese primer espectáculo que hicimos termina ahora en éste, y es la misma masa madre.”
Festival No Convencional
El estreno de Rockaby forma parte del Festival No Convencional que, organizado por Martín Bauer, tuvo ya varios espectáculos y mañana, sábado, a las 19, presentará en la Fundación Santander (Av. Paseo Colón 1380) Fifty-Eight, de John Cage. Vendrá después, el 24 y el 25 a las 20.30, Daimon, performance del coreógrafo Luis Garay en colaboración con la boxeadora Karen “la burbuja” Carbajal campeona argentina y latinoamericana superpluma de la Confederación Mundial de Boxeo. Será en la Federación de Box (Castro Barros 75). Cuenta Bauer: “Este Festival refleja la sensación que yo tenía cuando lo armé, el año pasado: no se sabía para dónde iba a saltar la liebre. Pero hacés la primera edición pensando ya en la segunda, porque si no, no se arma tampoco la primera. Son espectáculos en distintos lugares y dos de ellos se hacen con estudiantes, que es algo que siempre me interesa mucho. Si hago una performance en la Federación de Box es simplemente porque busco un ámbito que me parece inquietante”.
Si bien sigue al frente del ciclo Colón Contemporáneo, el Festival No Convencional nació desde el llano, se diría. “Es cierto, pero a veces el llano te favorece porque tenés una visión mucho más completa de las cosas que cuando estás en la cumbre. En principio, pasa que te quita recursos pero te ofrece posibilidades. Hay que trasladar ese universo al llano. Lo difícil es empezar algo nuevo que no es del todo nuevo, porque hay una continuidad de lo que hice antes. Como contaba Borges en ‘Biografía de Tadeo Isidoro Cruz’, hay un momento en que el hombre sabe para siempre quién es. Eso pasa también con lo que uno hace. En 2001, yo me die cuenta y dije ‘es esto’, y cuando uno dice eso, dice también ‘no es esto’”.
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