Sacristán, entre el presente y la historia
Vino por el ciclo "20 años de cine español"
José Sacristán asegura haber perdido ya la cuenta de las veces que ha caminado por Buenos Aires. Es que este actor de 63 años, que en los años setenta se ganó el respeto de buena parte de los argentinos con los films "Asignatura pendiente" y "Un lugar en el mundo", es un referente español totalmente integrado a la cultura porteña. Si Pepe está en el país se lo consulta, ya sea para opinar en el programa de Mariano Grondona acerca de un jubilado harto de vivir en esa condición, o para adherir a la fábula de los hermanos Borensztein sobre "La Argentina de Tato", entre otras.
Al café de esta nueva visita, por la que vino a acompañar el ciclo "20 años del cine español", sobrevuela el contexto sociopolítico actual de Europa, y precisamente "esa burbuja de bienestar a la que España se ha integrado". "Pero hay que ser muy cínico o demasiado piadoso con uno mismo como para pensar que eso que ocurre en esa burbuja es parecido a la felicidad -agrega molesto-. Estamos integrados en una garita de mercaderes, una especie de contubernio de capitalistas bastante vacío de contenido despojado de ciertos valores. Aunque esa burbuja va a estallar." Pero este actor "comprometido con su tiempo", este vecino afectivo de Buenos Aires también se permite echar una mirada sobre el país al que acaba de llegar y pregunta alarmado: "¿Qué estuvo pasando aquí? Un potencial humano tan grande, gente tan informada, curiosa, sensible, inquieta en la mayor parte de las cosas... ¿Qué ha pasado políticamente con este país?".
Sabe que justamente sus monólogos cinematográficos han "facilitado" su relación con los argentinos. Especialmente después de esos discursos radiales de "Solos...", el film de José Luis Garci que en 1978 consiguió no sólo un gran éxito de público, sino que se erigió en un fenómeno sociológico. En este ciclo que Sacristán viene a acompañar, no se exhibirán precisamente esas películas tan famosas, sino "Epílogo" (1984, de Guillermo Suárez) y "Viaje a ninguna parte" (1986, de Fernando Fernán Gómez).
Fuera del nuevo cine español
Sacristán ya casi no recuerda el discurso de aquel fracasado que en "Solos..." dice "hasta aquí llegamos". Pero ni hasta el hartazgo de la repetición puede aplacar su sorpresa por la valoración que se hizo de ese film en este país. "Eso sucedió solamente en la Argentina. La sensibilidad de este pueblo impregnó de un contenido algo que realmente no lo tenía, porque el film tenía un discurso más doméstico. Y ya he dicho hasta la saciedad que más allá de las muchas cosas maravillosas que tenéis, hay una nostalgia permanente de cierto código verbal, en ustedes hay algo morboso en escuchar al que habla. Es una sensibilidad muy particular a la hora del análisis de las cuestiones políticas. Hay una cierta inmadurez o infantilismo. A esta sociedad le cuesta crear una estructura desde lo político que no se diluya tanto en un permanente delirio verbal. En mi pueblo se dice "lo primero es antes". Aquí hay una cierta dificultad para aplicar las palabras en el plano de la acción. Pero me gusta pontificar. Por favor, esto lo digo desde el amor y el respeto que siento por ustedes."
En esta vuelta, José Sacristán participará de dos coloquios en el marco del ciclo "20 años del cine español", uno sobre la censura y otro sobre la relación entre el cine argentino y el español. "Pero no tengo ninguna capacidad de conferenciante -advierte-. En el 2000 no hubiera elegido un tema como el de la censura. Hoy resulta pintoresco, da risa lo brutos que eran en aquellos años. Pero creo que será un intercambio de pareceres, no una disertación."
El actor que cuenta con el rico capital de un centenar de películas "celebra" que su imagen continúe ligada a la historia del cine español. Sin embargo, no oculta su molestia por el hecho de que, precisamente, no sea el cine el medio que en los últimos diez años lo haya convocado para seguir desarrollando su prestigiosa carrera. De la mano de este ciclo, la contradicción se hace presente cuando dice: "En los últimos veinte años, el cine prácticamente no me ocupa en absoluto. Llegó un momento en que la oferta televisiva (tres series que me han llevado casi cuatro años), fue más interesante. Y luego la oferta teatral también".
El año último, Sacristán estuvo en la Argentina presentando el musical "El hombre de la Mancha", junto a Paloma San Basilio, y en España acaba de bajar de cartel "Amadeus", en la que interpretó a Salieri. Cuenta que en poco tiempo más comenzará los ensayos de la puesta teatral de "La muerte de un viajante". Y que probablemente para 2002 vuelva junto a Paloma San Basilio con "My fair Lady". Los ensayos de la obra de Arthur Miller lo obligaron a rechazar una participación en la próxima película de Eduardo Mignogna, "La fuga". Aunque tal vez vuelva al cine en una coproducción con México que dirigirá el español Pedro Olea ("El maestro de esgrima"). "Es un juego formidable el de ser actor, pero tiene una razón de ser que, conforme vas cumpliendo años, no puedes seguir jugando a lo mismo. Ya no acudo al juego del actor con la misma ilusión de los 20 años. Hacer cine es fantástico, pero no puedo ser estúpido a los 63 y hacer cine por hacerlo. Ante lo poco que me proponen prefiero jugar a "El hombre de la Mancha"".
Con respecto a por qué el llamado Nuevo Cine español no lo ha convocado para trabajar responde: "Si te fijas bien, las nuevas generaciones cuentan historias que tienen que ver con su edad. Ahora, el personaje más viejo tiene 30 años. Pero es algo normal. Las generaciones se suceden. En su momento unos llegamos a ocupar el puesto de otros. Pero claro que me gustaría trabajar con jóvenes como Alejandro Amenábar, Benito Zambrano, Iciar Bollaín, entre otros".
Entonces desmitifica el "boom" cinematográfico español. "Es cierto que este año se han producido casi el doble de películas que el año último, pero también hay la mitad de espectadores. Tiran del público unas dos o tres películas y el resto empieza a ser demasiado mimético. Cada película se parece a un capítulo de una serie de televisión. Y ya hay muchos directores y actores de una sola película."
Prefiere entusiasmarse con su próximo personaje, el Willy Loman de "La muerte de un viajante". "Los perdedores son los que merecen la pena, pero no me refiero a la filosofía del aburrido, del triste o del fracasado. Los triunfadores son estúpidos. Yo soy un perdedor de toda la vida. Son más las cosas que se pierden que las que se ganan. De hecho se pierde la vida. Yo sé que me voy a morir sin ver un modelo de sociedad donde la palabra justicia sea más que una palabra. En el fondo hay algo que deja un mal sabor en la boca. Lo que vas ganando día tras día es una cosa pequeñita y poco duradera, y es más profundo lo que se pierde. La idea clara y concreta de que el hijo de p... sigue estando ahí, el explotador, el asesino, el torturador, y lo más que puedes hacer es mirar para el otro lado."