Adolfo Rodríguez Saá gobierna la provincia de San Luis desde hace quince años. En 1993 estuvo envuelto en un escándalo sexual. Ahora quiere ser presidente argentino por el peronismo.
San luis queda a veces cubierta por un sudario plomizo que difumina sus contornos. Es la neblina, la maldita neblina, dicen acá, refun- fuñan, blasfeman acá; es la neblina la que impide aterrizar a los aviones y la que hace que el peligro ronde de manera fantasmagórica por las rutas, la que recorta las perspectivas como si de repente no se supiera de qué se está hablando. Justo acá, en San Luis, en esta ciudad casi inmutable en su orden y repetitiva hasta la exasperación en sus ceremoniales públicos, acostumbrada a consignas alucinadas que se recuerdan, hasta la más inocua, en cada calle, a pesar de las brumas:
Adolfo Rodriguez Saa, un presidente del siglo xxi.
La foto del gobernador sale a mi encuentro entre graffitis tribales y declaraciones de amantes despechados. Felisa, no me dejes. Y, de repente, los ojos de Saá. Fuerza docentes. Silbato interno/ buraco grande/ sutil tajo que va creciendo (el Rapsoda Estéreo). Los ojitos de Saá. Su sonrisa de publicidad de dentífrico.
La ubicua tutela.
Dicen que el precandidato aprendió el arte de administrar en esta provincia de 300 mil habitantes. Dicen que ha creado empleo genuino y ultraflexibilizado, y que ha resuelto buena parte del problema de la vivienda; que, a pesar de los ojitos destartalados del afiche, es un gran comunicador y conoce al puntano como pocos: memoriza sus rostros y nombres, recibe unas diez mil cartas anuales y las contesta personalmente. Dicen que su capacidad de trabajo es arrolladora. Que arrolló a la Justicia y al Colegio de Abogados, que ha abusado de la reelección indefinida consagrada en la reforma de la Constitución provincial y que desconoce sus propios límites en el poder. Que es audaz, muy audaz, y que esa audacia es premiada en las urnas (hasta sus enemigos lo admiran secretamente). Y dicen que, si realmente se enriqueció, que bueno: ése debió haber sido el precio a pagar para sacar a San Luis del lote de las provincias más pobres de la Argentina. Las transformaciones en la provincia así lo demuestran: pronto –anuncian los partes oficiales– llegará el gas natural y el agua potable a todas las localidades de más de veinte habitantes, e Internet a todas las escuelas.
El presidente de la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados, Ricardo Sánchez, tradujo a su modo ese programa futurista: "Como dijo el gobernador, tenemos que incorporarnos de lleno al siglo equis equis uno".
Que puedo darles a los argentinos como presidente? La frescura de ideas nuevas, una solvencia como estadista que he ejercido por quince años, logrando éxitos importantísimos. Cuando empezamos, San Luis era una provincia antigua. Hoy es moderna, competitiva, productiva. Todo esto hay que lograrlo en la Argentina. Yo hablo del futuro. Cómo entrar en el próximo milenio. Estamos esperando que empresas canadienses nos traigan un plan maestro para hacer en San Luis la autopista de la información, para poner el Estado on line, las escuelas on line, para incorporar la telemedicina, para lograr que todo el tema de la información y sus redes llegue a todos los sectores de la comunidad, hasta al más humilde, para que el caño que transporta las imágenes y los datos tenga la capacidad, la velocidad y el costo barato que deben tener, para incorporarnos al mundo del comercio electrónico. Tenemos que preparar a nuestros niños y jóvenes, y yo lo puedo hacer. La generación que nos gobierna del 75 a la fecha es la de Isabel Perón, Videla, Galtieri, Alfonsín y Menem. Ellos no pueden hacer nada. Todos tienen 70 años, todos nacieron antes de la Segunda Guerra. Nuestra generación es la de los Beatles, la del Mayo Francés y la imaginación al poder, la que lidera el mundo hoy.
(No lo veo a la distancia con un libro de Sartre en la mano ni escuchando "Sexy Sadie" en un Winco monoaural mientras canta: Sexy Sadie, what have you done?/ You´ve made a fool of everyone… No, su discurso suena demasiado armado. Rodríguez Saá tiene un asesor español, el mismo que le armó la campaña al presidente de ese país, José María Aznar, pero me parece que con esto del Mayo Francés se le fue la mano. Entre mayo de 1968 y la era Yoma iniciada en 1989 en la Argentina, hay una distancia incalculable. Igual le pregunto sobre los Beatles.)
–Escucharlos era un símbolo de rebelión; así como usábamos el pelo largo, nos rebelábamos contra la dictadura y nos formábamos viendo a un líder en el exilio…
Usted dijo, como al pasar, que estuvo quince años en el poder. Si usted toma distancia de esas palabras, ¿no le resultan un poco fuertes para un país de endebles cimientos republicanos?
Sí, sí, claro que sí.
¿No es una contradicción?
Mirado objetivamente, puede parecerlo. ¿Pero sabe lo que hicimos en San Luis en este tiempo?
(El gobernador les pide a sus funcionarios que me apabullen de datos. Tomá nota. Sacá un lápiz y una hoja. Tenemos el desempleo más bajo del país, del 6 por ciento. El PBI per cápita es de 13.320 dólares: el segundo de la Argentina, que tiene un promedio de 9.020 dólares. En 1983, el sector industrial representaba el 12 por ciento de nuestra actividad. Hoy supera el 60 por ciento. Aquí se produce el 90 por ciento de los pañales del país. El presupuesto de 1998 fue de 803 millones de dólares, de los cuales el 37 por ciento se dedicó al gasto corriente y el 63 por ciento a la inversión en caminos, viviendas, salud.)
San luis es, desde hace mucho, la tierra de los Rodríguez Saá y eso requiere, en rigor, una representación más convincente. Imaginen un salón; imagínenlo de forma circular, discretamente iluminado. Imaginen que ese salón es una pinacoteca y que sobre sus paredes cuelgan los retratos que componen una saga familiar y política: antiguos y presentes Rodríguez Saá, una sumatoria de rostros ocres, de caras perplejas y triunfales, de testas pintadas en diferentes estilos.
El primer retrato pertenece al brigadier general Juan Saá, gobernador de San Luis en 1860. Don Juan fue un popular caudillo antirrosista y debió escaparle al escarnio rojo punzó. Se lo conocía con el fálico apodo de Lanza Seca y llegó a ser jefe de una columna de Urquiza en la batalla de Pavón. Lanza Seca se enamoró de una india ranquel y así dio rienda suelta a la dinastía. Al lado de quien podría considerarse como el padre fundador de la estirpe criolla se encuentra el cuadro orlado de Teófilo Saá, gobernador en 1893… sólo por un mes, ya que su administración fue intervenida. Lo sigue un manierista Adolfo Rodríguez Saá: El Pampa, gobernador provincial en 1909, quien sacó del Palacio a otra familia de estirpe conservadora, los Mendoza. Este Adolfo es el abuelo del presente Adolfo. En 1913 fue ministro de Gobierno y dictó para la posteridad una cláusula antinepotista que permanece en el álbum familiar como una excentricidad. Humberto Rodríguez Saá, otro de los personajes de esta galería imaginaria, llegó al poder de manera interina, en 1922.
En el cuadro siguiente, ya pegando la vuelta en el espacio concéntrico, podemos ver el lienzo sonriente de Ricardo Rodríguez Saá, gobernador en 1934. Luego hay que saltar treinta y tres años para toparse con otro integrante de la familia: Rodolfo, quien fuera ministro de Gobierno. Desde ahí debemos dar un brinco más hasta los tormentosos años 80, momento en que fuera retratado Hipólito Saá en ocasión de su puesta en funciones como presidente del Superior Tribunal de Justicia de San Luis.
A partir de 1983, la sucesión pictórica se torna conocida: comienza con dos rostros en paralelo de los nietos de El Pampa: Adolfo, gobernador electo, y su hermano Alberto, senador nacional en 1985, quien trazó su propio autorretrato. La testa de Adolfo, El Adolfo, o, sencillamente, El, se multiplica luego por cuatro en honor a igual cantidad de mandatos consecutivos. Hay un cuadro que emula Las meninas, de Velázquez: Adolfo aparece junto con su familia en un salón oval. Los niños adelante y el gobernador, a contraluz, detrás. En los dos lienzos restantes se lo ve:
1) inaugurando una fábrica de pañales en las afueras de la ciudad;
2) saludando cariñosamente a una ancianita.
Un espacio de este salón ha sido reservado para representar la soñada unción presidencial del Adolfo.
La vocación de poder le corre por la sangre.
Lo dice con un tonillo adverso, ¿sabe? Eso es un legítimo orgullo para mí. Las familias tradicionales de la Argentina tenemos méritos, también.
Por eso le hablo de enseñanza genética.
Eso es peyorativo, no tiene nada que ver. Mis hijos no se meten en política. Se puede tener vocación o no. Mis hermanos tampoco se meten en política. El único político activo soy yo. Nómbreme un juez, un legislador que sea de mi familia…
(El gobernador se irrita y levanta moderadamente el tono de su voz. A unos metros de donde está sentado, su secretaria personal se pone nerviosa. Otea a la distancia. Teme la exasperación que no llega. De inmediato, Saá recobra la compostura y lanza una sonrisa que se parece a la del cartel.)
-¿Se siente usted atacado cuando le dicen estas cosas?
Me siento malinterpretado por un sector. Lo acepto. Pero son los mismos que lo aplauden a Castillo en Catamarca. ¿Usted escuchó alguna crítica a que es el hijo del gobernador actual? El nepotismo es de Saadi. Está bien, es nepotismo. ¿Y Castillo? ¿Eso qué es? No lo defiendo a Saadi, pero hay que medir las cosas objetivamente. Yo soy un político serio. Respeto a todos y creo que casi todos me respetan…
Hubo un tiempo en que San Luis era una sociedad conservadora, pastoril, de terratenientes empobrecidos. Fue un tiempo de largas siestas, admoniciones dominicas y paseos alrededor de la plaza los fines de semana, después de misa. Ya no es así. San Luis no tiene nada que ver con La Rioja o Santiago del Estero, ni con la prebenda pública que caracterizó al peronismo atávico.
A principio de los 80, San Luis se benefició con la Ley de Promoción Industrial. Eso permitió que se radicaran muchas más empresas que en cualquier otra provincia favorecida por este régimen. Desde el mismo gobierno se manejó la cartera de proyectos. Fue como pararse en la puerta de una discoteca y decirles a los que quieren entrar: "A ver, vos, sí, vos también, y vos, ¿vos?… Hmmm… Esperá, primero te escucho".
Es decir: la modernización –y en esto no han sido originales– no se caracterizó por su transparencia. De un lado tuvo lugar la acumulación originaria de capital a nivel de Estado, que llevó adelante una política de inversión pública, distribución y desarrollo. Del otro –aseguran– se formó un núcleo leal y disciplinado de funcionarios que recaudó para la Corona e hizo sus negocios bajo el paraguas estatal. Luego, se convirtió en empresario.
El 11 de agosto de 1997, los bloques del Frepaso y la ucr impulsaron la creación de una comisión investigadora de las irregularidades que pudieron tener lugar en el marco de la promoción industrial. Las personas involucradas, subraya el proyecto, "han demostrado una íntima vinculación con el Poder Político provincial". Tal es el caso de Víctor Hugo Hissa, quien, entre otras cosas, fue apoderado judicial del gobernador y de su hermano, y representante del grupo que se adjudicó la empresa provincial de Energía (edesal). Hissa dijo que parte de sus honorarios como consultor incluían el pago de peajes cobrados a las firmas interesadas en radicarse en San Luis. "Esta temeraria afirmación", sostenía la iniciativa parlamentaria, obliga a investigar "la posibilidad cierta" de que existen funcionarios beneficiados por el mismo sistema compensatorio.
Juan José Laborda, jefe del bloque del Frepaso y candidato a vicegobernador puntano por la Alianza, me dice que la distancia entre realidad y ficción se acorta en San Luis. Toma como referente El otoño del patriarca, la novela de Gabriel García Márquez: lo que roba el patriarca, resume, lo pone a nombre de su madre; ella, que discute acerca del derroche con sus mucamas, no sabe que es una de las mujeres más ricas del país. Hasta ahí, la novela. En San Luis, cuenta, la empresa constructora que más obra pública realizó por contratación directa (Metalcivin) tenía como dirección la de la calle San Martín 1017. Y ése, dice, era el domicilio de la madre del gobernador. Metalcivin, además, incluía como socios a dos adolescentes que son sobrinos del Adolfo.
Laborda tiene 41 años y es escribano. Posiblemente sea uno de los más severos críticos del Adolfo.
Rodríguez Saá, reconoce Laborda, se ganó el prode con la promoción industrial. Pero opina que fueron las condiciones objetivas de la economía nacional –y no sus virtudes adminis- trativas– las que provocaron el boom. En este contexto se formó una alianza fáctica entre empresarios y gobierno. "Era más barato pagar la coima que cumplir las obligaciones que la misma promoción industrial imponía." La oposición nunca pudo o supo presentar una alternativa. No pudo siquiera fisurar el tono festivo que proclamaban los altavoces. "Volcado a la acción política con semejante recursos, controlando el Estado, el justicialismo y sobre la base de una cultura democrática poco desarrollada –es decir, donde el gobierno es Tata Dios–, El Adolfo se tornó imbatible electoralmente. Esto es parecido al pri mexicano pero está más exacerbado: en México, el régimen está despersonalizado; en San Luis –al igual que en las dictaduras latinoamericanas– el culto a la personalidad se ha transformado en el principal credo oficial, en el eje de la acción política, tanto del Estado como del Partido Justicialista." Laborda pregunta: "¿De qué valen los progresos en la economía cuando tuviste una espectacular involución cultural e institucional? Hay cuestiones que no se ven a simple vista, como si las tapara la niebla".
Es sábado por la noche y, a tono con el parte meteorológico que había presagiado mejoras, los sanluiseños coparon la plaza central. Hay música y baile. Otros van al local de máquinas tragamonedas que hoy se levanta donde alguna vez estuvo el cine principal. El último film que se exhibió allí fue Un lugar en el mundo. La película de Aristarain que se filmó en San Luis. De pronto, la ciudad se quedó sin cines. Recién volvieron con el shopping ubicado frente a la Legislatura.
Pero ésta no es noche de cine. Los chicos están en la plaza. Dos nínfulas hablan en la glorieta acerca del próximo concierto de Chayanne. "Ay, yo no sé si voy a poder ir; el papi le prometió a mi hermanito que lo va a llevar al circo del Profesor Jirafales." La noche puede oler a cannabis en las sierras. A sexo pago y promiscuo en la zona roja, donde los travestis desfilan furtivamente. La noche se consume también frente a la plaza, con el tedio culinario de un tenedor libre chino. San Pu, se llama. Una chinita servicial que no entiende ni mu de español me invita a pasar. Unos pocos chinos viven en la provincia: unas diez familias. Pero pueden llegar a ser muchos. Miles. Miles de chinos. Muchos miles, si se consuma el proyecto de construir una ciudadela de clase media-alta. La iniciativa, me dijo Luis Lusquiños –el ministro de Industria y Turismo– es piloteada desde San Diego, Estados Unidos: se construirían mansiones y casas con amplios parques, escuelas, shoppings y universidades, hoteles de cinco estrellas, campos de golf. No faltan los que vislumbran, detrás, la mano de la mafia china.
¿Qué hubiera dicho don Víctor Saá ante semejante arribo? Una respuesta posible se encuentra en su libro La psicología del puntano, escrito en la década del 40. El autor lamentaba el abandono de la vida rural y "la hegemonía del turbión heterogéneo y sin tradición nacional". Con el comienzo del siglo xx –escribió– "se inicia el injerto de colonias italianas, sirias y españolas de baja calidad. Llega la resaca humana… Aparecen entonces los primeros judíos en nuestro medio, y prosperan, denunciando las mismas condiciones de rapacidad y descubriendo el mismo doblez y la misma repulsión univer- salmente conocida". El libro fue reeditado en 1992 por el Instituto Científico y Cultural El Diario. Alberto Rodríguez Saá es el director de la colección. En su prólogo dice que La psicología del puntano es "una de las obras cumbres del pensamiento de la provincia" y destaca su condición de pariente en octavo grado del autor, "maestro formador de jóvenes e intelectuales".
Alberto es, además, una suerte de eminencia gris, de libretista agazapado que no quiere exponerse como antes a la mirada del público en el gran teatro político cuyano. Pateó el tablero de la política nacional cuando le dijo no al Pacto de Olivos y a la primera reelección de Menem. Renunció al pj y armó el Partido Unión y Libertad (pul), un partido de cuadros; no peronista (como siempre, el pj genera su propia oposición), previendo tal vez una posible fractura en el peronismo puntano. Es una especie de salvoconducto para dirigentes de una nueva generación; un espacio para hablar de ecología, de igualdad de oportunidades para hombres y mujeres; sale en defensa de los valores laicos. Muchos dicen que el pj y el pul son la misma cosa, que se trata de un mero juego de siglas. También dicen que se están generando las condiciones para una transición.
No existe el poder para siempre, me dice el hermano de Adolfo, Alberto Rodríguez Saá. Ellos son clase dirigente, pero, también, o por sobre todo, son el poder dominante. Y pueden darse el lujo de singulares distanciamientos.
Asegura que dejó la política. Que se dedica al arte.
Alberto pinta cuadros.
Le pregunto si naturalezas muertas o paisajes serranos, y me dice que no, que su línea es la del expresionismo abstracto. Acaba de exponer en Senegal y Dákar.
Pero siempre retorna a la política. Suele escribir editoriales furibundos en El Diario de la República que dirige su hermana, Zulema.
Lo que no es un cuento chino es lo que le sucedió al gobernador en octubre de 1993. Todavía, aquella "noche de San Luis" sigue presentando oscuridades. YNo C, el nombre del motel del escándalo, se ha vuelto desde entonces una pregunta indecorosa: un gobernador es secuestrado, llevado a un telo, desnudado, conminado a realizar acrobáticas figuras deudoras de las estatuillas eróticas incaicas, humillado por sádicos antisaadistas, entre ellos una mujer, una mujer llamada Esther Sesín. No cualquier mujer. Sesín tenía 43 años en 1993. La llamaban La Turca y había pertenecido al entorno más privado del gobernador. Un cuerpo de elite. De la nada se convirtió en miembro del directorio de la Caja Social, con un salario inicial de 4 mil dólares. Salió de la casa familiar y adquirió un departamento del cual salía exhibiendo un portentoso Rolex. Usó perfumes Carolina Herrera en las muñecas y un tapado de zorro de Groenlandia sobre los hombros. Pero pasó de la alcoba a la traición. Del consolador faccioso al consuelo de una condena light en Córdoba. Nadie se quiere acordar de La Turca en el palacio de San Luis. Su figura siliconada remite a cuestiones vergonzantes: pornografía, adulterio, actos contranatura.
"Me quieren destruir", dijo El Adolfo después de ser liberado.
Cerca de él escucharon pronunciar en tono peyorativo algunos nombres de encumbrados en Buenos Aires. Alguien dijo haber oído un apellido muy influyente en el Palacio. Otros hablaron de una vendetta por el rechazo a la reelección. Una misa de acción de gracias bendecida por el obispo Leise trató de cauterizar las heridas morales. Tras el incidente, Rodríguez Saá ganó las elecciones con el 72 por ciento de los votos. Ahora, en carrera presidencial, busca limpiar la imagen enchastrada hace seis años.
Cuáles son los límites del make up? ¿Qué se filtra pese a la plétora de antifaces? La doctora Miriam Agúndez de Graso cree tener la llave del desenmascaramiento. Ella encabeza el disuelto Colegio de Abogados. En San Luis, dice, la Justicia fue sometida a un disciplinamiento total después de la tercera reelección, en 1995. Agúndez de Graso rechaza que la corporación judicial se haya vuelto súbitamente republicana al ser tocada por el ajuste. La provincia de San Luis no tiene déficit fiscal y todos los años presenta superávit presupuestario. Por otra parte, todo el conflicto que dejó a la provincia sin jueces significó un ahorro de 900 mil pesos. "La situación de emergencia tuvo por finalidad otorgarle al gobernador facultades extraordinarias. La concentración de poder a partir de 1995 le permitió al doctor Rodríguez Saá decir: «El Estado soy yo, San Luis soy yo». Es cierto, la Justicia antes no brillaba por su independencia, pero tenía algún grado de independencia. Esto es lo que se le quitó. Se rompieron todos los diques de contención. Hoy los jueces son meros avaladores de decisiones políticas tomadas fuera del ámbito judicial para garantizar la impunidad presente y futura de los funcionarios públicos, y básicamente la del doctor Rodríguez Saá. El doctor Rodríguez Saá acaba de ser sobreseído en las causas por enriquecimiento ilícito, sin haber sido juzgado. El doctor Rodríguez Saá es una de las personas más ricas de la Argentina. Sus bienes han sido declarados legítimos por la Justicia que dice que no puede volver a ser juzgado en el futuro."
Ella dice saber de lo que habla. "Fui su primera secretaria general de la Gobernación. He disentido y tratado de cambiar el rumbo. Renuncié. No se podía alterar algo que era una decisión orgánica. El doctor Rodríguez Saá asumió la gobernación con un plan de quedarse por cuarenta años; me pareció algo terrible. Todas las personas que lo acompañan lo tienen claro."
Aunque están los que siempre nos andan buscando las cinco patas al gato", dice Saá.
Los señalamientos son puntuales: el manejo de la Justicia, por ejemplo.
Mire, ¿qué quieren los intelectuales argentinos en relación con el Poder Judicial?: que se incorpore la moderna institución del jurado de enjuiciamiento. Nosotros lo tenemos. Seguramente hay fallas, y hay que corregirlas. Hay que fortalecer la independencia de los poderes. Pero estas fallas existen en la democracia más sólida del mundo, los Estados Unidos. O, si no, fíjese lo que pasó con O. J. Simpson: fue declarado inocente en la causa penal, donde el jurado tenía mayoría negra, y condenado en la civil. Entonces, ¿por qué se ensañan con San Luis?
De lo que se habla es de sometimiento, gobernador.
Pero te acabo de explicar que no. ¿Querés que te lo vuelva a explicar? Para que haya sometimiento tienen que venir a pedir plata. En Buenos Aires la Justicia no tiene autarquía, acá sí. Aparte, nosotros no nombramos arbitrariamente a los jueces.
A usted se lo califica también de autoritario.
Este es un gobierno democrático, respetuoso de las libertades públicas. La oposición maneja el 99 por ciento de las estaciones de radio, opina todos los días en contra del gobierno; como no tienen argumentos para ganar las elecciones, hacen todo tipo de imputaciones. ¿A usted le parece que puedo estar en el banquillo de los acusados cuando obtengo el 73 por ciento de los votos sin repartir una bolsa de alimentos ni pensiones, todas esas cosas de la vieja política?
¿Y las denuncias sobre enriquecimiento ilícito?
Tengo dos sentencias que me absuelven en primera y segunda instancia. Mi vida es totalmente transparente. Todos mis bienes están en la de- claración jurada. ¿Cómo se explica que en San Luis, no teniendo plata, siendo una provincia pobre, podemos invertir 500 millones en obras públicas? A algún lado va a parar la plata….
¿Cómo financiará su campaña?
Esta pregunta me la hacen todos, pero no se la hacen a De la Rúa, ni a Fernández Meijide. Ni a Duhalde ni a Reutemann. A mí no me dio un solo peso el menemismo. Estoy haciendo una campaña austera, comparando con la que lleva Duhalde hace cuatro años.
He gastado una semana y media de publicidad. Lo hago con recursos que están poniendo dirigentes políticos de San Luis, amigos de San Luis, empresarios de San Luis. Haremos una rendición de cuentas para decir de dónde vino cada peso y en qué lo gastamos. Pero me encantaría que les pregunten a los demás lo mismo. ¿Por qué sólo conmigo? ¿Porque soy del interior? ¿Les molesta a los porteños nuestro éxito?
Todo sistema de poder es un dispositivo destinado a producir efectos comparables a las ilusiones del teatro. Las manifestaciones y los monumentos son parte de ese arsenal dramático, utilizado en la dirección de la ciudad. El ecléctico parlamento y el Homenaje del Pueblo Puntano a la Independencia se insertan en esa tradición: columnas de quince metros de alto, cóndores altivos y guerreros, urnas funerarias y el paisaje serrano de fondo, la misma escenografía que encontró San Martín camino a Chile, dejan entrever –además de un pésimo gusto– cierta vocación megalómana.
Pero es otra clase de estatuaria la que me sorprende aún más.
Para el Día del Animal, el próximo 29 de abril, se inaugurará en el Complejo Argentino Nativista Héctor Aubert, de Villa Mercedes –el segundo centro urbano de la provincia– la única plazoleta de la Argentina dedicada a una elefanta. La escultura perpetuará a Yeni, la paquiderma que actuaba en el circo Lowandi y que, con apenas 60 años de edad, murió en esta provincia. "En sus últimos respiros no recibió el honor que merecía y su cuerpo fue tirado entre las montañas de basura", evocó El Diario de la República.
A nadie se le ocurrió aún levantar un monumento al gobernador. Laborda no descarta que eso suceda tarde o temprano. ¿Una réplica marmórea del afiche? ¿Los ojos vigilando desde lo alto de las sierras? No sé por qué los asocié con otros ojos: los ojos de Simón El Agradable, aquel insólito personaje de El superagente 86. Era un viejito que parecía inofensivo y empalagaba a quienes hacían foco en él. De sus ojos salía un destello y un sonoro tintineo, ¡clinc!, que despertaba la ternura o la adhesión acrítica. Tal vez eso es lo que buscan con estos carteles: que cada argentino se rinda ante esa interpelación ocular.
Los adolfistas me dicen: "Se burlan de él como de Carlos Menem, y miren dónde terminó el riojano".
Bueno, todavía no sabemos realmente dónde terminará Menem, pero, sin querer anticipar el final, pueden marcarse algunas diferencias: en 1988 Menem ganó las internas con el aparato sindical y, además, lo conocía todo el mundo a través de la televisión. Aparecía en la pantalla imitado por Mario Sapag. Las coristas se sentaban en sus rodillas. Iba a la cancha de fútbol y al varieté. Este no parece ser, entonces, el caso.
Igual, Jacira le tiene fe al Adolfo.
Jacira –mejor dicho: la profesora Jacira– es una tarotista brasileña que se radicó hace tres años en San Luis. "Pero claro que puede ser presidente o gobernador de nuevo", me dice. "El hace cosas buenas y tiene mente y firmeza. Hay fluidos negativos a su alrededor. Gente que lo envidia, ¿sabe? Soy su vecina, y cuando paso por enfrente de su casa me mentalizo para que Dios lo ayude."
Cuando el manto gris cubre la ciudad los aviones no aterrizan.
En la ruta, los conductores se encomiendan a la Difunta Correa, patrona de los viajantes.
Al disiparse la neblina, las cosas vuelven a la normalidad. La cuestión no es entrar, sino salir. Y nadie sabe cómo se sale de esta situación. Borges aseguraba que de los laberintos sólo se sale por arriba. En San Luis –que es otra forma de laberinto: un laberinto urdido por los hombres, unos pocos– debe pensarse por ahora en la alternativa del aeropuerto.
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