Ryoki Ikeda, un artista de culto
En su segunda visita al país, el compositor japonés, todo un referente mundial en el mapa de la escena electrónica, presentará esta noche en el San Martín Superposition
A Ryoji Ikeda se lo puede presentar como un artista electrónico, pero no alcanzaría. O como un artista sonoro, aunque tampoco esa categoría abarca toda su producción porque también es un performer, un artista visual de última generación que interviene grandes espacios urbanos, un realizador de conciertos audiovisuales y un investigador de los ultrasonidos y las frecuencias sonoras. Él, quien hoy presentará Superposition en el Teatro San Martín, reconoce que no sabría cómo presentarse. Pero lo piensa un segundo y dice "artista". Así, a secas.
Ryoji Ikeda es un artista, entonces, japonés y todo un referente en la escena electrónica. Tiene una corte de fieles que lo siguen como si fuera un gurú. Pero, al mismo tiempo, cada vez que realiza sus instalaciones en grandes espacios urbanos o en los museos y centros culturales más significativos dentro del mapa de las vanguardias, sus hipnóticos paisajes sonoros y visuales regidos por estrictas leyes matemáticas rompen con toda hipótesis de gueto, de círculo cerrado, de algo para entendidos.
"Por más que haga instalaciones, obras teatrales como Superposition o trabajos en lugares públicos, me centro en la composición. Si compongo con sonidos, genero música. Si compongo con espacios, genero una instalación. Si compongo con píxeles, una obra visual. Pero en un caso como en el otro siempre me centro en la composición", agrega, entonces, el compositor.
Radicado desde hace años en Francia, ha montado sus experiencias en infinidad de lugares de enorme peso simbólico: el Pompidou, el MoMA, la Tate Modern, el Reina Sofía y siguen los nombres. El año pasado intervino las grandes cartelerías electrónicas de Times Square; durante tres minutos, antes de medianoche, detenía el clima desbordado de colores y anuncios de ese sitio emblema de la cultura de masas. En 2012, sobre la playa del Arpoador, de Río de Janeiro, transformó la arena en su escenario y en su partitura. El proyector estaba instalado a 15 metros de la rompiente del mar. En ambas experiencias, lo visual fue fundante. De hecho, cuenta el mismo Ikeda, en pleno corazón de Manhattan no hubo sonidos porque una regulación muy estricta se lo impidió. Eso sí, un día se dio el lujo de repartir 600 auriculares para que el público pudiera escuchar su composición. "Lo bueno del sonido es que es invisible. Justamente por eso es que me gusta. Y me gusta trasladar eso inmaterial a las artes visuales operando sobre la industria de ese lenguaje o el de la danza o del teatro. En definitiva, todo es arte", dice el premiado artista internacional.
Hace tres años ya estuvo en Buenos Aires. Presentó Spectra en la inauguración de la Usina del Arte. En ese momento ("siempre trabajo con varios proyectos en paralelo"), ya le estaba dando forma a Superposition. Spectra es una imponente escultura lumínica cuyos rayos de luz pueden alcanzar una altura de 10 kilómetros. Ya pasó por lugares emblemáticos de Londres, París, Amsterdam y Berlín, y no será extraño encontrársela en otra gran ciudad. En el centro cultural porteño se montó en la calle interna de la vieja usina de electricidad. Allí, el plano sonoro, los potentes focos, la intervención sobre el paisaje arquitectónico daban al lugar un extraño y envolvente clima que parecía detenido.
Aquella vez, en su cuenta de Facebook, reconoció que esa experiencia en Buenos Aires no había sido muy grata. Todo daba a entender que nunca más volvería a la ciudad, pero volvió y está hospedado en un hotel del centro rodeado de negocios que venden equipos de sonidos y de luces como si fuera un cita y un chiste en sí mismo. "¿Por qué no volver? se ríe. Aquella vez, digamos, tuve problemas que entiendo fueron del orden de lo político, cosa que sé que pasa en todos lados. Pero esta vez me están tratando muy bien." De hecho, anteayer, día de la entrevista, las entradas para la performance de hoy que forma parte del Ciclo de Conciertos de Música Contemporánea estaban casi todas vendidas. En función de esa recepción, los organizadores decidieron habilitar el pullman de la sala Martín Coronado, cerrado desde hace tiempo por los trabajos arquitectónicos que se están realizando en el San Martín, para que más público tome contacto con su obra.
Superposition se inspira en una noción básica de la mecánica cuántica. "No se puede describir completamente el comportamiento de una partícula, excepto en términos de probabilidades; por ende, todos los comportamientos son posibles y existen al mismo tiempo en estado de superposición", escribe el compositor sobre esta experiencia en la que sonidos, efectos visuales, fenómenos físicos, conceptos matemáticos y el azar mismo hacen lo suyo. Por primera vez en sus trabajos hay dos intérpretes en escena que ofician de operadores, conductores, observadores y examinadores. Detrás y adelante de ellos hay diez pantallas para proyectores y diez monitores.
Aunque su escritura esté ligada a la lógica matemática, reconoce que el azar o la intuición son claves en su búsqueda. "La música, básicamente, es matemática. Bach o Mozart, en cierto sentido, eran matemáticos. Cuando componían, aplicaban operaciones muy complejas para generar un objeto artístico bello. Pero la intuición es lo que termina cerrando el proceso creativo. Yo me preparo intensamente para cada obra, pero cuando estoy en el proceso final mi propia intuición barre con todo", explica.
Hay otro elemento librado a otras subjetividades: la reacción del público que, en algunas obras, es decisiva. "El arte es libertad. Yo hago, no diría que «creo» algo, y lo que hago es la mitad. La otra mitad la completa la gente. No es lo mío hacer algo para mí mismo -apunta mientas hace la mímica de un guitarrista ensimismado con lo que está tocando-. Eso no me gusta. Cómo se interpreta lo que hago ya no depende de mí, cómo se expresa la gente ante mi propuesta es algo que me excede; pero sí tengo claro que son ellos los que lo completan. Y cuando hago grandes instalaciones en lugares públicos o museos y centros culturales, esa otra mitad es más inquietante todavía y es superadora de toda diferencia cultural. Se entra en un diálogo directo. Nosotros trabajamos durante todo el año en distintos lugares del mundo. En algunos sitios, como en Sudamérica, sabemos que hay problemas sociales, pero en mi obra no me interesa hacer eje en esas problemáticas. La música es un lenguaje universal y mi propuesta es que la disfrutes, no que la entiendas."
Ryoji Ikeda llegó puntual a la entrevista. Apenas lo hizo, avisó que la charla duraría unos 25 minutos. Nunca se saca los anteojos negros. No suele dar entrevistas. No permite ser fotografiado. En la Red, su obra dialoga con total fluidez como si allí mismo encontrara su naturaleza. Pero de él, nada (o muy poco). Al principio de la charla da respuestas cortas. Después, siempre en un tono de total cordialidad, se suelta más. ¿Será por fobias y timideces varias o, tal vez, porque en esa manera de sacar el cuerpo por fuera de los criterios de difusión establecidos pone en juego otros conceptos?
Contesta él: "Si yo digo algo sobre mi trabajo, si desarrollo un concepto, una idea de lo que estoy por presentar, mi voz puede generar cierto disturbio, activar preconceptos o generar ciertas interferencias. Yo prefiero que la gente se acerque a ver lo que hago sin saber quién soy, que se acerque de la manera más pura posible. No me interesa ser un rockstar ni nada de eso, es algo que odio. Tampoco me interesa que se me conozca a partir de una declaración mía dicha por ahí. Por otra parte, hago esto hace más de 20 años y desde hace más de 20 años que acepto algunas pocas entrevistas, no muchas. Eso es también una forma de demostrar que se puede ser artista sin necesidad de ocupar un primer plano".
Ryoji Ikeda, el artista, también tiene algo del orden de lo político.
Superposition
Concepto, dirección y música: Ryoji Ikeda
Función, hoy, a las 18
Teatro San Martín, Corrientes 1530
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