Entre la mueca pícara de Putin y nuestro arranque frustrado, la primera semana del Mundial ya dejó jugadas para la memoria y circo alrededor para no aburrirse nunca
La apertura más floja
Nunca se llevaron muy bien el fútbol y los shows musicales, y los intentos de forzar la relación parecieron siempre una mala imitación del Súper Bowl. Alguno podía tener buenos recuerdos de Shakira bailando su Waka-waka en Sudáfrica 2010 o de Ricky Martin cantándole a la vida en Francia 1998, pero lo de esta edición superó las predicciones más pesimistas. El inglés Robbie Williams saltó a la cancha en un traje rojo Spiderman a cantar hits viejos, como en un homenaje a sí mismo, y nos levantó el dedo del medio mirándonos en la pantalla con la rebeldía que hubiera escandalizado a alguien en la Edad Media, como sabiendo que lo íbamos putear.
No hay victorias para los argentinos
La birome, el dulce de leche, cinco entrenadores en el Mundial de Rusia. Nuestro país puntea el ránking de técnicos, con Ricardo Gareca en Perú, José Pekerman en Colombia, Juan Antonio Pizzi en Arabia Saudita y Héctor Cúper en Egipto además de Jorge Sampaoli, pero la cosa empezó torcida para todos. Argentina fue el único equipo de esos cinco que al menos sacó un punto en el debut y el peor caso fue el de Pizzi, que abrió el torneo a los ojos de todo el mundo para comerse una ensalada rusa de cinco goles.
El mejor partido fue el mejor partido
Todos los prodes del mundo se detuvieron en España-Portugal, que iba a ser el mejor partido de la primera fase pero todos sabemos que la obviedad nunca funciona en el fútbol. Esta vez ocurrió: España arrastraba el escándalo del Mundial con su DT echado hace tres días por firmar contrato con Real Madrid sin avisarle a la Federación y Portugal lo esperaba agazapado, siendo menos pero queriendo más. Todos asumimos que el golpe iba a tener moretones pero el equipo blanco jugó al ritmo de Isco y de David Silva y por momentos fue un baile en mitad de cancha, con el problema inherente de que ese toqueteo made in Guardiola a veces reditúa menos de lo que insinúa. Nadie sabía que enfrente de España, además de Cristiano Ronaldo, iba a estar su propio arquero David De Gea.
México 1 - Alemania 0: la derrota menos esperada
Nadie vio venir, mientras exagerábamos la planificación alemana y su ingeniería táctica de Mercedez-Benz, que era cuestión de mover un ladrillo para que se derrumbara el Jenga. México -igual o peor que España- llegaba a Rusia tras la explosión mediática de la fiesta de 24 horas que ocho de sus jugadores tuvieron en una mansión con treinta escorts VIP unos días antes de viajar. La fiesta siguió en la cancha con la misma desfachatez, desnudando en velocidad de contraataques los agujeros de la defensa alemana y estampándole una derrota en el debut por primera vez de 1982. Si la miramos demasiado, Alemania va a volver recargada. Si nos hacemos los tontos, quizás la veamos caer.
¿Cuántos argentinos hay en Rusia?
A la imagen esperada del estadio alumbrado de celeste y blanco y del himno vocalizado en coro con la O y nada más que con la O se siguen sumando postales: argentinos en la Plaza Roja pasando la gorra por hacerte un pogo personalizado, argentinos copando las calles y cantándole al cielo de Moscú "que baje el dólar la puta que lo parió" , un argentino pasándose de listo con una adolescente rusa que no sabía español, argentinos saltando entre los bares al ritmo del sintetizador de Pablito Lescano, argentinos cantándole a Chile -que viene de ganarnos dos copas- que nacieron hijos nuestros. Pensamos que habíamos visto todo en Copacabana hace cuatro años, cuando la playa vecina hirvió un mes al ritmo de “Brasil decime qué se siente”, pero era sólo el comienzo. Trece mil kilómetros más lejos, nadie sabe exactamente cuántos y cuántos siguen aterrizando mientras avanza este párrafo, pero se sabe que Argentina-Islandia fue el primer partido agotado en la venta de entradas y que ahí se ven nuestros compatriotas, invadiendo de creatividad descarada el evento de todos los eventos, a veces haciéndonos reír, a veces dándonos vergüenza ajena.
La regla que no sabíamos
During Cristiano’s hat-trick celebration, all of the Portuguese players were celebrating with him except for one who had to stay inside the pitch as FIFA states if all are off the pitch during celebrations, the opposing team can kickoff the game. [R][R][R] pic.twitter.com/EMjQlkocKc&— SB (@Realmadridplace) 17 de junio de 2018
Deportivo Ronaldo clavó su tiro libre para empatarle a España a los 88 minutos y siguió el juego al que lo llamaron: corrió hacia la esquina, se señaló el pecho, abrió los brazos para volar, dio el salto para cerrar las tapas de los diarios del mundo y cuando cayó al suelo ya había quedado del otro lado de la línea, más cerca de las publicidades que de la pelota de fútbol. Mientras tanto, claro, lo siguieron todos los portugueses menos el arquero, conscientes de que tienen que seguirlo a donde vaya, y en el abrazo rojo que se amalgamaba en el margen del pasto pudimos ver, no en la transmisión oficial sino más tarde, filmado por un celular desde la platea, que uno de los jugadores se quedaba del lado activo de la línea de cal y no se sumaba al festejo. El mártir fue José Fonte, que sabía que el reglamento le permite al rival reiniciar el juego si todos los jugadores salen de la cancha. Hubiéramos visto, sin esa avivada, a los once españoles avanzando como un pelotón contra la nada portuguesa y el arquero.
La pelota parada vuelve a ser clave
Nunca falta el panelista que insiste con que los mundiales se ganan con pelota parada, pero Brasil 2014 había tenido tres goles de tiro libre, incluido el de Messi a Nigeria, en sus 64 partidos. Rusia ya tiene los mismos en sus dieciséis partidos debut: Cristiano Ronaldo colgó su derechazo por encima de la barrera para empatarle a España sobre el final, el serbio Kolarov hizo el suyo de zurda para ganarle a Costa Rica y Juanfer Quintero, la joya incipiente de River, la pasó por abajo de la barrera para arrastrar al arquero japonés con pelota y todo a la esquina entre el pasto y la red, aunque en su caso no sirvió ni para empatar. El que mejor los patea, Messi tuvo dos: uno para que cabecee Tagliafico hacia atrás que casi se cuela cerca del palo islandés y otro en la última jugada, igual que en la final contra Alemania y cargado de 44 millones de expectativas, que pegó en la barrera.
La polémica del VAR
Las mil horas de sospechas anticipatorias y predicciones apocalípticas sobre el aterrizaje de la tecnología en el fútbol se terminaron en Rusia. O recién empezaron. Se supone que el VAR (Video Assistant Referee), compuesto por un grupo de asistentes encerrados en un cuarto tapado de pantallas afuera del estadio, sirve por default para confirmar si la pelota entró o no entró en los goles y para asistir al árbitro en jugadas clave, por tarjetas o confusiones de identidad y por incidentes en el área. Lo cierto es que los ensayos que teníamos a mano en Sudamérica no eran muy felices, con el partido de River y Lanús, en la semifinal de la Libertadores pasada, como peor ejemplo. El Mundial viene parejo en ese balance: Francia, Suecia y Perú tuvieron penales a favor bien cobrados; Diego Costa pudo haber sido sancionado por un manotazo a Pepe antes de su primer gol y el belga Kevin De Bruyne debió ser expulsado por una patada en los huevos a un defensor panameño, pero esos casos discutibles sólo exponen que no está claro cómo ni cuándo se usa el recurso y que a Rusia 2018 todavía le faltan escándalos en cámara lenta.
El Mundial personal de Messi
“Leo está”, repitió alguna vez Pep Guardiola en conferencia de prensa, cuando se enfrentó a las cámaras para oficializar su salida de Barcelona y lo acompañó todo el plantel menos su mejor jugador. La lectura más obvia de ese día de 2012 fue que Messi, afectado por la decisión de su maestro, no se bancó presenciar la despedida en tres dimensiones y que el DT no sólo lo entendió sino que lo sintió cerca, insistiendo con que el genio estaba aunque no lo viéramos. La metáfora nos sirve ahora: Messi se cargó la clasificación al Mundial y entendió en cada entrenamiento y en cada disparate de Sampaoli que la gesta argentina es suya o de nadie, y en el partido contra Islandia chocó hasta consigo mismo, pateando manso el penal y a la barrera los tiros libres, como si a su pie no le importara lo que a su cabeza lo obsesiona y lo marea. Lo cierto es que el 10 agarró cada pelota apuntando la suerte del conjunto nacional hacia la red de enfrente y que le cayó en la zurda hasta la última pelota del partido mientras el árbitro pitaba, para que las cámaras del mundo supieran que Messi puede estar enredado y que juega contra todo pero que ahí está, queriendo la próxima bola.
Un croata menos
El mito recurrente de que todos quisiéramos estar ahí, jugando un Mundial, puede no ser para tanto. Al menos para Nikola Kalinic, que fue expulsado del plantel de Croacia luego de negarse a entrar durante el partido contra Nigeria, faltando cinco minutos para el final, cuando su equipo ya estaba 2 a 0. Zlatjko Danic, el entrenador, tuvo que enfrentarse a las cámaras para explicar la curiosidad ayer: “Dijo que no estaba listo para jugar”, explicó sobre el delantero, “pero yo necesito que mis jugadores estén listos”. Bastante simple el razonamiento, si no fuera porque Kalinic ya había tenido un episodio parecido, no queriendo entrar en el amistoso preparatorio contra Brasil.
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