El trío canadiense se presentó en GEBA en su primera visita a la Argentina; crónica y fotos de su show
Otra deuda saldada para un público devoto: porque Rush en Argentina es un viejo anhelo y también un deseo que se frustró en varias oportunidades como hace ocho años cuando el trío canadiense bajó a Río de Janeiro para presentarse en el Maracaná. Pero más allá del sueño cumplido y cualquier especulación nostálgica, el show de anoche en GEBA mejoró hasta la percepción del fanático más entusiasta. En casi tres horas de show, sobre una puesta visual impecable entre imágenes alusivas a la historia del grupo y un decorado formado por artefactos dignos de la estética decimonónica de los viajes locos de Julio Verne, la usina de a tres mostró una técnica sorprendente para recrear clásicos y dominar con imaginación esa mezcla un tanto vetusta de rock progresivo y heavy-metal.
Como un triangulo perfecto de exactitud, formado por la guitarra voladora de Alex Lifeson, el triple rol -falsete de bruja, teclados y bajo- de Geddy Lee y la artillería elegante de Neil Peart, Rush esquivó con humor las trampas del virtuosismo y la excesiva pomposidad. Detalles: "aquí hay mucha gente grande, así que vamos a parar unos minutos para que puedan ir al baño", se escuchó desde los parlantes la invitación al intermedio mientras varios cincuentones corrían hacia las casetas químicas, o las filmaciones como ocurrentes pases de comedia antes y después del show.
La saga arrancó con "The Spirit of Radio" y de ahí en más la Time Machine procesó más de 35 años de historia a toda velocidad. El primer estallido llegó con "Freewill" y ese mezcla de poder y lirismo montado en el falsete de Lee y la tremenda digitación de Lifeson, tan parecido a Gerard Depardieu y a los mejores violeros del planeta. Entre algunos temas nuevos ("BU2B") y temas vitalistas ("Subdivisions), la primera hora paso rápido mientras en la pantalla todo era viaje alucinado y buenas tomas de la versatilidad de Lee tocando el bajo o disparando secuencias desde sus pedales. La yapa estaba escondida en la segunda parte del concierto: todos los temas de Moving Pictures en el mismo orden que registraba el disco editado en 1981 y que marcó un hito en cuanto a evolución en un momento difícil para el rock con aspiraciones progresivas.
Pasaron desde los teclados espaciales y ese aire a hit pesado de "Tom Sawyer" a la épica de "Red Barchetta" o la novedad de escuchar en vivo por primera vez en una gira la sinfonía "Camera Eye", también el pop metálico de "Limelight" y un estadio con 15 mil personas coreando los intricados cambios de ritmo de "YYZ". Antes del final todavía quedaban algunas sorpresas: un infaltable solo de batería de Peart mientras su complejo artefacto giraba para que su dueño agregue loops y finalice el set con un homenaje a los grandes bateristas de la era del swing; el costado acústico llegó con la preciosa "Closer to the Heart" y ante algunas miradas atónitas sonó parte de la obertura "2112". Para los bises y con el público gritando como vikingos en celo, "La Villa Stragiato", otro tema emblema y marca de estilo de los canadienses, y en el final una versión con arranque reggae de "Working Man", track incluido en el primer disco de Rush.
Tremenda demostración de estos tipos que pisan los 60 y participan de la escuela del rock terco de los ‘70, una idea fija que se reconoce en el pasado y, sin embargo, administra esa memoria con notable energía y, a veces, puede convertirse en una máquina del tiempo con estirpe clásica.
Por Oscar Jalil
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