Ron Howard, con el gusto del público
El realizador de "El rescate" le cuenta a La Nación su primera experiencia en un thriller al lado de Mel Gibson y confiesa que todo el mundo le pregunta cómo se convirtió en una espeice de pronosticador de los éxitos de Hollywood.
NUEVA YORK.- "La complicación más grande que me ha acarreado el éxito de mis películas es que se acerca mucha gente a consultarme como si yo fuera una especie de pronosticador profesional de la industria del cine. Y lo cierto es que tampoco yo tengo certeza de qué es comercial y qué no lo es. Por lo menos hasta las primeras proyecciones de prueba y las primeras funciones de prestreno. Ahí sí uno puede tener idea más o menos aproximada del interés que una película despierta en el público. Y también puede anticipar cómo será la reacción de la crítica. Y ya se sabe que son dos puntos de vista que suelen no coincidir".
Ron Howard podrá quejarse del papel de pitoniso que algunos quieren endilgarle, pero sin duda hay suficientes motivos para imaginarlo poseedor de algún secreto para acertar con el gusto del público.
Por lo pronto, no hay muchos como él que hayan estado en el negocio desde tan temprano. Ronnie había cumplido apenas 2 años cuando hizo su debut teatral en una versión de "La comezón del séptimo año" que Rance y Jean Howard, sus padres, presentaron en Baltimore. A los 3 inició una carrera cinematográfica que continúa hasta hoy y abarca varias etapas: como estrella infantil primero; como integrante de elencos juveniles después ("American Graffiti") y, desde los 23, como director. Los títulos de algunas de sus realizaciones -"Cocoon", "Splash", "Apollo 13"- hablan por sí mismos, pero puede agregarse un dato más: Imagine Films Entertainment, la empresa que fundó en 1986 con su socio Brian Grazer, ya lleva recaudados más de 2.500 millones de dólares con sus producciones.
Y la suma promete engrosarse bastante con el resonante éxito de "El rescate" ("Ransom"), el thriller con Mel Gibson que superó en las primeras semanas la barrera de los 100 millones de dólares en los Estados Unidos y que ahora se conocerá en Buenos Aires presentado por Buena Vista Columbia.
"El tema del secuestro, sobre todo el secuestro de un chico -cuenta-, era algo que tenía interés en abordar desde hace tiempo. Es un asunto que tiene inmediata repercusión en la platea, que permite al narrador moverse dentro del terreno de la acción y el suspenso sin olvidar que el sustento principal es la emoción. No es muy difícil involucrar al espectador en el drama del secuestrado y de su familia. Y aquí hay una vuelta de tuerca más porque el protagonista, que es un empresario de éxito, entabla una especie de batalla personal contra los secuestradores. Una apuesta muy riesgosa porque lo que está en juego es la vida de su hijo.
-Estamos lejos del clima de "Apollo 13", su experiencia más reciente.
-Más o menos. También yo lo pensaba antes de iniciar el trabajo. Pero me fui dando cuenta de que, en el fondo, las dos películas giran alrededor de lo mismo: una situación de muy alta tensión y con un desenlace incierto. Lo demás, sí, son diferencias. En "El rescate" estamos hablando de un triunfador, un tipo que se abrió paso solo en la vida, que lo tiene aparentemente todo y cuya felicidad, repentinamente, tambalea junto al abismo. Me gustan los contrastes; me gustaba examinar a este ganador puesto en el papel de la víctima desde el momento en que su hijo desaparece llevado por desconocidos y también oponer el mundo de los poderosos (el penthouse de Mel y su familia, sobre el Central Park), al de los secuestradores, una oscura guarida en Queens.
-¿Cómo vivió su primer thriller?
-Al principio con bastante miedo. Estaba muy preocupado por la secuencia final, un fragmento de mucha acción que debía ser, como corresponde a un thriller, muy excitante. Así que busqué 15 ó 20 films del género, de distintos orígenes y distintos maestros del cine -le nombro algunos: "El tercer hombre", "Tarde de perros", "Espera la oscuridad", "A sangre fría"-, y agrupé sus secuencias finales en una cinta. Cuando las vi todas juntas me di cuenta de que ninguna era excitante por sí misma. Y comprendí que la intensidad con que vivimos la escena proviene de los personajes, de lo preocupados, angustiados (o curiosos) que estemos los espectadores por su destino. Yo hice "El rescate" pensando en eso, en crear una relación con los personajes.
Howard explica que eligió a Mel Gibson para el papel protagónico por una cuestión de carisma.
-No quería dedicar media hora a explicar qué clase de persona es Tom Mullen, el personaje central, y qué clase de familia ha formado. Quería ir directo a la historia, sin detenerme en descripciones. Que el público viera al personaje y pensara "este es un ganador, un hombre poderoso y seguro de sus fuerzas, un self made man". Que nadie perdiera de vista que por más duro que pueda mostrarse, es un hombre con sentimientos, con alguna debilidad, no un superhéroe. Y ésa es una característica que Mel da con naturalidad. Además, creo que es un muy buen actor y que no ha sido valorado lo suficiente como intérprete dramático.
-¿Fue problemático dirigir a un actor-director tan premiado como él?
-No, al contrario. A propósito: cuando estábamos en pleno rodaje, el Oscar nos convirtió en rivales (yo con competía con "Apollo 13", él con "Corazón valiente"). Cuando Mel ganó, sólo le hice una pregunta: "¿Todavía estás parado donde yo te indiqué?". Y seguimos adelante. Es un tipo muy abierto, muy colaborador. Tenía muy buenas ideas respecto de la realización, pero siempre que me comentó alguna, actuó de modo muy prudente, como si temiera que su opinión pesara demasiado. Creo que de alguna manera estaba muy agradecido por sentirse dirigido. Mi padre me decía que los actores siempre agradecen la guía de un director.
El chico y la señora Davis
El comentario lleva a Ron a recordar una experiencia que vivió con la inolvidable Bette Davis.
En 1980, dirigió "Skyward", un film para la TV. Tenía 27 años y el mismo inalterable aire de estudiante de secundaria que luce ahora, a los 43, a pesar de una cabellera que se ha hecho bastante más rala.
-Antes del rodaje -evoca-, no nos habíamos visto; sólo hablábamos por teléfono y ella ya mostraba algún recelo por mi edad. Me decía: "Señor Howard esto", "Señor Howard aquello". Yo le sugerí: "Por favor, señora Davis, llámeme Ron". Me contestó cortante: "Le seguiré diciendo señor Howard hasta que decida si usted me gusta o no".
Y así lo hizo -continúa-. El primer día de filmación, en el aeropuerto de Dallas, hacía como 35 grados. Yo me moría de calor, pero estaba de saco y corbata. Imagínese: dirigía a Bette Davis. Cuando me vio, soltó una exclamación delante de todo el equipo: "¿Han pensado en las consecuencias de dejar dirigir a este chico? ¿Un chico así va a tener que vérselas conmigo?" Después, lanzó una carcajada. Todos nos reímos, yo también. Ese mismo día le di una indicación sobre cómo quería que se hiciera una escena. "No, eso no va a funcionar", protestó. Yo insistí: "Hagámoslo una vez, para probar". Cuando terminó, otra vez habló bien fuerte, para que oyeran todos: "Tiene razón. Así es mucho mejor".
Al rato, di por terminada la jornada y fui a saludarla: "Nos veremos mañana, señora Davis". Entonces me miró, me guiñó un ojo, me dio una palmadita en el trasero y saludó: "Okey, Ron". Me acordé de mi padre: todos los actores necesitan un director. Hasta los más grandes.
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